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Por Salvador López Santiago

@sls1103

 

 

En la actual administración, un día sí y otro también, escuchamos la palabra neoliberalismo. A este concepto se le han atribuido todo tipo de consecuencias, desde temas económicos, de salud o de bienestar hasta el incremento en los índices de violencia e inseguridad. Bajo esta tesitura, surge un gran debate entre lo positivo o negativo; eficaz o ineficaz; viable o inasequible; bueno o malo que pudiera llegar a ser el neoliberalismo, hoy más que nunca tiene vigencia tanto a nivel continental como nacional.

 

Para comenzar, cabe mencionar que groso modo, el neoliberalismo tiene que ver con una conformación estructural específica de la sociedad capitalista, en que distintas coyunturas, distintas políticas económicas pueden componer el paquete económico, exactamente en función de las características de las coyunturas específicas. No es un sinónimo para una política económica -monetaria, fiscal y cambiaria-, sino que es independiente.

 

Entre los argumentos a favor, destaca que el desarrollo neoliberal comprende la estabilización macroeconómica (control inflacionario de cuentas); las reformas estructurales (liberalización, desregulación y apertura de mercados); amplios procesos de privatización; y la precondición que tiene el objetivo de mantener estableces los precios de la economía. Asimismo, refieren que las políticas neoliberales han buscado asegurar la concentración en las últimas décadas, a través de la globalización del capitalismo.

 

Sin embargo, este modelo no es bien visto por un porcentaje considerable de la opinión pública en nuestro país, ya sea por una inadecuada aplicación o errónea comunicación que no estableció con precisión sus expectativas y alcances. Esta tendencia no es casualidad, mera ocurrencia o producto de persuasiones. Hemos visto acentuarse el fracaso evidente de las políticas intervencionistas en Medio Oriente. También hemos conocido casos de naciones despojadas de sus recursos naturales como resultado de intervenciones en nombre de los derechos humanos y la democracia.

 

En el caso de México no debemos ir lejos, basta remontarnos a lo acontecido el 1º de julio, cuando en una jornada electoral histórica, por primera vez en la vida democrática de nuestro país, un partido de izquierda llegó a la presidencia de la República. Los resultados registrados en la elección de 2018 pueden ser valorados desde distintas aristas, tales como el hartazgo social, la presencia de un líder carismático o la construcción de un mensaje político que supo recoger las necesidades y preocupaciones de la ciudadanía.

 

Pero sin duda, también fueron contundentes los señalamientos de que el modelo neoliberal, lejos de derivar en beneficios para la economía del Estado y la de las familias, únicamente fue asociado con la privatización de los recursos de la nación. Este discurso no se agotó en la campaña, recordemos que el 18 de marzo de 2019, el presidente López Obrador decretó el “fin de la época neoliberal”, hecho que hasta el momento ha quedado en una simple manifestación, toda vez que la política económica de la actual administración de manera constante da luces de prácticas neoliberales.

 

Pero independientemente de ello, es pertinente mencionar algunos de los efectos del neoliberalismo. Así, uno de los más destacados es la desigualdad, un caso concreto lo encontramos en Paraguay, donde diversos estudios sobre la desigualdad muestran que la desigualdad social, incluso se manifiesta en el decil más rico de la población, pues al aislar al 1% más rico se puede ver que éste obtuvo el 14% del total de ingresos y son quienes más prosperaron entre 2000-2014, mientras que el 9% restante obtuvo 27% del total.

 

Los efectos negativos también se advierten en el ámbito nacional. Luego de la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos (EE. UU) y Canadá, y su posterior puesta en operación desde enero de 1994, la economía mexicana se integró al circuito de valorización comercial y financiera de Estados Unidos, sin embargo, los resultados han sido adversos en cada uno de los países firmantes; se destaca el caso de Estados Unidos. En el mismo ejemplo del Tratado de Liber Comercio, derivó en el estancamiento de los salarios y la redistribución hacia arriba del ingreso, la riqueza y el poder político. Ahora se dice que se ha separado al poder económico del poder político, la pregunta sería ¿hasta qué punto es una realidad?, en especial cuando hoy se celebra un acuerdo neoliberal como es el T-MEC, lo que hace endeble el decreto de marzo de 2019.

 

En este orden de ideas, si la intención de terminar con el neoliberalismo es auténtica, es necesaria la instrumentación de medidas antineoliberales dirigidas a revertir privatizaciones, así como la liberalización de los mercados de trabajo y financiero, o bien, reducir el grado de apertura comercial y financiera, a fin de generar una fuerte reacción tanto económica como política. Mientras tanto, la época neoliberal en México no ha terminado, por más que le pongan la etiqueta de social, todavía se realiza aquello que tanto se deslegitimó.

Salvador López Santiago

Es Licenciado en Derecho por la UNAM, Maestro en Ciencia Política por la UPAEP, Maestro en Derecho Electoral por la EJE del TEPJF y cuenta con estudios de posgrado en Derecho Parlamentario en la UAEMéx. Fue Consejero Electoral Distrital en el Instituto Federal Electoral (IFE) y en el Instituto Nacional Electoral (INE) durante los Procesos Electorales Federales 2011-2012 y 2014-2015, respectivamente. Asimismo, se ha desempeñado como asesor legislativo en el Senado de la República de noviembre de 2012 a la fecha, en la LXII, LXIII, la LXIV y la LXV Legislatura. Desde enero de 2020 es director editorial en Tempo, Política Constante.