Efrén Calleja Macedo
@lem_mexico
Cuenta Juan Villoro en El género Monsiváis (Secretaría de Cultura-Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2017): “En 2009, en el Festival Hay de Cartagena de Indias, un norteamericano se dirigió a [Carlos Monsiváis] con una mezcla de interés e insolencia: ‘Me gustó lo que dijo, pero nadie me puede decir quién es usted, ¿podría recomendarme alguno de sus libros?’ Monsiváis fingió paciencia franciscana y contestó: ‘Me limitaré a dos: El llano en llamas y Pedro Páramo. Algunos maledicientes dicen que no los escribí yo, pero nunca les respondo a mis detractores’”.
Quizá la vasta obra de Carlos Monsiváis (1938-2010) no haya sido sino un ejercicio permanente de explicación de la realidad: En verdad te digo que lo que estás viendo no es, ni ha sido, ni será lo que estás viendo. Esto vale para los análisis intempestivos, las crónicas coyunturales, los relatos polifónicos, los incontables prólogos y las revisiones históricas que desperdigó por todos los medios de comunicación existente y por existir.
Maestro de la ironía didáctica, el sarcasmo pedagógico y la sátira escolástica, Monsiváis aplicó en cada una de sus publicaciones el modelo educativo sintetizado en “Por mi madre Bohemios”, esa columna protagonizada por la R. que durante más de cuatro décadas le explicó al respetable lo que el declarante no quería decir pero lo estaba diciendo. Por ejemplo:
—Primero los invita y luego los descalifica.
“Renuncio a participar en coloquios o mesas redondas porque son como desfiles de modas donde los ponentes tratan de lucirse. Para encontrar soluciones a los problemas sociales se plantean masturbaciones teóricas. Los ponentes exhiben su anorexia, su delgadez intelectual.”
Subcomandante Marcos, al concluir las mesas redondas convocadas por el EZLN. El País, 17 de diciembre de 2007.
Para expresarlo con una de sus frases clásicas, el oficio del cronista fue recordarle al auditorio que las circunstancias pasan pero el estupor se mantiene: “o ya no entiendo lo que pasa o ya pasó lo que estaba entendiendo”.
De esta tarea da cuenta Villoro. El análisis parte, por supuesto, de recordar que el cronista aseguraba ser “un lugar común de la Portales”. Si consideramos que el lugar común es el sitio en el que nos encontramos y nos entendemos, lo era.
Por ello, su hogar era La Meca de los desplegados, los presídiums, los abajo firmantes, las denuncias colectivas, las exposiciones de arte popular, los análisis cinematográficos, las revistas emergentes, los catálogos musicales y, cómo no, los estudiantes de periodismo deseosos de darle machetazo al caballo de espadas.
Dice Villoro, al recordar su participación en las antesalas callejeras de la Portales: “Somos los extraños peregrinos de un autor, los feligreses que aguardan que la puerta se abra para que del otro lado aparezca la verdad”. Ese portón estaba en el 62 de la calle San Simón y en los periódicos, los semanarios, los libros, las revistas y, particularmente, las declaraciones. Monsiváis era el eco de Monsiváis, ese ser omnisciente que escribió “crónicas que son editoriales que son estudios culturales que son capítulos de enciclopedias [y que] importan más por lo que él pensó de los acontecimientos que por los acontecimientos mismos”.
Así lo explica Villoro: “Caso único en la literatura mexicana, Monsiváis fue un personaje escapado de sus libros. Hablar con él, venderle o solicitarle algo, formaba parte de su singular presencia en la cultura. Sus textos desbordaban el marco de las páginas. Convertido en la agencia de prensa de un solo hombre y el solidario apoyador de mil causas, modificó las noticias con su capacidad de intervención social.”
También alteró la idea de lo popular en el periodismo: “Julio Scherer García le reprochaba el uso tan frecuente de extensos paréntesis en los que incluía retruécanos, juegos de palabras, barrocas interpretaciones de la realidad que frenaban el texto y lo apartaban del tema principal”. Pese —o gracias— a esto Monsiváis tuvo legiones de lectores y escuchas fervientes —a favor y en contra— dispuestos a recorrer sus laberintos narrativos.
En LEM creemos, con Villoro, que aún está por descubrirse la obra completa del cronista que sentenció: “La peor pesadilla es la que nos excluye.” Leer El género Monsiváis es una buena manera de avistarla.
*Centro de Producción de Lecturas, Escrituras y Memorias (LEM)
lem.memoria@gmail.com
artículo originalmente publicado en el Periódico “El Popular” (que puede consultarse en el siguiente enlace: https://www.elpopular.mx/2019/02/25/opinion/el-cronista-como-lugar-comun-199498)