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Editorial

@tempomxcom

En las elecciones 2021, un número notable de candidatos olvidó o menospreció cuatro principios básicos de la vida pública: 1. El poder político es temporal y cuando las personas que lo detentan no quieren o no pueden entenderlo, tarde o temprano, reciben un golpe de realidad en las urnas. 2. No se equivoca el clásico al señalar que, en política la forma es fondo, y en más de una ocasión le faltaron al respeto a la ciudadanía creyéndose propietarios de una plaza. 3. No hay triunfos ni derrotas eternas, menos en política. 4. Y que los carniceros de hoy, son las reces del mañana; para algunos de ellos, ya es mañana —para otros de papel en extremo discreto todavía no, pero el juicio de la historia siempre habla y hablará—.

Ha pasado poco más de una semana de la jornada electoral del 6 de junio —la más grande e importante de la historia—. Aunque el proceso electoral va a concluir hasta que resuelva el último de los medios de impugnación que interpuestos en contra de esta elección —en las elecciones con diferencias mínimas entre el primero y segundo lugar; o en aquellas con demasiadas anomalías—, o cuando se tenga constancia de que no se presentó ninguno y dicho dictamen sea aprobado por la Sala Superior del Tribunal Electoral, lo ocurrido en las urnas da elementos para analizar e interpretar los resultados.

En esta oportunidad nos avocaremos a la primera elección en la que los diputados federales buscaron la elección consecutiva, luego de que esta figura fue incorporada en el texto constitucional con la reforma político-electoral de 2014. A las 23:59 horas del sábado 12 de junio concluyeron los cómputos distritales y al día siguiente, el INE informó que la coalición Juntos Hacemos Historia ganó y 121 distritos electorales, mientras que Va por México 62. Por lo que hace a los curules obtenidos por partido, Morena ganó 65 distritos; el PAN 33; el PRI, 11; el Partido Verde, uno y Movimiento Ciudadano en 7. En el caso de los partidos con menos capital político, PRD, PT, Encuentro Solidario, Redes Sociales Progresistas y Fuerza por México no pudieron ganar un solo distrito.

Por lo que respecta a la primera elección con reelección legislativa, lo primero a señalar es que, de los 500 integrantes de la LXIV Legislatura de la Cámara de Diputados (que termina el 31 de agosto), 448 presentaron su carta de intención de elección consecutiva, de ese total 439 fueron registrados ante el INE y finalmente, 198 aparecieron en las boletas electorales. De los 198, 139 (70%) ganaron tanto por mayoría relativa como representación proporcional, pero 59 (30%) perdieron y se quedarán fuera. Con estas cifras, la pregunta obligada es ¿qué pasó con aquellos que no lograron el objetivo?, en especial porque acudieron a una elección en evidente ventaja respecto a sus contendientes —en principio de cuentas, no tuvieron que separarse de su cargo— y en el caso de aquellos perfiles afines a la 4T, además contaron con la popularidad del presidente de su lado. A pesar de tener a su favor la extraordinaria plataforma que representa la Tribuna de San Lázaro (incluso en campaña, con sus restricciones, pero al final, un reflector privilegiado), quedaron como marginados de la reelección legislativa personajes espontáneos y otros que habían sido rescatados del exilio —casi alérgicos al contraste de ideas y empoderados por la legitimidad de un movimiento, que nunca pudieron apropiarse y eso se reflejó en las urnas—, que se autoproclamaban como la voz de la 4T y en más de una ocasión, la voz del pueblo.

Entre los legisladores defensores de la 4T que no pudieron reelegirse destacan los morenistas Pablo Gómez Álvarez, que perdió con Gabriel Cuadri; Alfonso Ramírez Cuéllar, con la actriz y cantante Rocío Banquell; la polémica poblana Nayeli Salvatori con el panista Humberto Aguilar Coronado; y Javier Hidalgo arrollado por Margarita Zavala —dos contra uno a favor de la panista—. Otros que tampoco consiguieron ganar su elección son María de los Ángeles Huerta, Lorena Villavicencio, el actor Sergio Mayer y el líder histórico del PT, Oscar González, quien fue derrotado contundentemente ante la priista Ana Lilia Herrera.

Precisando que cada elección tiene sus propios matices y coyunturas, cuestiones como la soberbia, la simulación y la falta de expertise son al menos algunos de los elementos que, sin lugar a dudas, terminaron siendo determinantes para el descalabro que derivó en las derrotas de legisladores que ya se veían repitiendo en San Lázaro. En más de una de las campañas de los legisladores referidos y otras tantas de los que perdieron abruptamente en sus respectivos distritos electorales, se apreció uno u otra o todos los siguientes pecados electorales:

1. Soberbia. Traducida en un exceso de confianza, inadmisible si se tiene en cuenta la trascendencia inherente a formar parte de uno de los poderes del Estado. Es difícil de concebir como hubo candidatos que prácticamente no salieron a caminar los distritos electorales (porque incluso en tiempos de COVID, era importante y necesario dejar claro que es prioridad el vinculo entre pueblo y representado: son representantes populares). Esta actitud, además de inadecuada, se contrapone a la esencia de un movimiento social que surge de la lucha del pueblo, con el pueblo y para el pueblo. La ciudadanía dejó claro que han quedado en el pasado los tiempos donde los puestos de representación popular eran propiedad de un grupo político y mucho menos de un personaje —máxime si no honra a cabalidad el mandato que les fue conferido en las urnas—.

2. Simulación. Este es un gran mal que siempre se hace presente en las elecciones. Casi podemos dar por hecho que, en las campañas, sí o sí, las y los candidatos son abordados por pseudo liderazgos, esos que llegan y dicen tener cierta cantidad de votos y al final, hay casos en los que su aportación a la causa —votos—, ni siquiera supera los dos dígitos. Otro tipo de simulación, menos usual pero real, fue provocada por la aplanadora de 2018, elección en la que supuestos profesionales para organizar y desarrollar campañas, igual que sus jefes fueron beneficiados por el voto masivo en favor de AMLO; resulta que personas sin experiencia ni bases teóricas mínimas llegaron a esta elección como los grandes estrategas y ahora, con el apoyo diferenciado hacia la 4T, evidentemente no tuvieron la capacidad de realizar una campaña medianamente digna —no obstante, el peso de la marca Morena es tan fuerte, que alcanzó para mantener a legisladores, operadores y liderazgos simuladores—.

3. Falta de expertise. Aunque varios de los candidatos mencionados tienen amplia experiencia en el ámbito legislativo, otros que llegaron en 2018 demostraron su falta de pericia en diferentes momentos y temas, como en las declaraciones, mensajes y discursos, ya sea en plazas públicas o en redes sociales —tan importantes en una sociedad en la que las tecnologías de la información y los contenidos digitales han tomado una importancia mayúscula—. Esta falta de expertise, en no pocos casos, formó un binomio indisoluble nocivo a gran escala con la falsa creencia de que, por el solo hecho de pertenecer a un Congreso, en automático eran los grandes ideólogos o referentes políticos —como si el conocimiento, el talante y el talento se transmitieran por osmosis—, lo anterior se agrava cuando no existe la humildad para escuchar sugerencias o peor aún, no tienen autocritica.

A manera de conclusión podemos decir que, si bien es cierto que pudieron reelegirse legisladores con una destacada participación en la LXIV Legislatura; también lo es que se mantuvieron otros que en casi tres años no han presentado ni un solo punto de acuerdo y de iniciativas ya ni hablamos, y en cambió otros de papel entre regular y bueno, perdieron categóricamente en las urnas. Por otro lado, no se cumplieron los fines de la reforma de 2014, entre los que destacan el buscar la profesionalización legislativa, el desarrollo de agendas legislativas de largo aliento y la independencia de los legisladores (en este último caso, a quien se empoderó fue a los partidos políticos, véase el caso de Porfirio Muñoz Ledo, descartado de la posibilidad de reelección por no alinearse a la dirigencia de Mario Delgado).

 

 

Tempo

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