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Por Danner González

@dannerglez

 

Miguel Ángel Porrúa sigue siendo librero-editor en tiempos en que la industria del libro enfrenta enormes desafíos. Por un lado, las editoriales independientes se enfrentan en lucha desigual con los grandes emporios transnacionales que editan libros entre muchas otras mercaderías. Por otro lado, las nuevas generaciones mutan progresivamente a la lectura en línea, en el mejor de los casos, y en el más grave, a la no lectura. Continuar editando libros es, en tiempos de ferocidad mercadológica, una aventura quijotesca. Por ello, quizá no sea casualidad que en su andadura de velar armas literarias, lanza en astillero, le acompañen una hija de nombre Aldonza y una nieta llamada Lorenza.

 

A los nombres de Jorge Herralde o Joaquín Diez-Canedo, habría que sumar el de Miguel Ángel Porrúa, por la calidad de sus ediciones, por el compromiso con sus autores y por su pasión de promotor cultural incansable y a contracorriente. Siempre está editando rarezas literarias. Destacan en su acervo, bellas ediciones facsimilares que dan fe de su honda vena mexicanista y de su estatura de mexicano universal. Miguel Ángel nos ha permitido acceder a libros antiquísimos que, de otra forma, estarían velados para los lectores de a pie. Ir a visitarlo supone encontrarse con un amplio muestrario artístico. Es uno de los últimos hombres de saberes enciclopédicos en México. Una rápida visita a Amargura 4 implica una cátedra sobre los temas más peregrinos, para luego salir de allí con varias joyas librescas bajo el brazo.

 

Con la quema de la Biblioteca de Alejandría perecieron más de 700,000 volúmenes y con ellos se extinguió una parte fundamental del saber del mundo antiguo. M. A. Porrúa sabe con Heinrich Heine, que allí donde se queman libros se acaba quemando a las personas y condenando al olvido a los pueblos. Por eso, no duda en afirmar que el libro no morirá y que, frente a la obsolescencia de soportes tecnológicos que se ven superados todos los días, hay que dejar constancia impresa de la memoria en medios que puedan leerse siempre; para ello es que hace libros. Su catálogo histórico da cuenta puntual de los 3,000 títulos que ha publicado en cuarenta años de vida editorial, lo mismo de Antropología que de Derecho, de Economía o de Arte, de Literatura y Desarrollo Regional, de Medicina y de Arquitectura y Urbanismo, entre muchas otras categorías.

 

Su extraordinario humor no se queda a la zaga de su pasión por el arte o de su vasta cultura. Quien lo haya visitado en su oficina recordará que detrás de su escritorio hay un pequeño letrero que advierte: “Tenga la bondad de dirigirse a mí con suavidad, sin alzar el tono de voz y sin contrariarme en modo alguno. A las personas de mi edad, los gritos y discusiones les provocan bruscas subidas de tensión, hiperacidez gástrica, trastornos cardiovasculares, y entonces llego a ponerme muy desagradable”.

 

En 2014 me llevó allí por primera vez Reyna Monroy, para proponerle la edición de un libro de ensayos y artículos míos que habían ido apareciendo irregularmente y que se habían quedado sueltos. Miguel Ángel hojeó rápidamente el borrador, ducho como es en su oficio. –¿Cuántos años tienes, mano? Me preguntó. –30, le dije. –No, mano, imagínate, si ahorita publicas tu colección de ensayos, ¿qué vas a publicar cuando seas viejo? No me lo publicó, pero decidió brindarme su amistad y me invitó a participar con textos introductorios en la reedición de las Lecturas Clásicas que compilara José Vasconcelos a principios del siglo pasado. Gracias a él, puedo decir que una vez fui telonero de Vasconcelos.

 

Miguel Ángel Porrúa es en suma, un editor impecable, un amigo inmejorable y un ser humano entrañable. Imagino que al preparar sus ediciones piensa en los libros como en cápsulas del tiempo en espera de relecturas, de una nueva luz que aparecerá un día gracias a quienes como él, son celosos guardianes de la memoria del mundo.

 

Para él y para quienes han hecho posible este 40 aniversario, ¡muchas felicidades!

Danner González

Especialista en comunicación y marketing político. Ha realizado estudios de Derecho en la Universidad Veracruzana; de Literatura en la UNAM; de Historia Económica de México con el Banco de México y el ITAM, y de Estrategia y Comunicación Político-Electoral con la Universidad de Georgetown, The Government Affairs Institute. Máster en Comunicación y Marketing Político con la Universidad de Alcalá y el Centro de Estudios en Comunicación Política de Madrid, España, además del Diplomado en Seguridad y Defensa Nacional con el Colegio de Defensa de la SEDENA y el Senado de la República. Ha sido Diputado Federal a la LXII Legislatura del Congreso de la Unión, Vicecoordinador de su Grupo Parlamentario y Consejero del Poder Legislativo ante el Consejo General del Instituto Nacional Electoral. Entre 2009 y 2010 fue becario de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores en Córdoba, España. Sus ensayos, artículos y relatos, han sido publicados en revistas y periódicos nacionales e internacionales. Es Presidente fundador de Tempo, Política Constante.