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Por Danner González

@dannerglez

 

Las utopías desencantan. Hace ya once años que Sergio Ramírez publicó Adiós muchachos, una pausada revisión a la revolución sandinista que derrocó en 1979 a Anastasio Somoza en un país que no fue fundado por un general, sino por un poeta, Rubén Darío, y que llevó al poder a un movimiento en el que estaban cifradas las esperanzas de un pueblo que vivía en medio de la expoliación y los excesos de un tirano.

 

La revolución concitó una alianza hasta entonces impensada. Participaron comunistas y socialdemócratas, intelectuales y curas, empresarios y desposeídos . Ramírez acompañó a Ortega como Vicepresidente de un gobierno que iba a cambiarlo todo. De la rebeldía de sacerdotes afines a la teología de la liberación –acaso como un mero eco nostálgico–, queda como testimonio en Youtube una estampa que sintetiza las visiones encontradas de la Iglesia de Roma: Ernesto Cardenal se arrodilla frente a Juan Pablo II en su visita a Nicaragua en 1983. El papa se niega a bendecirlo mientras visiblemente molesto y señalándolo con el índice flamígero, le encaja una reprimenda pública.

 

El sandinismo hizo un necesario reparto de tierras, se transformaron cuarteles en escuelas, se emprendió la más grande cruzada alfabetizadora hasta entonces vista en la región. El analfabetismo se redujo del 50 al 13% en Nicaragua, pero bien pronto se vio que Ortega no estaba dispuesto a ejercer el gobierno colegiadamente. En 1990 perdieron las elecciones frente a Violeta Barrios de Chamorro. El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) no era para entonces ni la más pálida sombra del movimiento que iba a transformar Nicaragua. Sergio Ramírez y muchos otros líderes y guerrilleros que habían combatido al somocismo, le dijeron adiós a Ortega, desencantados.

 

En 2007 Daniel Ortega volvió al poder. Sobraron los señalamientos de violaciones a los derechos humanos, enriquecimiento, despotismo. Algunas políticas de gobierno rayaban en la insania. No era secreto que su esposa, Rosario Murillo cogobernaba con él, de la mano de brujos, chamanes y clarividentes de muy diversa estofa. Para 2017 se perdió todo pudor democrático. Murillo se presentó a elecciones como Vicepresidenta del Gobierno de su marido. Ese mismo año Sergio Ramírez ganó el Premio Cervantes de Literatura y se lo dedicó “a todos los nicaragüenses asesinados estos días por reclamar justicia”.

 

Durante la crisis política que ha asolado Nicaragua los últimos cien días, han muerto ya casi quinientas personas y casi seiscientas más se reportan desaparecidas. Ortega ha rehusado las salidas políticas que le han ofrecido para destrabar el conflicto. Se niega a renunciar. Está atrincherado en el viejo palacete de un somocista, que fue confiscado al triunfo de la revolución sandinista y que Ortega tomó como vivienda. El hombre es –diría Válery–, un animal encerrado por el lado de adentro de su jaula. Daniel Ortega se ha convertido quizá en alguien mucho peor que el tirano que combatió en los setenta. No solo debe irse, sino que debe ser juzgado por sus crímenes.

 

Permítaseme volver a la sentencia de inicio. Decía que las utopías desencantan. Por eso cuando se pretende transformar un país, quienes participan en la vida pública deben alejarse de ellas, rechazarlas de tajo. En su mundo de oscuridad y silencios, Francisco de Goya comprendió que el sueño de la razón produce monstruos. Nietzsche advirtió igualmente que quien con monstruos lucha debe cuidar no convertirse en uno de ellos. Ortega en su deshonor, le hace honor hoy a un poema de José Emilio Pacheco, Antiguos compañeros se reúnen: “Ya somos todo aquello contra lo que luchamos a los veinte años”.

 

Danner González

Especialista en comunicación y marketing político. Ha realizado estudios de Derecho en la Universidad Veracruzana; de Literatura en la UNAM; de Historia Económica de México con el Banco de México y el ITAM, y de Estrategia y Comunicación Político-Electoral con la Universidad de Georgetown, The Government Affairs Institute. Máster en Comunicación y Marketing Político con la Universidad de Alcalá y el Centro de Estudios en Comunicación Política de Madrid, España, además del Diplomado en Seguridad y Defensa Nacional con el Colegio de Defensa de la SEDENA y el Senado de la República. Ha sido Diputado Federal a la LXII Legislatura del Congreso de la Unión, Vicecoordinador de su Grupo Parlamentario y Consejero del Poder Legislativo ante el Consejo General del Instituto Nacional Electoral. Entre 2009 y 2010 fue becario de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores en Córdoba, España. Sus ensayos, artículos y relatos, han sido publicados en revistas y periódicos nacionales e internacionales. Es Presidente fundador de Tempo, Política Constante.