Editorial
@tempomxcom
La cúpula de Podemos se ha roto. Desde el Congreso de Vistalegre 2 se sentía la tensión entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón debido a sus diferencias políticas. Iglesias, el político peor valorado de España en la actualidad ha dilapidado rápidamente su capital político. Son tiempos para grandes discursos, pero no son tiempos para la necedad y el egocentrismo, la gente lo sabe. La construcción de un partido político no es cosa menor, conseguir votantes menos, hacerlo una opción real para ganar la Presidencia es aún más difícil.
Podemos logró todo esto en apenas unos años tras el 15M de la Puerta del Sol. “No nos representan” se convirtió de inmediato en la bandera de millones de ciudadanos indignados que entendió que para cambiar la élite política que les gobernaba, había que proponerse para sucederles. Así, llegaron los primeros eurodiputados para Podemos, luego un grupo nunca antes visto de gente en ropa de calle entró al Congreso de los Diputados escandalizando a M. Rajoy y compañía, Ada Colau y Manuela Carmena ganaron Barcelona y Madrid. Podemos abría al mismo tiempo dos puertas grandes.
Con el Pacto de Iglesias con Izquierda Unida, las diferencias en Podemos comenzaron a hacerse aún más visibles, en medio de un tiempo de polarización y viraje del electorado hacia la derecha más rancia y nauseabunda. La salida de Errejón para encabezar al lado de Manuela Carmena una lista en Madrid no hace sino mostrar al ya desencantado público de Podemos que ni uno ni otro (Iglesias y Errejón) son capaces de ver el bosque más allá del árbol en que se han trepado.
A estas alturas de su proyecto político, bien harían en preguntarse ¿qué queremos? ¿qué esperan de nosotros los españoles que nos han votado? ¿Acaso se miran como eternos opositores al gobierno o es que les da miedo construir una opción real de ser gobierno? Flaco favor le hacen a la derecha yendo por caminos separados. No entienden que no entienden.
Más allá de sus diferencias personales, de sus ambiciones políticas –que las tienen aunque vayan de ciudadanos transversales, pues todo el que respira, aspira–, de sus berrinches de profes malhumorados, es hora de que España les haga entender que separados solo lograrán entronizar a una ultraderecha que ellos consideran muerta, pero que más pronto que tarde han de saber, que, como en la famosa sentencia hispana: “Los muertos que vos matáis, gozan de cabal salud”.