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Por Salvador López Santiago 

@sls1103

Anteriormente nos referimos a la estructura del discurso político –expresión clásica por la que se lleva a cabo la comunicación política–, en esta ocasión abordaremos dos factores de esencial ponderación al momento de redactar un documento de esta naturaleza. En primer lugar, hablaremos acerca del estilo del discurso y lo importante que es tener uno definido; en segundo lugar, mencionaremos algunos recursos retóricos que ayudan a fortalecer el contenido del mensaje que se desea transmitir y, en consecuencia, la comprensión del planteamiento, postura u opinión que se hace.

Así como es importante que un discurso político tenga una estructura bien definida (inicio; tesis o tema principal; cuerpo; y cierre), también lo es lograr que dicho discurso se distinga de otros, incluso cuando se escriba sobre el mismo asunto público. Para poner en su justa dimensión lo anterior, basta decir que el estilo es lo que nos hace diferentes y, hoy el que no es diferente, es invisible. Por otro lado, si no tenemos un estilo al que aferrarnos, es imposible que una organización o un personaje sea claramente identificable.

Tratándose de personas dedicadas a escribir discursos políticos –ghostwriter–, se debe tener muy claro que el estilo que se busca construir o perfeccionar no es el del llamado escritor fantasma, sino el de la persona para la que se escribe. La forma en la que se dicen las palabras es determinante. En este sentido, el discurso se debe adaptar a la prosa y recursos retóricos del orador, resaltando los puntos más fuertes de la personalidad de quien pronuncia el discurso. De esta manera, aumenta la posibilidad de producir la emoción deseada: indignación, optimismo, convicción, nostalgia, desaprobación, empatía, etc.

Adicionalmente, para estar ante un discurso bien diseñado, se debe procurar ser breves y la brevedad no está en función del menor número de páginas, sino de decir lo mismo con menos palabras –economía del lenguaje–. Cuidando el estilo y la brevedad, es de bastante utilidad apoyarnos de estrategias retóricas que hacen de un discurso político un texto más interesante, significativo y dramático.

Para dejar más clara la ventaja de incorporar recursos retóricos en la redacción de un discurso político, cabe señalar los principales y ejemplos de cada uno. Entre los más frecuentes están: la regla tres, entendida como los elementos de una triada compuesta por palabras, adjetivos, verbos o pequeños inicios de frase (“Un gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo” –Abraham Lincoln–); y la anáfora, que se refiere a la repetición de una palabra o grupo de palabras al inicio de una oración (No les vamos a fallar, habrá más empleos; no les vamos a fallar, habrá servicios de salud para todos; no les vamos a fallar, habrá seguridad para todos; no les vamos a fallar, habrá bienestar para ti y tu familia).

Otras figuras recurrentes son: la antítesis, consistente en contraponer una frase o una palabra a una de significación contraria, es una negación seguida por una afirmación (“No te preguntes qué es lo que tu país puede hacer por ti. Pregúntate qué es lo que tú puedes hacer por tu país” –Kennedy–); la metáfora, consistente en trasladar el sentido real de las palabras a otro figurado (La familia es un árbol de muchas raíces); la hipérbole, entendida como la exageración en favor del énfasis (Nunca en la historia – Es ahora o nunca); y el oxímoron, figura retórica que multiplica el sentido de una frase al utilizar términos contrapuestos (Revolución pacífica; Oscura claridad).

Además, podemos incorporar al discurso recursos como: la metonimia, con la que se designa la parte por el todo o el signo por la cosa justificada (Las canas, por la vejez); la sinécdoque, referente a designar el todo con el nombre de sus partes (La tierra que me vio nacer); y el asíndeton, consistente en omitir las conjunciones para dar viveza o energía al concepto (Aprendo, conozco, triunfo).

Sin que las sugerencias expresadas constituyan fórmulas mágicas ni mucho menos esquemas taxativos, sí ofrecen elementos prácticos para la redacción de un discurso político con un estilo definido que permita comunicar de manera clara e identificar a un personaje u organización, ya sean candidatos, legisladores, alcaldes, gobernadores, etc., o bien, partidos, coaliciones o grupos políticos.

 

Salvador López Santiago

Es Licenciado en Derecho por la UNAM, Maestro en Ciencia Política por la UPAEP, Maestro en Derecho Electoral por la EJE del TEPJF y cuenta con estudios de posgrado en Derecho Parlamentario en la UAEMéx. Fue Consejero Electoral Distrital en el Instituto Federal Electoral (IFE) y en el Instituto Nacional Electoral (INE) durante los Procesos Electorales Federales 2011-2012 y 2014-2015, respectivamente. Asimismo, se ha desempeñado como asesor legislativo en el Senado de la República de noviembre de 2012 a la fecha, en la LXII, LXIII, la LXIV y la LXV Legislatura. Desde enero de 2020 es director editorial en Tempo, Política Constante.