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Salvador López Santiago
@sls1103

Dicen y, dicen bien, que lo bueno de los malos tiempos es que ahuyenta a las falsas amistades. En mi opinión, este enunciado que puede llegar a parecer una obviedad, no había tenido tanto sentido como ocurre en los tiempos del Covid19. Durante estos meses, el mundo entero ha sufrido las brutales consecuencias de la contingencia sanitaria más grande del siglo, comenzando por las afectaciones a la salud y las desafortunadas muertes a causa de la enfermedad, pero también por otros efectos derivados del confinamiento, como el aumento del desempleo, la incertidumbre colectiva y el incremento de estrés y la ansiedad entre la población.

Han sido días, semanas y meses extremadamente difíciles para todos, pero como mencionaba al principio, en medio del terrible contexto, resalta la ratificación o bien, la grata sorpresa de saber que se cuenta con alguien. Desde que fue declarada la emergencia sanitaria en México y con ello decretado el confinamiento a finales de marzo, hasta ahora, han pasado más de 270 días. Cuando inició el tema de la pandemia, pocos o casi nadie, se atrevían a pronosticar una extensión superior al medio año, particularmente, no imaginaba la paralización del mercado por dos o tres meses y hasta la fecha, no termino de entender la dimensión de lo que vivimos.

Sin embargo, mi naturaleza optimista me hace poner énfasis en la luz que hay entre la adversidad mundial. Cuando las cosas marchan bien, todos están, pero cuando no es así, son pocas las personas que permanecen. Aunque de forma abrupta, la pandemia ha sido un gran filtro de los lazos afectivos que tenemos o creíamos tener. Así como los joyeros cuando sumergen una pieza en ácido nítrico para verificar si es de oro (y cuál es su grado de pureza) o simplemente parece de oro, el Covid19 ha hecho lo propio con quienes nos rodean. Particularmente, debo decirlo sin rodeos: soy afortunado por las personas con las que en verdad cuento. Pero estoy consciente de que no todos han corrido la misma suerte y en estos meses, otras personas han visto como esa gran amistad, en verdad no lo era; ese gran amor, era todo, menos amor; o ese referente, resultó ser un falso profeta. Como nunca, ha quedado claro que no todo lo que brilla es oro, pero insisto, soy afortunado.

En el panorama actual, en el cual se ha evidenciado que no hemos superado los tres grandes males de la historia de la humanidad de los que habla el escritor e historiador israelí Yuval Noah Harari en el libro “Homo Deus: Breve historia del mañana”: la hambruna, la peste y la guerra, estoy convencido de que aquellos lazos afectivos que superaron la prueba del ácido que representa la pandemia por el coronavirus siguen siendo oro, son vínculos que no solo debemos conservar, sino que también tienen que ser correspondidos con las particularidades de cada caso, después de todo el equilibrio es un estado de cosas ideal. Quien ha estado en el peor momento, quien se quedó cuando la mayoría se marchó, quien se aferró a uno cuando todo se complicó, quien extendió la mano cuando se requirió… quien estuvo en el momento de mayor oscuridad y temor, sin duda, es quien merece estar en nuestros mejores momentos, porque al final del día, lo más significativo de la vida, implica un camino de ida y vuelta en el que se forman círculos virtuosos.

Sin caer en ingenuidad y sin pretender minimizar la magnitud de la contingencia sanitaria considero que, si en medio de la compleja realidad que vivimos a nivel mundial, tenemos un vínculo que haya superado esa prueba del ácido, somos personas con suerte y si son dos o más, sobran los motivos para pensar que hemos superado este año tan difícil pero también de tanto aprendizaje. El 2020 ha representado una prueba insólita para todos y aunque el 2021 no parece más alentador (al menos no en su inicio), mal haríamos en perder la esperanza de que vienen mejores días para todos.

Salvador López Santiago

Es Licenciado en Derecho por la UNAM, Maestro en Ciencia Política por la UPAEP, Maestro en Derecho Electoral por la EJE del TEPJF y cuenta con estudios de posgrado en Derecho Parlamentario en la UAEMéx. Fue Consejero Electoral Distrital en el Instituto Federal Electoral (IFE) y en el Instituto Nacional Electoral (INE) durante los Procesos Electorales Federales 2011-2012 y 2014-2015, respectivamente. Asimismo, se ha desempeñado como asesor legislativo en el Senado de la República de noviembre de 2012 a la fecha, en la LXII, LXIII, la LXIV y la LXV Legislatura. Desde enero de 2020 es director editorial en Tempo, Política Constante.