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Por Xanti Maliyel Nani Robles

A menudo, miles de personas suelen visitar lugares de mi estado, Veracruz, con una historia cultural muy rica, museos y centros históricos que dan cuenta de la tradición de nuestros antepasados, lo cual se refleja en las calles de nuestras ciudades, donde se observan músicos y personas que bailan los sones típicos del lugar de visita. Pero… alguna vez alguien se ha preguntado: ¿Cómo es que estas personas aprendieron a tocar los sones de su región? ¿Hay escuelas en donde aprenden la música y las danzas de su pueblo? ¿Cómo fue que lograron aprender eso que es parte de su cultura? ¿Cómo es que existe dentro de este mismo lugar canciones en otras lenguas que ellos repiten sin dudar? ¿Saben todas las canciones en su lengua materna?

Como éstas pueden surgir muchísimas preguntas, cuyas respuestas llevarán a otras preguntas y así sucesivamente. Sin embargo la verdadera cuestión es: ¿Cuánto de toda la cultura veracruzana se está preservando? ¿Aún existe quien hable las lenguas originarias?

La Revista Vértigo Político en su artículo titulado “Veracruz: diversidad cultural” menciona dentro del apartado histórico que la cultura popular veracruzana es variada y sus tradiciones se manifiestan de múltiples formas, dentro de las que destacan el Carnaval, muy conocido a nivel nacional e internacional y un sinnúmero de festividades a lo largo del año como los altares y costumbres del Día de Muertos y las fiestas de la Candelaria el 2 de febrero en Tlacotalpan (Pérez Valencia, 2015).

Todas las festividades que forman parte de las costumbres culturales del Estado, se encuentran fundamentalmente acompañadas de la música y la danza de la región. En el caso específico del Puerto de Veracruz y sólo por mencionar algún ejemplo, se encuentran grupos musicales tocando los famosos danzones, observando a las personas de edad avanzada, aproximarse al centro de la explanada con sus respectivas parejas, para moverse al ritmo del danzón, que sin duda representa a la Ciudad. En otro punto, nos encontraremos algún grupo tradicional jarocho, tocando sones como “La Bamba”, “El cascabel”, “El Balajú”, entre otros. Cada uno de los integrantes usa con orgullo el traje típico del veracruzano porteño. Se  observan asimismo, bailarines y bailarinas zapateando y ejecutando las danzas, utilizando los vestidos y trajes regionales, fusionando la música y el baile como uno solo. De esta manera se puede hacer un recorrido por todo el Estado, observando las culturas, costumbres y tradiciones de cada sitio.

Pertenecer al público espectador es para muchos un gran pasatiempo, para otros es motivo de inspiración para el desarrollo de proyectos personales. Sin embargo, existe un gran número de personas que observan a estos grupos tratando de comprender lo que sucede y preguntándose a sí mismos si su capacidad intelectual y motriz cumple con lo necesario para aprender a tocar o bailar, trayendo a veces como consecuencia el desánimo de estas personas a intentarlo.

Bruno Nettl menciona en su libro Música folclórica y tradicional de los continentes occidentales que la música de una cultura, al igual que sus cuentos, proverbios, acertijos, métodos artesanales y artísticos y todo su folklor se transmite de viva voz.  Considerando este método de trasmisión de conocimientos,  se puede comprender que los músicos folclóricos en su mayoría son considerados músicos líricos, es decir, personas que adquirieron conocimientos musicales a través de esta práctica definida como “tradición oral”. En palabras simples: canciones y cantos que los antepasados fueron transmitiendo de generación en generación dejando plasmada la ejecución de los sones sin antecedentes teóricos de su música.

Pues bien, ¿qué pasaría si los planes de estudios de Educación Básica implementaran la educación musical tradicional veracruzana en sus escuelas?

Es de conocimiento común que la música ayuda a los niños a desarrollar habilidades cognitivas, socioemocionales, motrices y entre muchos otros beneficios, desarrolla la sensibilidad hacia las artes, lo que a su vez complementa su crecimiento como seres humanos más conscientes, concluyendo entonces que: “Un niño con un instrumento en las manos jamás tendrá espacio para portar un arma”. En suma, la música tradicional veracruzana tiene la capacidad de influir de múltiples formas sobre cualquier persona, porque es una especie de ADN que sintetiza nuestra historia, nuestra herencia cultural, la colisión de varios mundos (el ibérico, el africano, el caribeño, el de Barlovento y Sotavento) y porque mantener vivo un pasado de grandeza nos permite afirmar que un futuro mejor es posible para las próximas generaciones.

Xanti Maliyel Nani Robles

Xanti Maliyel Nani Robles (1995). Comenzó sus estudios musicales a la edad de 8 años. Licenciada en Ejecución de Instrumentos Orquestales por el Instituto Superior de Música del Estado de Veracruz. Ha sido flautista y piccolista de la Orquesta Sinfónica Juvenil del Estado de Veracruz. Actualmente es Directora General del Conservatorio de la Ciudad de las Flores y Directora Musical e integrante activa del grupo "La Familia Nani". Está por concluir la Maestría en Ciencias de la Educación por la Universidad CESVER.