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Por Salvador López Santiago

@sls1103

México y el mundo atraviesan por una crisis sanitaria cuyos efectos son diversos, el más preocupante es el menoscabo a la salud de la población y por supuesto, los lamentables decesos. Hasta el 28 de abril, a nivel mundial hay 2 millones 296 mil 630 enfermos y 204 mil decesos; y en México las cifras ascienden a 16 mil 752 casos y mil 569 muertes. Una sola pérdida humana es una tragedia y cuando el impacto alcanza esta dimensión, se requieren acciones a la altura del desafío. 

A esos datos habría que sumarle la incertidumbre generada en materia económica. La Organización Internacional del Trabajo (OIT), prevé que desaparecerán 6.7% de las horas de trabajo en el segundo trimestre del 2020, lo que equivale a 195 millones de trabajadores a tiempo completo. En nuestro país, la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos (Conasami), señala que al final de abril han desaparecido alrededor de 744 mil 225 puestos de trabajo y al sumar los 130 mil 593 empleos perdidos en marzo, el total en la pandemia asciende a 874 mil 818 plazas formales.

Por si esto no fuera suficiente, según el “Informe de Seguridad” de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), en marzo ocurrieron 83.5 homicidios dolosos al día, cifra que lo coloca como el segundo mes más violento desde que se tiene registro y el más violento en la actual administración. Además, durante la cuarentena las noticias de robos, enfrentamientos, siniestros, violencia familiar y demás conductas antijurídicas siguen estando presentes en la agenda pública. 

Ante el complejo contexto que enfrentamos, hay dos cuestiones que deben marcar el ánimo social: la primera es que las repercusiones por la epidemia del COVID–19 obedecen a un fenómeno mundial y no es ninguna estrategia perversa de algún actor político nacional; y la segunda es que, ahora más que nunca, es de la mayor importancia mantenernos optimistas, pacientes y empáticos. Partiendo de estos irreductibles, se necesita la unión de la población, entendiendo que aunque todos estamos en el mismo tiempo, cada uno tiene sus propias circunstancias; y esa misma unión debe aparecer entre nuestros representantes populares para tener acuerdos realmente favorables para el pueblo de México.   

Por lo que hace a la unidad entre las y los mexicanos, vale la pena recordar que en catástrofes como los terremotos de 1985 y de 2017, le demostramos al mundo ser una nación solidaria, unida y valiente, en esta ocasión no puede ser la excepción por ello hago un llamado a comenzar por lo elemental –lo que tendría que darse por hecho–, que es ayudar en medida de nuestras posibilidades y reconocer a doctores, enfermeras, especialistas, pasantes, camilleros, químicos, choferes de ambulancia y demás personal médico por su enorme labor en el combate de la pandemia del COVID–19.

Asimismo, estemos atentos a las recomendaciones de las autoridades sanitarias como son la sana distancia, usar cubrebocas, lavado de manos constante y salir únicamente para actividades esenciales. De forma complementaria, debemos ser responsables en los contenidos que compartimos en nuestras redes sociales. Evitemos difundir información falsa o publicaciones que inciten a la violencia, miedo o confusión entre la población. 

En relación a la unión entre los responsables de ejecutar las decisiones políticas fundamentales de las que hablaba Carl Schmitt, hasta el momento le han quedado a deber a México porque no han tenido la capacidad ni la voluntad para dejar de lado sus diferencias para superar esta crisis. Entre otras cuestiones, el partido el poder podría tener mayor apertura al diálogo y en algunos casos, ser más consecuente entre lo expresado y lo ejecutado; y en el caso de la oposición, sería bueno evitar reducir el análisis a diagnósticos que se nieguen a admitir matices o puntos intermedios –ni siquiera en su línea discursiva–.  

Dicen y dicen bien, nada con más bajeza que lucrar con la tragedia y el sufrimiento. Los mexicanos exigimos unidad en los hechos y no solo en los discursos; exigimos un compromiso para la historia y no para la fotografía. La clase política de nuestro país todavía tiene la oportunidad de sumar esfuerzos en beneficio del pueblo mexicano, sin divisiones, mezquindades ni protagonismos. Ningún interés puede estar por encima de México. 

Un consejo de salud mental que siempre tiene vigencia: evitemos perder amistades por defender a ultranza a uno u otro político. Disentir y debatir es sano, no así la soberbia e intolerancia. Es tiempo de solidaridad, respeto, tolerancia y prudencia: ¡Saldremos adelante!

Salvador López Santiago

Es Licenciado en Derecho por la UNAM, Maestro en Ciencia Política por la UPAEP, Maestro en Derecho Electoral por la EJE del TEPJF y cuenta con estudios de posgrado en Derecho Parlamentario en la UAEMéx. Fue Consejero Electoral Distrital en el Instituto Federal Electoral (IFE) y en el Instituto Nacional Electoral (INE) durante los Procesos Electorales Federales 2011-2012 y 2014-2015, respectivamente. Asimismo, se ha desempeñado como asesor legislativo en el Senado de la República de noviembre de 2012 a la fecha, en la LXII, LXIII, la LXIV y la LXV Legislatura. Desde enero de 2020 es director editorial en Tempo, Política Constante.