Por Golondrina Viajera
@nuezgolondrina
Deambulando por la colonia del Valle, me encontré con una pequeña gran barra de especialidad de café, llamada Mimo, Café Bueno. Resulta que andaba caminando por la calle Amores, esa que sale en una canción de Arjona llamada “Aún te amo (Carta No. 1)”. Y aquí quiero hacer un alto en mi relato para puntualizar que aunque ustedes no lo crean, hubo un Arjona que no era tan malo, que no hacía canciones tan estúpidas como las de ahora, pero que fue muy efímero y que en 1996 con “Si el norte fuera el sur” decidió el éxito fácil con letras simplonas y a prueba de analfabetas funcionales. Hasta aquí mi veneno a la manera de Violencia Rivas, feminista de abolengo.
Mejor volvamos a la placidez de la colonia del Valle, y la calle Amores. Mimo, Café Bueno es quizá una de las cinco mejores barras de especialidad que he visitado en la Ciudad de México. El lugar es pequeñito, entrañable, te abraza tan pronto entras. Y sí, su café te mima. Se nota que le tienen un profundo respeto. Está muy bien presentado, con vasos y cerámica bellos en verdad. Los precios están en concordancia con lo que te ofrecen, sin rayar en las locuras de Starbucks, donde acabas pagando 80 pesos por un café.
Su terraza, pequeñita, de apenas dos mesas, permite fumar. Y aquí quiero hacer otro paréntesis para reclamarle a Starbucks las razones por las que ya no permiten fumar en sus terrazas. Pues, ¿qué es eso? Yo digo que está muy bien que pongan viejitos a atender sus barras –aunque hay quien dice que los explotan– y que ya no den popotes porque hay que cuidar a las tortuguitas, pero, carajo, tanta corrección política fastidia. Si quieren hacer política, mejor que formen un partido, no que vendan café.
Si quieren un buen café caliente, les recomiendo el Flat White y si son más de fríos, el Black Ice es verdaderamente huérfano. ¡No tiene madre! Es buenísimo. Se trata de unos hielos de café debidamente extraído a la manera de un espresso sobre los que después vierten leche caliente emulsionada, lo que provoca una suerte de reacción química que hace que la bebida sepa dulzona sin que tenga endulzante alguno.
Sus panes se veían bastante bien, pero últimamente ando haciendo dieta así que no me atreví a probarlos. Soy de la idea, sin embargo, de que ustedes que sí pueden,se deben consentir con un pan de chocolate, que se veía delicioso. ¡No se lo pierdan! Si quieren pasar un rato apacible en medio del estrés de la ciudad, vayan a Mimo. La dirección es Amores 1403-8, casi esquina con San Lorenzo. No se van a arrepentir. Ya me despido, pero nos seguimos leyendo por aquí. Por ahora me voy de nuevo a Mimo, por un café. Escríbanme al twitter y cuéntenme qué lugares les han maravillado últimamente, y sobre todo, sean felices y disfruten la comida, los viajes, el buen beber, porque la vida es como la ciruela: pasa. ¡Hasta la próxima!