Por Salvador López Santiago
@sls1103
El 6 de junio celebraremos la jornada electoral más grande, compleja e importante de la historia de nuestro país. Esta afirmación se puede apreciar en cuestiones como el número de cargos de elección popular en juego (más de 20 mil), el número de personas inscritas en la lista nominal (casi 94 millones) o el hecho de que en las 32 entidades federativas hay elecciones concurrentes; pero también en aspectos ideológicos que aventuradamente, al menos en la opinión pública, se ha reducido a una línea narrativa que enfrenta dos grandes bandos.
A título personal, me sorprende la cantidad de aspirantes (de todos los partidos) a ocupar una gubernatura, una diputación federal, una diputación local, una presidencia municipal, una alcaldía o hasta una regiduría, que asumen un resultado favorable a partir de diagnósticos sesgados, de un supuesto desencanto con la 4T o peor aún, amparados al efecto AMLO. Con base a información en medios o redes sociales; y de conversaciones con amistades de otros municipios y estados, en esta elección se observan elementos que en el mejor de los casos inquietan.
Con asombro y cierta preocupación por lo superficial del análisis ciudadano para ponderar el sentido de nuestro voto, he visto que extraordinarias campañas (con estructura política, planeación, adecuada comunicación y candidatos con un perfil destacado) podrían terminar con una derrota electoral contundente y remedos de campaña (sin seriedad, sin rumbo, sin planeación, con mezquindad disfrazada de austeridad y basada en la simulación u ocurrencias) pueden concluir con un triunfo electoral. Esto no es exclusivo de un partido político ni de una entidad federativa, en todos los institutos políticos y en todas partes del país, hay casos en ambos polos.
Si bien es cierto que una gran campaña puede revertir un panorama adverso, también lo es que al menos en la pasada elección y al parecer en el actual proceso electoral, en no pocos casos la campaña podría ser un mero trámite. Dos casos que dejan de manifiesto lo anterior ocurrieron en Michoacán y Guerrero, que incluso sin haber iniciado la campaña en tiempo y forma por la controvertida determinación del INE de anular la candidatura de Raúl Morón y Félix Salgado, Morena se mantuvo en primer lugar de las preferencias electorales. No solo eso, después de la designación de Alfredo Ramírez y la imposición de Evelyn Salgado, el pulso ciudadano se mantiene en favor de los morenistas.
Con ese punto de partida, más de un candidato de la 4T da por hecho el triunfo en las urnas a partir de la popularidad del presidente, como ocurrió en 2018. Quizá no estarían tan confiados al ver lo que acontece en las elecciones para renovar la gubernatura en Campeche y Nuevo León, en el primer caso la exsenadora Layda Sansores se encuentra en segundo lugar (28.3%), detrás del emecista Eliseo Fernández (31.3%) y si esa tendencia se mantiene es muy probable la acusación de fraude; y Nuevo León, posiblemente el caso más representativo de que una mala campaña sí pude ser lapidaría, pues la morenista Clara Luz Flores que se perfilaba como amplia favorita, a menos de un mes de la jornada electoral se encuentra en un lejano tercer lugar (18.2%) y el candidato de MC, conocido por sus videos chuscos en las redes sociales está en primer lugar (35.6%) e incluso el presidente la República ya ha tenido injerencia en la elección al pronunciarse contra el priista Adrián de la Garza (segundo lugar con 21.9%) por la supuesta entrega de tarjetas tipo Monex.
Pero no solo en la 4T se ven situaciones que generan incertidumbre sobre la idoneidad de las candidaturas impulsadas. Redes Sociales Progresistas, el partido de la Maestra Esther Gordillo se presenta a su primera elección con más de un candidato peculiar, uno de ellos es el actor Alfredo Adame, quien se la pasa mentando madres como parte de su campaña; y otro es José Luis Romero Calzada contendiente a la gubernatura de San Luis Potosí, quien se conduce con arrogancia y prepotencia, a pesar de estar muy lejos de poder ganar con un triste 1.9% en las encuestas. El PVEM, en esta elección reafirmó que ni es partido ni es verde, sino que es un mercenario que se maneja con la máxima “muerto el rey, viva el rey”. Fuerza por México, palomeado por el partido oficial, tiene todo menos austeridad y así se aprecia en su forma de hacer proselitismo.
El PRD ha perdido toda identidad y se aferra a la subsistencia al costo que sea. El PAN no logra despojarse del estigma de conservadurismo e incluso cuando se pronuncia sobre casos evidentemente importantes como la tragedia de la línea 12 del metro de la CDMX, basta una respuesta que inicié “y por qué no dijeron nada cuando…” para desacreditarlos. El PRI, en aquellas entidades en las que todavía gobierna, ha cobijado a sus candidatos y se puede constatar en sus eventos donde la pandemia no existe, un caso concreto lo vemos en el Estado de México con campañas bien articuladas en las que se ven a los candidatos a diputados federal, diputado local y alcaldías juntos, mostrando el poder de sus estructuras y sectores del partido.
Estos son solo algunos ejemplos, de muchos, que ponen en relieve la importancia de emitir un voto informado el próximo 6 de junio. En mi opinión, hay diferentes puntos a considerar para decidir nuestro voto: Primero, hay que salir a votar, por quien queramos, pero salgamos a votar. Segundo, no generalizar porque en todos los partidos hay extraordinarios perfiles y también en todos los partidos hay algunos bastante cuestionables. Tercero, se entiende que tengamos simpatía por una determinada fuerza política o vertiente ideológica, pero eso no debería ser un cheque en blanco para votar en automático por el candidato que el partido postule, si es bueno por qué no hacerlo, pero si es mal perfil no hay razón para llevar a impresentables a cargos de representación popular. Cuarto, los puestos de elección popular son transitorios pero el impacto de las acciones que se realizan desde sus responsabilidades puede ser irreversible. Quinto, hay que analizar cada perfil y votar con criterio e información porque antes de ser morenistas, priistas, panistas, petistas, perredistas, etc., somos mexicanos.