Skip to main content

Por Salvador López Santiago

@sls1103

 

“El cambio no va a llegar si esperamos a alguien más o esperamos otro momento. Nosotros somos a quien estamos esperando. Nosotros somos el cambio que queremos”.

–Barack Obama.

 

Esta semana la prensa nacional dio cuenta de hechos atroces, aberrantes e indignantes como son los casos de Fátima de 7 años, César de 5 años y Karol de 5 meses, quienes habían sido reportados como desaparecidos y después fueron hallados sin vida. Sin entrar en los detalles de cada caso, hay algunos elementos que llaman poderosamente la atención. En principio, es de no creerse la facilidad con la que una niña puede ser sustraída de una escuela, la frialdad con la que una “persona” se lleva a un menor para después asesinarlo, la insensibilidad para enterrar a un bebé o la inexplicable situación de que aquellas personas que por instinto deberían proteger a las niñas y niños, en no pocos casos, son quienes les provocan los perores traumas, daños, miedos y hasta la muerte.

También es difícil de entender la ligereza con la que se revictimiza a la víctima o sus familiares. Pongo un ejemplo, en un sin razón, la fiscal de la Ciudad de México Ernestina Godoy, en sus primeras declaraciones en lugar de comenzar por lamentar el asesinato de Fátima fue enfática en posibles problemas mentales de la madre, en acusar denuncias de violencia doméstica y en hacer notar que la persona que se llevó a la pequeña era alguien a quien la menor conocía. Uno tampoco logra comprender que la jefa de gobierno salga y hable con una frialdad que hace patente su poca o nula empatía con las víctimas –en política también cuenta lo que se transmite con el lenguaje corporal y en este caso, es algo muy parecido a la indiferencia-.

Por si esto no fuera suficiente, hay voces que insinúan que la indignación social es promovida por tales o cuales grupos, cosa que evidentemente no es así. ¿A quién no le provocó tristeza cada uno de estos casos? ¿Quién no siente empatía con las mujeres y niñas que son violentadas? ¿A quién no le da coraje la inseguridad que enfrentamos todos los días? ¿Quién no repudia el aumento de casos de violencia por razón de género? En definitiva, podemos decir con contundencia, que esa indignación no solo es real, sino que también es justificada.

Sin embargo, también es necesario decirlo, sin que lleguen a ser quienes promueven la indignación social –esa es real y ajena a todo interés de cualquier naturaleza–, sí hay grupos u organizaciones que desde un dolor colectivo buscan posicionarse sobre otros. Así vemos como las diferentes fuerzas políticas buscan comunicar de una manera en la cual, parezca que la culpa es de uno u otro; y, por ende, que la responsabilidad le corresponde a tal o cual partido o gobierno. Lo cierto es que la seguridad pública es una tarea fundamental del Estado que exige del esfuerzo de todos, sin colores, sin manipulaciones y sin fines ocultos. La premisa tiene que ser garantizar paz y tranquilidad a la población.

Pero ese cambio profundo que México necesita no es responsabilidad exclusiva de los representantes y gobernantes, como lo expresaba en mi colaboración anterior, cada uno de nosotros tenemos un papel relevante en la construcción del bien común. Un buen comienzo sería dejar de defender como si se tratará de dogmas de fe los proyectos políticos con los que somos afines, pero también dejar de atacar sistemáticamente aquellos con los que no congeniamos; más bien, tendríamos que ser críticos y tener claro que el fondo de todo es vivir en una sociedad cada vez más pacífica en la que regresar con bien a casa todos los días sea una garantía y no un deseo permanente.

 

Salvador López Santiago

Es Licenciado en Derecho por la UNAM, Maestro en Ciencia Política por la UPAEP, Maestro en Derecho Electoral por la EJE del TEPJF y cuenta con estudios de posgrado en Derecho Parlamentario en la UAEMéx. Fue Consejero Electoral Distrital en el Instituto Federal Electoral (IFE) y en el Instituto Nacional Electoral (INE) durante los Procesos Electorales Federales 2011-2012 y 2014-2015, respectivamente. Asimismo, se ha desempeñado como asesor legislativo en el Senado de la República de noviembre de 2012 a la fecha, en la LXII, LXIII, la LXIV y la LXV Legislatura. Desde enero de 2020 es director editorial en Tempo, Política Constante.