Por Pamela Robles
@_PamRo_
En estos tiempos está “de moda” la palabra desapego. La gran comunidad de las redes sociales ha puesto en la conversación este concepto y no han faltado las tías en los chats que comparten “los 5 tips para el desapego”. Y por supuesto hasta han salido los críticos del desapego, quienes afirman que el desapego es no comprometerse con nada, ni nadie.
El psicólogo John Bowlby fue uno de los primeros en definir el apego, y él afirma que “la propensión a hacer fuertes vínculos emocionales con individuos particulares es un componente básico de la naturaleza humana”, explica que desde pequeños hacemos un gran lazo con nuestra mamá, nuestro papá y en general con quienes de alguna manera nos facilitan nuestras necesidades básicas.
Según Bowlby, el apego como conducta tiene dos funciones: la biológica (supervivencia) y la psicológica (adquirir seguridad). El ejemplo claro de la diferencia entre una y otra es: el bebé que necesita que su mamá lo alimente para lograr nutrirse y el hombre de 40 que por un tema emocional aun quiere su arrocito con verduras que le queda tan rico a su mamá.
Ninguno de los dos casos es equivocado o causa algún problema emocional. Como todo en esta vida, los excesos son los que nos hacen daño. Cuando un bebé no recibe el cuidado de su mamá, es probable que enferme, mientras que el hombre de 40 años puede hacer su propio arroz, ir a comprarlo o; en el peor de los casos, pedírselo a alguien más. Es decir, que él mismo puede resolver su necesidad, pero el apego emocional al arroz materno le puede causar: enojo, depresión, malestar, decepción, y muchos otros males.
Es aquí cuando podemos hablar de la necesidad del desapego emocional, necesario para no causarnos nosotros mismos algún daño emocional. Esto no se debe de confundir con no tener empatía o no ser social.
En los estudios budistas, existen cuatro tipos de apegos:
El primer apego es a las posesiones materiales, que es una necesidad por poseer uno u otro objeto. El problema no está en el deseo, sino en el sufrimiento que nos causa no tener el acceso a eso que tanto queremos y la dependencia que tenemos a este objeto.
¿Algún día se les ha olvidado el celular en la casa? Ese estrés que nos provoca el que alguien nos busque, la dependencia a las aplicaciones que nos hacen la vida más sencilla y la ansiedad que sentimos por querer regresar a casa por él, eso es el apego.
El segundo apego es al reconocimiento. Una palmada en la espalda a nadie le hace daño, el problema surge cuando dejas atrás tus propias creencias o valores por obtener este reconocimiento. El dejarte atrás a ti por buscar la aprobación de los demás o por pertenecer a un grupo, es cuando este apego te está haciendo daño.
Muy parecido, pero no igual, es el tercer apego que es a la buena reputación, cuando estamos al pendiente todo el momento del “qué dirán”. Cuando nos importa más que opina nuestra vecina de nosotros que cómo viven o se sienten en casa nuestros familiares. Y bueno, el ejemplo más claro, es cuando estamos más preocupados porque en nuestra selfie nos veamos super divertidos en la fiesta o el concierto, en lugar de estar disfrutando el momento.
Y, por último, el cuarto apego es a los placeres de los cinco sentidos. Sin duda, el más difícil de los desapegos para trabajar. Es aquí cuando el equilibrio del bienestar contra el exceso debe de lograrse identificar. La comida es un buen ejemplo. Comer es una necesidad básica, y comer algo que nos gusta por supuesto que es algo positivo no solo para nuestro organismo sino para nuestro bienestar. Comernos esos tacos al pastor que tanto nos gustan en exceso, traerá una cadena de consecuencias: que nuestro cuerpo se siente mal, desganado, seguramente subiremos de peso y eso nos llevará a sentirnos mal emocionalmente con nosotros mismos.
Para lograr una paz interior y un sano equilibrio en nuestras emociones será importante, primero identificar nuestros apegos y en qué momento nos afectan emocionalmente, después es importante que trabajemos en el desapego emocional. Lograr separar nuestros sentimientos de eso que tanto nos lastima, apagar por un momento nuestra mente cuando nuestros pensamientos solo nos llevan a los apegos y enfocarnos en las cosas que sí nos hacen bien.
Entonces si se te olvida el celular, pues aprovecha para volver a recordar como vivías antes de que este aparato te gobernara. Olvídate por un momento del reconocimiento de los demás, los números dos y tres también son tan importantes como los número uno. Tómate esa selfie que tanto te gusta subir a redes, pero también disfruta la fiesta, el concierto, disfruta la vida. Guarda tus recuerdos en la mente, ese es el lugar donde más seguros estarán. Y, por último, como yo, vete a comer esos taquitos al pastor. Recuerda siempre que el único que es responsable de ti eres tú mismo. La mejor manera de demostrarte que te quieres es cuidándote y hacerte responsable de tus acciones.