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Por Danner González

@dannerglez

 

Federico Vite irrumpió en la literatura mexicana con el signo del enfant terrible. La anécdota se ha vuelto leyenda: En 2006 publicó Fisuras en el continente literario. La novela planteaba el secuestro de Octavio Paz a manos de un comandante que aspiraba a publicar una novela. Después sucedió lo que ya se sabe, la edición completa desapareció de manera muy similar a cuando en el fidelato, en Veracruz se compraba toda la edición de la revista Proceso para retirarla de los puestos de periódico por atacar al gobernador. Solo que acá el gobernador de la ínsula, debo decir, del continente literario, era el prócer de Mixcoac. Alguien dijo que un santón de ese continente literario al que Vite aludía se había ofendido por el tratamiento de la efigie intocable de Octavio Paz. La figura de Vite comenzó a mitificarse.

 

Por aquellos años lo conocí en casa de Rafael Toriz, en Xalapa. Lo recuerdo en una fiesta ya de madrugada, con Daniela Bojórquez, Noé Morales, Brenda Ríos, Alejandro Ricaño… Vite aparecía y desaparecía con una cerveza y un plato de spaguetti en la mano y cada que nos encontrábamos me decía muy serio: ¡Llamadme Ismael!

 

De esa voluntad de acólito del Capitán Ahab, está hecha la obra de Federico Vite, visceral, sin concesiones, jocosa a veces, sexosa como es la costa –pienso en un cuento delicioso de Carne de cañón, Ya tú sabes, James– que a ratos te adormece para luego devolverte a la realidad del puerto de Acapulco a punta de balazos. A menudo imagino a Vite como un Pedro Juan Gutiérrez costeño, escribiendo, siempre escribiendo, aunque los canónicos le nieguen la mirada.

 

Recién leí Bajo el cielo de Ak-pulco, novela con la que Vite ganó el Premio Nacional de Novela Negra Una vuelta de tuerca, en 2015. Se trata de una novela que contra Cortázar no gana por puntos, es un nocaut permanente. Vite tiene la voluntad de un pugilista mil veces madreado. Quienes hemos vivido allí sabemos que Acapulco es así, pero pocos como Vite han sabido retratar su crueldad descarnada, su mandíbula de ciudad devorando a sus hijos. No había terminado de leer la novela cuando me llegó la noticia del asesinato de Gabriel Soriano, amigo con quien tuve oportunidad de coincidir en el trabajo. Me quedé mudo. No quería continuar leyendo la novela y menos volver a Acapulco. ¿Cómo se puede leer en clave de ficción una realidad abrasiva que nos respira en la nuca?

 

Volví a ver a Vite hace unos días, después de algunos años, con motivo de la presentación de su novela Parábola de la cizaña, en la Librería Rosario Castellanos. No es por hacerles desaire, pero Vite ya no bebe. Elegantemente enfundado en un traje azul de dos piezas –hay rumores de que llevaba corbata pero la perdió a última hora– le escuchamos hablar de esa ciudad que ama y odia a la vez, de su rencor social, de su público cautivo en el CERESO de Acapulco, con el humor que caracteriza sus libros, un humor corrosivo, como la humedad al nivel del mar, como la vida misma. Después llegaría a felicitarlo el futuro director del Fondo, Paco Ignacio Taibo II, y luego algunos de los parroquianos nos dispersamos, disipando cualquier intento de fiesta de esas que antes acababan al alba, porque nosotros los de entonces, ya no somos los mismos.

En estos tiempos en que la realidad desborda a la ficción, vale la pena acercarse a la obra de Federico Vite, aunque haya que perseguirla, pues no siempre se le encuentra. Personalmente pienso que ya va siendo hora de que el medio editorial mexicano comience a hacerle justicia a la obra de un grande, aunque estoy seguro de que eso a él lo tiene sin cuidado. Tengo la certeza de que Vite habrá de seguir abriendo fisuras en el continente literario, nadando como el salmón, a contracorriente. ¡Enhorabuena, querido Fede!

Danner González

Especialista en comunicación y marketing político. Ha realizado estudios de Derecho en la Universidad Veracruzana; de Literatura en la UNAM; de Historia Económica de México con el Banco de México y el ITAM, y de Estrategia y Comunicación Político-Electoral con la Universidad de Georgetown, The Government Affairs Institute. Máster en Comunicación y Marketing Político con la Universidad de Alcalá y el Centro de Estudios en Comunicación Política de Madrid, España, además del Diplomado en Seguridad y Defensa Nacional con el Colegio de Defensa de la SEDENA y el Senado de la República. Ha sido Diputado Federal a la LXII Legislatura del Congreso de la Unión, Vicecoordinador de su Grupo Parlamentario y Consejero del Poder Legislativo ante el Consejo General del Instituto Nacional Electoral. Entre 2009 y 2010 fue becario de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores en Córdoba, España. Sus ensayos, artículos y relatos, han sido publicados en revistas y periódicos nacionales e internacionales. Es Presidente fundador de Tempo, Política Constante.