Editorial
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El 7 de octubre de 2020 se cumplen 107 años del asesinato del Dr. Belisario Domínguez, extraordinario defensor de la democracia, la justicia y la libertad. En la actualidad no solo no extraña, sino que es visto con normalidad escuchar críticas –con o sin sustento– hacia los representantes populares, incluido el presidente de la República, sobre este último, cabe recordar que en su función de oposición señaló una y otra vez, sin filtros y sin temor fundado por su integridad –ni siquiera en la etapa del desafuero, del cual salió más fortalecido–, los excesos de quienes ostentaban el poder político –siendo una de sus principales banderas en campaña y todavía como gobierno–. Lo anterior, es producto de un proceso histórico que tiene al legado del prócer chiapaneco como una de sus piedras angulares.
En el marco del CVII aniversario luctuoso de Belisario Domínguez, cabe recordar que el chiapaneco llegó al senado tras la muerte de Leopoldo Gout, senador propietario por Chiapas. Su incorporación a la Cámara Alta se dio cuando Huerta perpetraba el golpe de Estado usurpador. Unas semanas después de los asesinatos de Madero y Pino Suárez, el médico chiapaneco rindió protesta como senador en marzo de 1913.
Como si fuese una tragedia griega meteórica, tuvo un breve pero sustancial paso por el Senado, espacio en el que se asumió como defensor de la legalidad, llamando la atención de una Asamblea que en su mayoría estaba del lado del régimen huertista o en su defecto, eran omisos con temas tan graves como la represión, persecución y desaparición sistemática aplicada por el régimen usurpador –de manera escalofriante, entre marzo y octubre de 1913, desaparecieron más de 120 opositores–. Belisario Domínguez fue un verdadero contrapeso y evidenció las anomalías que la mayoría consentía al menos con su silencio.
El 16 de septiembre de 1913, en el inicio de las sesiones del Congreso, Victoriano Huerta presentó su informe a la nación y lo hizo con un discurso plagado de mentiras al afirmar tener al país casi pacificado y en calma; palabras con dosis de cinismo, agravado aún más porque fue aplaudido por gran parte de los legisladores. Para Belisario Domínguez, dicho discurso representó un insulto a la inteligencia, por lo que en los siguientes días preparó un escrito para leerlo en el Senado, el cual presentó el 23 de septiembre de 1913. En este discurso denunció públicamente el homicidio de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez por instrucciones del General Victoriano Huerta; además, se pronunció en contra de la errónea conducción del régimen de Huerta, y exhortó al Congreso a destituir al usurpador bajo el argumento de que el país marchaba hacia la ruina.
Como lo muestra la historia, las consecuencias fueron fatales y el 7 de octubre de 1913 en el cementerio de Xoco de la Ciudad de México, el Dr. Belisario Domínguez fue golpeado, torturado y privado de la vida con un disparo en el cráneo. Aunque ese día acabó su vida, el legado que dejó a la vida republicana de México tiene vigencia y sigue siendo un referente obligado en el fortalecimiento democrático de nuestro país. No es casual que la máxima distinción que otorga este Senado de la República sea la Medalla de Honor “Belisario Domínguez”, la cual ha sido entregada a mexicanos ilustres como Isidro Fabela Alfaro, María Lavalle Urbina, Eduardo García Máynez, Andrés Serra Rojas, Andrés Henestrosa, Carlos Fuentes, Miguel Ángel Granados Chapa o Heberto Castillo, por mencionar algunos.
Al recordar al senador Belisario Domínguez, en Tempo hacemos el llamado a quienes ostentan el poder político para que se conduzcan con los más altos principios que exige el quehacer público, teniendo como faro el legado del gran prócer chiapaneco. Asimismo, convocamos a la ciudadanía a involucrarse más en los asuntos públicos, desde las elecciones a celebrarse el 6 de junio de 2021 hasta temas de coyuntura como la consulta popular impulsada por el presidente de México.
El mayor homenaje que podemos brindarle al ilustre mexicano es fomentar el debate plural, respetuoso e informado, sin discursos que pretendan monopolizar la verdad y estigmatizar las voces que difieran. La ruta para transitar con éxito a la gran transformación de la vida pública anhelada por millones de mexicanos necesariamente requiere de la libertad de expresión y de la construcción de consensos a partir de la diversidad de ideologías que convergen en México.