Por Danner González y Ramón Ramón**
@dannerglez y @ramonramon
Un candidato sin programa es un simple producto. Claves para lograr conectar.
En cada elección vemos un sinfín de campañas vacías de contenido, candidatos que hacen circo, maroma y teatro para llamar la atención y que alistan para la foto su mejor sonrisa, sin construir antes un programa de gobierno o agenda legislativa. Esto, sumado al hartazgo ciudadano por la política abona al descrédito de la misma como la forma más alta de solucionar problemas humanos.
La mercadotecnia política ha contribuido a este despropósito, subrayando el lugar común de que forma es fondo. No hay nada más alejado de la realidad a la hora de construir una candidatura ganadora. Un candidato sin programa se desdibujará pronto, será incapaz de sostener una narrativa coherente con lo que sus asesores y estrategas pretendan comunicar.
Es verdad que vivimos hoy la primacía de la imagen sobre la palabra. Somos el primer país consumidor de vídeos en el mundo pero nos cuesta mucho generar contenidos. Pues bien, los vídeos ayudan, los diseños ayudan, las frases pegajosas ayudan, pero es hora de ganar las campañas con propuestas. A la gente le parecerá divertida la foto de tus perritos y sin duda tendrá muchos “me gusta”, pero más temprano que tarde querrán saber qué propones para solucionar sus problemas. Por eso antes que todo lo demás, debes ocuparte en construir un programa.
No hay que saberlo todo, ten la humildad de rodearte de los mejores.
Como decía Alvin Toffler, no se trata de que los políticos sepan de todo, sino de que tengan la sensibilidad de entender y rodearse de quienes saben; de lo contrario, se convierten en una amenaza.
En política no hay soluciones eternas. Puedes haber sido diputado, alcalde o gobernador, pero las soluciones de ayer no son ni de cerca las soluciones que hoy requiere tu ciudad, tu distrito, tu estado o tu país.
Los mejores equipos –ya sean de gobierno o legislativos– no son aquellos en donde el líder es todólogo, sino allí donde es capaz de integrar un equipo exitoso con los mejores perfiles, con quienes se han especializado en cada una de las áreas necesarias para el buen funcionamiento de la campaña y luego del gobierno o del Congreso.
Pregúntate: Mientras tú haces política, ¿quién hará análisis de costo-beneficio de las políticas públicas propuestas? ¿Quién estará dedicado a estudiar el impacto de las decisiones y la proyección de escenarios? En un tiempo en que los escenarios se mueven rápidamente, es necesario un equipo especializado que ayude al gobernante o legislador a responder las siguientes preguntas: ¿Qué se va a hacer? ¿Cómo se va a hacer? ¿Con qué se va a hacer?
Hay que cambiar la manera de pensar la administración pública y comenzar a pensar en una nueva gerencia de gobierno que de manera externa construya las políticas públicas, vigile su implementación y evalúe sus resultados sin las pasiones políticas que se generan usualmente en los equipos endógenos de campaña.
Persuade, argumenta, convence.
Una vez ganada la elección, comienza la batalla contra el tiempo. Los ciudadanos exigen resultados palpables y el bono democrático se agota pronto. Racionalidad técnica y comunicación persuasiva son los dos componentes de la fórmula de un gobierno exitoso. Muchas políticas públicas fracasan no porque sean malas en sí mismas, sino porque su argumentación y formulación es deficiente. Ante la pérdida de confianza en la clase política, persuadir a los ciudadanos sobre la utilidad de las políticas propuestas es asunto prioritario.
Por ejemplo, siempre hay malestar ciudadano cuando se cierran calles, aunque esto conlleve la mejora de las vialidades o cuando se suspende el servicio de agua potable, aunque esto implique el mantenimiento y mejoría del sistema. ¿Qué hacen mal en estos casos los gobiernos? Se olvidan de que deben comunicar, persuadir y vencer resistencias.
Dignificar la vida pública implica conducirse con probidad y seriedad. Gobernar y legislar no pueden seguir siendo oficios de improvisados. Los ciudadanos demandan soluciones a sus problemas, no discursos ni frases desprovistas de sentido; quieren saber cómo se instrumentará una acción de gobierno, cuánto costará y en cuánto tiempo va a realizarse. Lo menos que pueden hacer candidatos, gobernantes y legisladores electos, es asumir con profundo respeto hacia sus electores el encargo que estos le han conferido, y para eso tiene que haber antes que nada programa, agenda, el qué, el por qué y el cómo, o como dicen en los pueblos, “el remedio y el trapito”.
*El presente artículo fue publicado originalmente en la revista Campaigns & Elections México, Año 9, No. 86, Julio de 2018. Se reproduce con autorización de sus autores.
** Ramón Ramón. Español y viajero de todo sitio en donde hay elecciones. Es un consultor internacional en políticas tecnológicas y comunicación. Docente y divulgador del uso de free software. Colaborador habitual de este medio con siempre acertados artículos que cuentan sólo un poco de lo que lleva a sus charlas y clases alrededor del mundo.