Por Salvador López Santiago
@sls1103
Hay quienes conducen a grupos a partir de la imposición y otros lo hacen desde la inspiración. Lo primero es una coerción pasajera, lo segundo es algo virtuoso que supera el filtro del tiempo.
Actualmente, el liderazgo se ha convertido en un elemento esencial en prácticamente cualquier ámbito. Ha dejado de ser exclusivo para unos cuantos y cada vez más, es necesario que todos, al menos, intentemos desarrollarlo. En esta tesitura, son pertinentes dos precisiones: liderazgo no es sinónimo de protagonismo ni individualismo; y que existen distintos tipos de liderazgo, así como diferentes maneras de aplicarlo. Puede ser desde un primer plano o desde una función específica dentro de un grupo -en mi opinión ambas son igual de valiosas-.
Independientemente del rol que juguemos, ser buen líder está en función de contribuir a crear ambientes donde otras personas desarrollan su autoestima y asertividad. Un líder ayuda a otros a convertirse en líderes también. En términos futbolísticos, Jorge Valdano ha expresado que, dentro de un equipo, lo más importante es que todos se sientan importantes, incluso aquellos que no participan con frecuencia, al final del día, se lucha por objetivos comunes bajo una misma identidad.
Si bien es cierto que generalmente asociamos al liderazgo a conductas y mensajes que se trasmiten en cuestiones laborales, también lo es que dichas situaciones pueden derivar en resultados positivos en otros contextos, el liderazgo puede ser aplicable a diferentes áreas -político, económico, social, personal-. Otro aspecto requerido para el liderazgo es que haya instrucciones y metas claras, combinadas con la motivación adecuada y respeto hacia todas las personas que conforman un grupo.
Sin descuidar los objetivos que se tienen en los distintos grupos que interactuamos, también es esencial el reconocimiento de quienes ejercen liderazgo por antonomasia (jefes, estrategas, dirigentes, entrenadores). Entre los beneficios del reconocimiento destaca aumentar el sentido de identidad y lealtad hacia un grupo de trabajo. Cuando existe una comunicación y motivación adecuadas, mejora el ambiente laboral, profesional o deportivo y, en consecuencia, se busca dar lo mejor de sí en cada actividad; en contraste, cuando no es así, los equipos se desgastan y los resultados comienzan a ser mínimos o nulos -en cualquier contexto-.
En ese abanico de posibilidades, me remito a un caso concreto. En un equipo deportivo, el líder no necesariamente es el más talentoso. En ocasiones, quizá la mayoría de las veces, el capitán de una escuadra deportiva no es el más virtuoso, sino que es el que tiene carácter más fuerte y al mismo tiempo la empatía y la capacidad para potenciar las cualidades de los integrantes del equipo. No obstante, en aquellos casos en los que el líder también es el más talentoso, su desempeño al momento de motivar a los integrantes tiene un mayor impacto.
En este orden de ideas, reitero que el liderazgo es algo a lo que debemos aspirar todos y agregaría que se debe buscar desde una lógica de contribuir a una meta en común y no de tener reflectores a toda costa. En una entrevista sobre liderazgo, el exfutbolista chileno Iván Zamorano -El Bam-Bam-, habla sobre su llegada al Inter de Milán en el 2006, plática que tuvo que competir con dos delanteros fabulosos de aquellos años como Ronaldo -El Fenómeno- y Christian, el Toro Vieri, con lo cual dice tenía asegurado su lugar, pero en la banca.
Ante ello, se pregunta que hacer para poder jugar antes de esos dos monstruos y señala que descubrió que ninguno de ellos se sacrificaba por el otro y menos por el equipo, entonces se dio cuenta de que la formula era ser más útil para el grupo, alguien que le echara una mano al compañero, alguien que hiciera algo más por los demás. Comenta que analizó las debilidades y fortalezas para poder ser incluido entre los titulares, así dice que corría más y se sacrificaba por el equipo -después Ronaldo y Vieri alternaron-, ese también es un tipo de liderazgo que se sintetiza con la siguiente expresión “poner el pecho al servicio de los demás”.
Esta anécdota me parece muy valiosa porque el tipo de liderazgo que aplicó Zamorano puede ser replicado por cada uno de nosotros, en nuestro trabajo o grupos donde seamos integrantes y en general en cada ámbito donde participemos. También es significativo porque muestra al liderazgo como un elemento para el beneficio colectivo, al tiempo que en lo individual se evoluciona -creando un binomio virtuoso-. Es de esta manera en la que construimos liderazgo desde lo cotidiano.