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Por Marilú Ramírez Barrios

El hombre ha sido por mucho tiempo el tema principal en el pensamiento filosófico, así lo podemos advertir en la obra de destacados personajes como Nietzsche, quien formuló la guía más sólida sobre otro de los tópicos ideológicos más debatidos a través del tiempo: el hombre y su papel dentro del universo, su relación con Dios y la trascendencia que éste tiene en la historia. En “Así hablaba Zaratustra” plantea que cuando hablamos de la superación de sí mismo es inevitable pensar lo difícil que puede ser dar ese paso, sin embargo, todos tenemos esta posibilidad del cambio en uno mismo como lo veremos en las siguientes líneas.

Una de las frases más conocidas, pero también, más controvertidas en la obra de Nietzsche es: “Dios ha muerto”, refiriéndose a que han muerto y junto con él todos esos valores de la antigüedad, precisando que ese Dios Salvador omnipresente que te dará señales preciosas, aquél que te hará reaccionar y querer actuar, ese Dios está completamente muerto. Considero, que el matar a Dios de esta forma es completamente aberrante, sin embargo, se ha vuelto necesario para esta sociedad llena de “últimos hombres”.

El hecho de decir que Dios ha muerto, es sin duda, una enorme bocanada de aire fresco, pues, este hecho es la primera oportunidad para cambiar la esencia habitual del hombre. Vivimos en una época donde el ser humano se ha convertido en la peor versión de sí mismo, en palabras de Nietzsche, se ha convertido en el “último hombre”. A lo que Nietzsche se refiere con este concepto; es a la idea de un sujeto incapaz de generar su propio sistema de valores y de tener voluntad de poder. Estos últimos hombres se han vuelto esclavos de sí, pues, se encuentran resignados e inmersos en lo más profundo del conformismo, por lo cual, carecen de total sentido de la vida. Sin embargo, cada uno de estos últimos hombres tienen la posibilidad del cambio y la capacidad de lograr atravesar este largo puente que los separa entre la peor y la mejor versión de sí mismo.

Esta decisión de cambio hacia la superación de sí mismo será el camino para transitar al tan anhelado “Superhombre”, entendido como ese individuo que solo cree en lo real, es consciente de sí mismo, de sus pasiones y de sus sentimientos, además, su voluntad de poder le permite dominarse a sí mismo, lo que a su vez lo coloca en posición de seguir avanzando y superándose continuamente. Para Nietzsche el hombre es este camino entre el último hombre y el Superhombre, y su grandeza no radica en alcanzar el esplendor, sino en ser el puente y el camino hacia este. La decisión de recorrer este camino e iniciar el cambio debe ser llevada a cabo por el individuo mismo, es decir, es una elevación propia del espíritu.

Durante este camino hacia el cambio, el hombre debe atravesar por el ocaso, debe enfrentarse a las peores cosas para así sanarlas y llegar a la meta. En ese proceso, Nietzsche habla sobre las tres transformaciones. En primera instancia el hombre pasa por la etapa del camello, éste representa la pesada carga que el hombre debe asumir y aceptar, solo mediante el sufrimiento de esta carga del deber, el hombre obtendrá la fuerza necesaria para alcanzar el siguiente nivel de transformación espiritual: la del león. En la segunda etapa de transformación el espíritu toma fuerza y se enfrenta a la pesadez y se libera, con ello, el espíritu se guía por el querer, ya no por el deber. Finalmente encontramos con la última transformación: el niño. En esta etapa no bastó con alcanzar la liberación, se debe regresar a un comienzo; en este nivel se adquiere la inocencia y el olvido, para así llegar a un nuevo punto de partida y crear nuevos valores. Junto con el ocaso y cada una de estas transformaciones, el hombre permitirá que el cambio se efectué y no solo quede en una posibilidad.

El hombre es un ser cambiante que cuenta con todas las posibilidades para decidir efectuar el cambio de sí mismo, no obstante, la sociedad se ha convertido en una red de conformismo y hundimiento dominada por el último hombre, pero, a pesar de ello el asesinato de la figura de Dios y de todos esos valores ancestrales, le han dado al hombre la pauta para dejar de ser un ser colectivo bajo los órdenes divinos y convertirse en un ser único y llegar a la mejor versión de si, siendo él el único decidir ser su propio superhombre.

En estos tiempos donde vivimos una situación extrema a causa del coronavirus, queda muy claro que es indispensable replantear el impacto que tienen nuestras acciones en lo personal, pero también en la colectividad de la que formamos parte. La decisión del cambio positivo está en cada uno de nosotros y de cada uno nosotros dependerá la construcción de un mundo mejor.

Marilú Ramírez Barrios

Estudió Criminología y Criminalística en el Colegio Libre de Estudios Universitarios, ha realizado sus practicas profesionales en el Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México y el Servicio Social en el Senado de la República. Actualmente cursa la Maestría en Psicología Jurídica Criminal en la Universidad del Valle de México. Entre los temas que ha desarrollado dentro de su formación académica y profesional se encuentran estudios sobre feminicidio, política, derechos humanos, estigmatización de las personas, migración y seguridad pública.