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Reciclar cartuchos… quemados

 

Editorial

@tempomxcom

 

Quizá aprovechando que todo mundo se había ido de puente con motivo de las fiestas patrias, el ex gobernador chiapaneco Juan Sabines obtuvo el beneplácito de la cancillería mexicana para anunciar su nombramiento como Cónsul en Orlando, Florida. Así lo anunció él mismo, el 13 de septiembre en su cuenta de Twitter, @Juansabinesg:

 

“Tuve el gusto de platicar con nuestro Canciller Marcelo Ebrard. Será un alto honor formar parte de su equipo y de representar al gobierno del querido presidente @lopezobrador_ en el centro y norte de Florida. Gracias a la comunidad mexicana e hispana por sus muestras de afecto”.

 

El anuncio sorprende por la calidad del personaje. Priísta de viejo cuño, llegó al gobierno del Estado gracias a Andrés Manuel López Obrador, quien lo aceptó en las filas del PRD, que lo hizo su candidato en 2006. Poco tiempo le bastaría entonces para traicionar al tabasqueño, pues apenas triunfante, lejos de convertirse en oposición al gobierno de Felipe Calderón, pactó con él, dio la espalda al movimiento obradorista y persiguió a sus adversarios políticos exhibiendo el garrote y amenazando con la cárcel a quienes osaron oponerse a su gobierno, en el mejor de los casos. Su padre político, Pablo Salazar, fue una de las víctimas de aquel a quien Germán Dehesa llamaba “el trucutú chiapaneco”.

 

La oposición de aquellos años recuerda el mandato del entonces gobernador chiapaneco como uno de los más negros para todo aquel que desde la izquierda, osara criticarlo. En 2011 persiguió y encarceló, entre otros, a familiares y amigos de Maria Elena Orantes, entonces candidata de Movimiento Ciudadano al gobierno de Chiapas. Fue famosa por aquellas fechas una frase del profe Alberto Anaya, líder histórico del PT, quien dijo: “A Sabines se le olvida que los primeros años son para madrear y los últimos para sobar”.

 

En 2013, Juan Sabines fue denunciado ante la Procuraduría General de la República con un grupo de colaboradores suyos, por el desfalco de más de 40 mil millones de pesos al erario público, enriquecimiento ilícito, delitos cometidos por servidores públicos, tortura e incomunicación, delitos contra la dignidad de las personas, fraude procesal, entre otras lindezas. Juan Sabines inició la era de los neogobernadores que perdieron la brújula y el recato. A sus excesos se sumarían después Ulises Ruiz, Javier Duarte, César Duarte, Roberto Borge.

Por aquellos años de ostracismo se refugió guardando un discretísimo perfil en Acapulco, en donde se veía fugazmente oculto tras una barba y unos lentes de sol y protegido, él y su familia, por camionetas con guardaespaldas. El miedo entonces, no andaba en burro.

 

Como se sabe, en política no hay más muertos que aquellos que están tres metros bajo tierra, así que en la segunda mitad del sexenio de Peña Nieto, Sabines volvió a la escena pública cuando el PRI debió echar mano de los impresentables pero eficaces operadores políticos en territorios complejos: Veracruz, Chiapas, Oaxaca. Fidel Herrera fue nombrado cónsul en Barcelona, José Murat debió conformarse con la Fundación Colosio tras haber sido el artífice del pacto por México, ante el revuelo que causó el anunció de un posible nombramiento suyo de vuelta al primer nivel de la política mexicana y Juan Sabines fue nombrado cónsul de México en Orlando.

 

Durante la campaña de 2018, Morena echó mano de personajes de toda estofa: Germán Martínez, Gabriela Cuevas, el yerno de Elba Esther Gordillo, ex priístas y ex panistas. El fin, parecía decir la realpolitik, justificaba los medios. El triunfo de Andrés Manuel fue contundente, aunque quizá lo habría sido también sin apoyarse en impresentables de ese tipo.

 

Lo que se entendió entonces, como un modo de ganar a toda costa, no se entiende hoy, cuando Morena gobierna con una legitimidad a toda prueba. No se entiende hoy que Marcelo Ebrard ponga en marcha la política de reciclaje de cartuchos quemados, cuando falta mucho para el proceso electoral y nada abonan a la construcción de una verdadera transformación nacional. ¿Qué gana Ebrard nombrando cónsul a Sabines? ¿Qué gana López Obrador con el regreso de un traidor? ¿Olvidan aquella máxima política de que quien traiciona una vez, traiciona dos veces? ¿Tiene algo que ver con el triunfo avasallante de Rutilio Escandón en Chiapas durante el pasado proceso electoral? Ojalá que el nombramiento no pase de humo entre el pozole y los mariachis de estos días.

Tempo

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