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Por Golondrina Viajera

@nuezgolondrina

 

Ya se va a terminar, así que córranle y luego no digan que no les avisé. Se trata de una de las mejores exposiciones que el gobierno federal (sí, el del muy memeable Peña bebé) ha traído. Se trata de la colección más grande de arte español fuera del continente europeo, pues pertenece a la Hispanic Society, fundada en 1904 por Archer Huntington, un gringo filántropo de esos que no saben en qué gastarse su dinero y pues se lo gastan en harto arte.

 

La muestra está exquisitamente curada (cuenta con líneas del tiempo y videos explicativos de cada una de las épocas) y está organizada en cinco salas con seis secciones temáticas que van desde La antigüedad de España hasta la España moderna, pasando por la España medieval, Siglos de Oro, América Virreinal y el Fin del antiguo régimen. Más allá de los jarrones, esculturas, platos, joyería y manuscritos espléndidos que forman parte de la colección, a mí me sobresaltaron las pinturas. Una entra a la sala de pintura española para encontrarse con Diego Velázquez mon amour, y su retrato magnífico de Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares. Por los pasillos, como quien no quiere la cosa, se encuentra uno cuadros de Doménikos Theotokópoulos (para la banda: el Greco), de figuras ampulosas y colores inquietos. Parece que su mano se derrite cuando está pintando. ¡Imagínense! Si como pintaba acariciaba, ya les encargo como debe haber traído a las toledanas de su época.

 

Así se llega hasta Goya. Tras una espléndida serie de grabados, aparece su majestuoso retrato de la Duquesa de Alba. Hay que ver el tocado y la filigrana que el pintor borda en las ropas de la Duquesa y hasta las finas facciones que le regala (acá entre nos, los de Alba no han sido muy agraciados nunca), hasta pareciera que Goya traía algo con la susodicha. Si uno contrasta estos retratos de Goya en su papel de pintor de la corte con las pinturas negras de la Quinta del Sordo entenderá lo que ha habido que hacer para bien comer desde tiempos remotos. Uno no es lo que quiere, sino lo que puede ser.

 

De pronto uno se topa con dos magníficos Sorolla. Estúpido y sensual Sorolla que nos contagia del erotismo de esas figuras en bañador transparente (como show de camisetas mojadas pero con buen gusto). A una se le antoja estar en pelotas en cualquier playa de la Costa Brava o en las Fallas de Valencia, comiendo paella y bebiendo vino nomás de pensar en Sorolla.

 

Quisiera contarles todo, pero se me acaba el espacio y también quiero que vayan a verla, porque solo estará hasta el 23 de septiembre. A la salida pueden comprar ya el catálogo o bien un periódico con información muy interesante por solo 20 pesitos. Lo único malo de la expo es la cuidadora de la entrada de la última sala, que siente que por custodiar a Velázquez mon amour, ya es gendarme o ama de llaves de la corte de Felipe VI. Se da unas ínfulas que ni la infanta doña Leonor, pero más allá de eso, la exposición es fantástica y una no anda yendo a Nueva York todos los días a mirarla. Vayan a verla y escríbanme para contarme qué fue lo que más les gustó. Será un placer leerles. Nos encontramos aquí en la siguiente entrega. ¡Felices fiestas patrias!

 

Golondrina Viajera

Mexicana. Foodie. Bon vivant. Always on the road…