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Aldo Francisco López Velázquez

@aldoflopez

 

Hablar de comunicación incluyente implica realizar una reflexión exhaustiva sobre el contexto histórico de nuestra lengua española, desde la conquista hasta nuestros días. Sin embargo, vivimos un momento en el que se discute su uso correcto, se ha puesto en la agenda pública.

La reflexión para escribir en esta ocasión sobre la comunicación incluyente, la generó este mismo medio electrónico. Hace unos días, se publicó un artículo intitulado “Por Piedad, Asesórense Bien, ¡Candidatxs!” que, si bien se hizo uso de la lengua escrita de forma coloquial, también lo es que puede ser una difícil lectura. Le comento por qué.

Los Estudios de Género han impulsado a través del tiempo el uso de un lenguaje no sexista, por el cual se discrimina, genera violencia o desigualdad contra las mujeres en su uso cotidiano, a través de reforzamiento de estereotipos de género socialmente construidos y dirigidos a mujeres y hombres, aprendidos (y aceptados) de generación a generación. Un ejemplo es el “sexo débil” que se atribuye a las mujeres, y el “sexo fuerte”, dirigido a los hombres.

Si deseamos una sociedad igualitaria, debemos tomar como parte sustancial a la comunicación incluyente. Con ideas y palabras conceptualizamos a la humanidad y a lo que nos rodea, el lenguaje se encuentra ligado a lo simbólico, al uso del masculino como forma y regla. El lenguaje sexista ha fomentado una imagen invisible de las mujeres. Los hombres son actores sociales, agentes del cambio, quienes son sujetos de los derechos. Las mujeres, en cambio, deben solo incorporarse a lo masculino.

La comunicación incluyente promueve el uso “las y los” como regla, para hacer visible lo invisible.  Además, implica el uso de las palabras o mensajes que no dañan la dignidad humana, la integridad o salud psicológica de quienes son receptores. Por ejemplo, no es lo mismo “minusválidos” que “capacidades diferentes”, y ésta última, no es lo mismo que “personas con discapacidad”. ¿Observa hacia dónde vamos?

Desde hace un tiempo, en las redes sociales y en aplicaciones de mensajería instantánea se ha dado un fenómeno en el uso de nuestro lenguaje: la “x” o la “@” como forma de ser “incluyentes” en la redacción. Sin embargo, esto no presupone del todo la inclusión de las mujeres u otras personas en el lenguaje, sino que trastoca lo básico en torno a la ortografía y la gramática.

Imagine usted que leamos un texto con la siguiente redacción “L@s alumn@s deben entregar un trabajo investigación impreso a su maestr@, si no ellxs tendrán bajas calificaciones y podrían ser reprobadxs”, difícil lectura, ¿no cree?

Y viene la segunda parte, aquellas personas que defienden con singular alegría lo que señala la Real Academia de la Lengua al respecto, hasta hay quienes refieren que ¡lo prohíbe! Solo recuerde algo, que fue antes, ¿“cantinflear” en el uso coloquial de la lengua en México, o en el Diccionario? ¿el huevo o la gallina?

En esta ocasión, amables lectoras y lectores, les reto a realizar un ejercicio de reflexión. Tome una parte de un anuncio publicitario, algún párrafo de periódico o escuche con atención, verá que aun hace falta mucho por avanzar, pero lo importante es que existan espacios de reflexión como éstos. Lo invito a compartir sus experiencias a la cuenta @aldoflopez

 

Aldo Francisco López Velázquez

Abogado Maestro en Derecho Procesal Penal y Criminología. Ha participado en investigaciones, diagnósticos, acciones y políticas públicas para impulsar la igualdad sustantiva entre mujeres y hombres, así como en la elaboración de propuestas de reforma con perspectiva de género a la normatividad nacional y de diversas Entidades Federativas. Ha colaborado en proyectos en materia de derechos humanos y género para instituciones públicas, privadas y sociales en los tres órdenes de gobierno.