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Por Danner González

@dannerglez

Somos tierra, hálito de los dioses que nos hicieron nostálgicos, a su imagen y semejanza. Habitamos nuestras patrias particulares con el temperamento. Uno no es donde nace, escribe Santiago Roncagliolo, uno es de donde lo quieren. Somos eternos migrantes. Abraham, desterrado de la tierra de Ur, parte en busca de nuevos horizontes para la nación que dios le ha dicho que habrá de fundar. Extrañamos nuestros paraísos particulares aunque abjuremos de ellos a veces con el alma. Pienso en un verso de Josemilio Pe: “No amo mi patria. Su fulgor abstracto es inasible”.

 

El tema encuentra infinitas bifurcaciones como judíos errantes tiene la historia. Walter Benjamin llega a Portbou, un pequeño pueblo de la costa catalana un 25 de septiembre de 1940. Viene huyendo de la Alemania nazi, no tiene visado francés de salida y los españoles le niegan el ingreso al país. Le permiten descansar en la Fonda de Francia. Piensa quizá que no habrá retorno o que acabará en manos inclementes. Se suicida. La policía registra su deceso como Benjamin Walter y asumiendo que es católico y no judío, le ofician una misa de difuntos. Lo entierran tres días mas tarde. Ya no alcanzará a enterarse de que a sus compañeros de viaje finalmente sí les conceden el visado. Atravesarán la península hasta Lisboa y tomarán un barco para llegar a Norteamérica, como Benjamin quería. El ángel de la historia aletea estrábico mientras uno de los pensadores más importantes del siglo XX se queda víctima de una guerra y un desplazamiento forzoso sin poder ver de nuevo su patria, ni allende la mar.

 

Hace un par de semanas partió de México Fernando Vallejo, famoso por sus furiosas invectivas contra todo lo que se le atravesara. Vallejo había llegado al país en 1971 y había dicho que jamás volvería a su natal Colombia, “la mala patria”, como le llamaba. El 19 de septiembre pasado vio desde la azotea de su departamento en la Condesa, derrumbarse el edificio de Ámsterdam 107. No volvió a ser el mismo desde entonces. Quizá nadie de quienes vivimos el sismo del 19 de septiembre volveremos a ser los mismos. En octubre pasado Vallejo amenazó de muerte a un vecino por desencuentros respecto a la administración del edificio. Días después le acuchillaría el bíceps izquierdo. Las grietas de la memoria se reparan con mayor dificultad que los daños a los edificios. Falta por hacer el recuento de los daños psicológicos de los capitalinos. No hay ya quien viva sin temor a la alerta sísmica, más estresante que la grabación de los que compran colchones, refrigeradores, lavadoras, microondas, o algo de fierro viejo que vendan. Tres meses después, Vallejo vio fallecer a su pareja, el escenógrafo David Antón, de 94 años. El 14 de abril volvió a Colombia, dejando atrás una denuncia penal por tentativa de homicidio. Volvió finalmente a la “mala patria” de sus entrañas.

Las migraciones tienen ese fulgor inasible del poema de Josemilio. Las hay de otro tipo, por supuesto. El estudio “Episodios de desplazamiento interno forzado masivo en México” de la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, señala que tan solo en 2017, 11 mil 232 mexicanos fueron desplazados de sus territorios por la violencia de grupos armados. 329 mil 917, desde 2006, de los cuales el 60% son indígenas. Vuelvo a pensar en el poema Alta traición, de Josemilio: “No amo mi patria. Su fulgor abstracto es inasible. Pero (aunque suene mal) daría la vida por diez lugares suyos, cierta gente, puertos, bosques de pinos, fortalezas, una ciudad deshecha, gris, monstruosa, varias figuras de su historia, montañas, y tres o cuatro ríos”. Quizá por eso uno está tratando siempre de volver a donde ha sido feliz, aunque Sabina nos instruya lo contrario, y aunque el drama trágico de nuestro tiempo sea con Vila-Matas, que no sabemos muy bien cómo volver a casa.

Danner González

Especialista en comunicación y marketing político. Ha realizado estudios de Derecho en la Universidad Veracruzana; de Literatura en la UNAM; de Historia Económica de México con el Banco de México y el ITAM, y de Estrategia y Comunicación Político-Electoral con la Universidad de Georgetown, The Government Affairs Institute. Máster en Comunicación y Marketing Político con la Universidad de Alcalá y el Centro de Estudios en Comunicación Política de Madrid, España, además del Diplomado en Seguridad y Defensa Nacional con el Colegio de Defensa de la SEDENA y el Senado de la República. Ha sido Diputado Federal a la LXII Legislatura del Congreso de la Unión, Vicecoordinador de su Grupo Parlamentario y Consejero del Poder Legislativo ante el Consejo General del Instituto Nacional Electoral. Entre 2009 y 2010 fue becario de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores en Córdoba, España. Sus ensayos, artículos y relatos, han sido publicados en revistas y periódicos nacionales e internacionales. Es Presidente fundador de Tempo, Política Constante.