Por Golondrina Viajera
@nuezgolondrina
El domingo pasado asistí al cierre de la 15ª edición de Zona Maco en compañía de mis amigas. Ya desde la fila sospechamos que estábamos en medio de algo más pretencioso que Arco o Kassel, porque había unas señoras de esas que entienden al macramé como una de las bellas artes, que no paraban de quejarse por todo: Que si faltaban señalizaciones, que por qué no se podían comprar los boletos en línea, que si el servicio de taquillas era lento, etcétera, etcétera, etcétera.
Había muchas adolescentes haciéndose selfies por todas partes, aderezando sus conversaciones con la palabra goei como remate de cada frase. “Ponte de este lado goei”, “Vuelve a tomar la foto, goei”, “están padrísimos tus tenis, goei”. Así que decidimos iniciar visitando el stand de tequila 1800 y tomarnos unos shots que nos permitieran soportar aquello.
Debo confesar que esperaba ver por allí a Abuelina Lésper, gritando consignas en contra de ese arte banal y desconsiderado o a mi amigo El Jaranas que dice que no entiende por qué una obra de arte debe pagarse tan cara cuando es una artesanía como cualquier otra. De nada nos sirve tener Tamayos y Toledos y Sergiohernández si ese dinero no deja ninguna derrama económica para los oaxaqueños pobres, nomás los pintores esos se inflan, sostiene como energúmeno. Me lo imaginaba grafiteando un Remedios Varo o un Rodolfo Morales. Pero ni Abuelina ni El Jaranas estaban.
Sí estaban en cambio Edith González, muy guapa, Vanessa Huppenkothen, que me pareció más bien insípida y sin gracia alguna y hasta el autonombrado Jaguar, Armando Ríos Piter andaba muy campante con su familia –cosa que me pareció muy bien– una vez conseguidas sus firmas.
Yo iba muy entusiasmada por ver lo que tenían para mostrarnos Gagosian, Gladstone, y cientos de galerías más, en la mayor concentración artística que Maco haya hecho. Había menos tomaduras de pelo de las que esperaba, y hay que reconocer que la muestra estaba muy bien organizada.
Me emocioné con un “plato” de Anish Kapoor de esos que se venden menos que las ollas de Le Creuset en el Palacio de Hierro, con algunos Tápies que estaban en los pasillos como si valieran tres pesos, con un Miquel Barceló bellísimo y hasta con un Mr. Brainwash que retrataba a Albert Einstein pero que valía noventa y dos mil dólares y yo solo traía noventa y uno.
Los medios reportan que no se registraron ventas masivas, pero sí una alta afluencia de visitantes. Y es aquí donde la cosa me pareció sui generis porque había toda clase de personas vestidas para la foto. Había chicas que lucían faldas de lentejuelas y tenis a lo Vaselina, estoperoles, tocados tribales, chavos con looks de vikingo chic, barba, bermudas y Birkenstock incluidas y desde luego, señoras ataviadas en Gucci o Carolina Herrera de la cabeza a los pies. No parecían entender mucho de arte, pero eso sí, todo mundo llevaba sus mejores garras para la foto. Zélika García debe sentirse orgullosa. No vendieron mucho, pero ¡ah, cómo dieron material para Club y Hola, goei!