Por Javier Santiago Castillo
@jsc_santiago
En la vida pocas ocasiones se gana todo o se pierde totalmente. La política no es la excepción y las elecciones tampoco. El preludio de las elecciones se encontraba saturado de nubarrones: Un discurso persistentemente descalificador en extremo de los adversarios políticos, obviamente el eco más estridente era el expresado desde el poder, ya fuera desde Morena o la tribuna presidencial; la violencia ejercida en contra de candidatos o personas dedicadas a la actividad política, que culminó con un número importante de asesinados por la delincuencia organizada, igualmente existen políticos acusados de ser autores intelectuales; descalificación de las autoridades electorales acusándolas de ser “traidoras a la democracia” e intentar crear un ambiente de fraude electoral, para descalificar elecciones y buscar revertir triunfos opositores o de plano anular elecciones. Todo lo anterior aderezado con la amenaza de efectuar una reforma electoral para modificar el equilibrio al interior del INE y del Tribunal Electoral. La pandemia hizo temer una votación menor al 40% de la lista nominal.
La obertura de la jornada electoral no era nada halagüeña, las señales alarmantes incrementaban el temor por: posibles acciones violentas generalizadas de la delincuencia organizada y el desbocamiento del partido en el poder y el incremento de la virulencia del discurso presidencial descalificando las elecciones. Como ha sucedido en otras ocasiones críticas la ciudadanía dio un portazo a las intenciones de inestabilidad con una participación inusitada para una elección intermedia, el 52.66%, de forma pacífica y ordenada, lo cual inhibió contundentemente cualquier acción descalificadora. Asimismo, la delincuencia sólo realizó acciones violentas aisladas y no generalizadas como se temía.
Los bloques gubernamental y opositor echaron las campanas al vuelo anunciando que habían triunfado. La realidad es algo más compleja. Nadie ganó todo, ni perdió todo. Desde el punto de vista territorial el gran perdedor es el PRI, pasó de gobernar 12 estados a sólo 4¸el PAN de 10 pasa a 8, MC 1, PVEM 1, PRD peleó Michoacán, pero lo perdió. Morena es, indubitablemente, el ganador, gobernaba 7 estados y, ahora serán 18; sus once triunfos en Baja California, Baja California Sur, Colima, Guerrero, Sonora, Sinaloa, Michoacán, Tlaxcala, Zacatecas, Nayarit, Campeche se dieron por encima del 45% de la votación, excepto Colima (32%), Campeche (33%) y Michoacán (41%). La oposición obtuvo cuatro triunfos: Nuevo León (MC), Querétaro (PAN), Chihuahua (PAN), San Luis Potosí (PVEM), el PRD no pudo mantener Michoacán.
En las elecciones de los congresos locales la historia tiene similitudes. Morena alcanzó la mayoría en once entidades donde paralelamente hubo elecciones de gobernador. La Alianza Va por México sólo obtuvo mayoría en tres (Chihuahua, Michoacán y SLP), el PAN uno (Querétaro) y MC uno (Jalisco En las entidades que sólo se realizaron elecciones de congresos Morena obtuvo la mayoría en ocho (Chiapas, Hidalgo, Morelos, Oaxaca, Puebla, Tabasco, Tamaulipas, Veracruz); la Alianza en tres (Coahuila, Durango y Edomex), el PAN uno (Guanajuato) y MC uno (Jalisco).
El balance final favorece a Morena, tendrá mayoría en veinte congresos locales. Una consecuencia de la oleada de triunfos de Morena a nivel local es que lo convirtió en un partido con presencia y estructura nacional.
Donde Morena sufrió un descalabro local fue en las elecciones de las alcaldías de la Ciudad de México, de gobernar 14, sólo lo hará en siete; perdió en donde existe una presencia importante de la clase media. Eso aunado a que sólo ganó ocho ciudades capitales de las veintidós en disputa permite deducir que un sector de la clase media le propinó a Morena votos de castigo. Derivado de acciones gubernamentales que han afectado a ese sector. Sobre todo, los despidos del sector público y cierre de oportunidades laborales para los jóvenes; por otra parte, el discurso descalificador desde la tribuna presidencial para quienes tienen estudios universitarios causo mella en el ánimo del electorado de este grupo social.
La Cámara de Diputados es otro escenario. Es necesario señalar que, en 2018 a pesar del triunfo mayoritario para la presidencia de la República y de ganar la mayoría en la Cámara de Diputados el 47% de los votantes sufragaron por otras opciones partidarias. No se quiso ver la división existente y lo diverso y plural que son las preferencias partidarias e ideológicas de la ciudadanía. Esa diversidad se volvió a expresar en la elección de Diputados federales. Las encuestas otorgaban a Morena entre el 40-45 % de intención del voto, logró el 35%, 18 puntos porcentuales menos que en 2018.
En la próxima legislatura la coalición encabezada por Morena tendrá la mayoría simple, pero está lejos de la calificada. Además, no tiene la solidez que se quiere aparentar, el PT y el PVEM no se integraron a la coalición cuando vieron oportunidades mejores; las negociaciones al interior de esta coalición serán complejas para aprobar el presupuesto. El PT es más probable que mantenga su lealtad a Morena, porque su registro ha dependido de su participación en coaliciones. El PVEM es diferente, por el alto grado del sentido de oportunidad que tiene y el número de legisladores obtenidos; en tiempos de pandemia “el amor aventurero” incrementa su valor.
Hay que decir que todas las reformas constitucionales impulsadas por el gobierno o Morena han sido aprobadas, alguna de forma unánime, a excepción de la disminución del financiamiento a los partidos políticos; la única que sufrió modificaciones fue la de la Guardia Nacional.
Las primeras conclusiones son: 1. Se dio voto diferenciado en las elecciones federales y locales. Lo local tiene su propia lógica política que no necesariamente acopla a la nacional, aunque lo local convirtió a Morena en un partido nacional. 2. Se confirma la pluralidad ideológica de la sociedad mexicana. 3. Morena pasará de ser la mayoría simple a ser la mayoría relativa; sin el acuerdo de sus aliados PVEM, PT no podrá modificar leyes. Las negociaciones con los partidos aliados o de la oposición serán más complejas. La alianza es más sólida con el PT, pero el PVEM se convierte en partido bisagra para la aprobación de leyes y el presupuesto, aunque ya está tomando su distancia para obtener mayores ganancias; aunque el gobierno tiene el sartén por el mango si ciertas investigaciones penales se profundizan, por ejemplo, la relación de miembros de ese partido con la mafia rumana y la del candidato ganador de la gubernatura en San Luis Potosí con la delincuencia organizada. 4. La desaparición de poderes en Tamaulipas se vuelve inviable porque Morena ganó la mayoría del nuevo Congreso, pero el gobernador pierde la protección legislativa. 5. El calderonismo renace balbuceante con la elección de Margarita Zavala y un pequeño grupo de correligionarios. 6. La alianza opositora no logró quitarle la mayoría a Morena y sus aliados en la Cámara de Diputados, sin embargo, logró recuperar espacios. 7. Morena tendrá que replantear el reparto de candidaturas en su coalición, para limitar el beneficio excesivo de los otros partidos. 8. Los resultados electorales le dieron un frenón a AMLO, lo ha obligado a matizar el tono del discurso político. 9. El presidente se reunió con empresarios, se comprometió a no incrementar impuestos, dando reversa a la anunciada reforma fiscal, con el fin de que inviertan, la reactivación económica tendrá repercusiones políticas favorables a su proyecto. 10. Así mismo el presidente anunció el envío de tres iniciativas de reformas constitucionales: guardia nacional, energía y diputados de representación proporcional; las cuales tienen limitadas posibilidades, por no decir nulas, de ser aprobadas. Estas iniciativas tienen la intención de construir la agenda política con la mirada puesta en la sucesión presidencial, exhibiendo a los opositores como conservadores en temas muy sensibles para el ánimo social.
La carrera para la sucesión presidencial se ha iniciado¡¡¡