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La Canilla Chopeada

 

Honestamente, qué bueno que el Papa Pancho le arrimó sus chingazos a la doñita que lo jaloneó en la Plaza de San Pedro en Roma. La neta, padre. Al chile, no son modos de andar zarandeando al vicario de Cristo. ¡Dos pesitos de respeto para su investidura, carajo! O ya de menos, para su senectud…

 

Las redes se le lanzaron con todo a don Bergoglio, que si por andar de zascandil, que si perdió los estribos, que es lo malo de estar bien ruco, pero pónganse ustedes en sus franciscanos cacles, a ver, ¿qué harían? Salen de sus aposentos en modo ser de luz, van repartiendo abrazos, no balazos –la referencia gerontocrática es inevitable–, que si la selfie… que Dios te bendiga… que ora pro nobis… y de pronto, mocos, le das la mano a una jija de siete y te la pesca con más enjundia que la de los apóstoles lanzando sus redes en el mar de Galilea. No pos no, la neta no es plan. 

 

Luego ya digan todo lo que quieran, que si el Papa Pancho tiene TOC (para los que fueron a escuelitas de gobierno eso quiere decir Trastorno Obsesivo Compulsivo), que si detesta que le toquen sus manecitas, que si el Hijo del Hombre vino para ministrar y no para que se le ministre. No, no, y no. Otra vez se equivocan, chatos. El acólito de San Lorenzo… de Almagro, es el más humilde de quienes se han sentado en la silla de San Pedro. Es posible que, fiel entendedor del tercer mundo, Pachito el Che haya comprendido que debía ser sencillo –menudo desafío para un argentino, ¡doble mérito!–, que el horno de la fe no estaba para bollos, que todo su franciscanismo, más allá de las enseñanzas de Loyola, no sea más que el auto infligido castigo para expiar sus pecados, como sugiere Benedicto XVI (Anthony Hopkins) en el muy chingón filme de Fernando Meirelles, que el Neflis estrenó en diciembre pasado, pero a los fieles como a los votantes, les gusta ver que sus líderes son de carne y hueso, que se equivocan, que piden perdón aunque no deban, como ya hizo Panchito. Pedir perdón engrandece, y eso hace a don Bergoglio aún más Bergoglio, aunque no le falten razones para exasperarse. 

 

La neta, padre. ¿Cuándo pidió perdón la Curia Vaticana, por los excesos de la Inquisición, por la Conquista de América, por la persecución a los chotitos, por los curitas de mirada y acción braguetera? Al chile, a mí se me hace que todo esto del manazo de Panchito fue una acción propagandística para que todos vayamos corriendo a ver Los dos Papas, disponible en Neflis y que plantea dos rostros de una misma Iglesia: Benedicto XVI, el heredero de la tradición, el guardián de la doctrina de la fe en tiempos de descreídos, y frente a él, Panchito, en las antípodas (¿verdad que antípodas suena como a Malvinas?), dispuesto a pedir perdón las veces que haga falta, desde su tribuna pambolera de jesuita con tachones. Bien por Panchito, que el dios de los cristianos le guarde de tanto insidioso de sotana y de tanta vieja rancia que le quiere besar la manopla. Ego te absolvo. 

La Canilla Chopeada.

La canilla es un larguirucho pan trenzado, con sal y manteca, que ingieren los jarochos con el mañanero lechero, sin albur. El ritual, más bien político, da lugar a toda serie de elucubraciones, profecías y juicios sobre el acontecer cotidiano. Si es jarocho es grillo, dice la sabiduría popular. Y si no se chopea, es una triste galleta de agua. El autor escribe desde una mesa del rincón del Café de la Parroquia, sufre várices involuntarias y confiesa: “Tengo sesenta… y pico”.