
Por Danner González
@dannerglez
Quienes me conocen saben que una de mis especialidades es hacer chistes muy elaborados de los que nadie se ríe, salvo por condescendencia –sospecho– un par de amigos. El 22 de junio tuiteé uno de muy escasa resonancia. Acababa de llenar el formulario de registro para la vacunación por el COVID-19 y me llamó la atención una pregunta: ¿Se encuentra usted en estado de postración? Me dije que faltaban opciones: ¿De qué tipo de postración estábamos hablando? Porque si bien se entendía que se refería a la postración física, las hay de otro tipo, moral y espiritual, por hablar de las más frecuentes.
La cuestión fue intrascendente hasta hace unos días en que llegó el turno de registro para quienes tienen entre 18 y 29 años de edad. Los jóvenes coparon los motores de búsqueda al tiempo que ocupaban las tendencias en redes con una intriga: ¿De qué se trataba aquella palabra? ¿Qué quería decir? La memósfera hizo lo suyo con 99.9% de mayor efectividad que mi mal chiste: “postración es la acción de comer postres, hacer la postración”, por citar el más recurrente. El lunes 5 de julio, Google Trends registraba 2 millones de búsquedas inquiriendo el significado de “postración”, llegando a superar incluso las tendencias relacionadas con la Copa América o la Eurocopa. Lo realmente preocupante es que las métricas arrojan el hecho de que no pocas generaciones se encuentren en estado de postración lingüística. Un joven tuitero se defendía así de los señalamientos: “no somos una generación ignorante, somos una generación que investiga, que no se queda con la duda.” Pues eso.
El siempre recordado Carlos Monsiváis decía que en nuestro tiempo las malas palabras eran aquellas cuyo significado había que buscar en los diccionarios. Y sí, se dispararon las búsquedas, pero, ¿cuántos de los que ejercieron su derecho democrático al conocimiento habrá acudido a un diccionario en la biblioteca de su casa en busca del palabro o habrá profundizado más allá de la definición del Oxford Languages que arroja en automático el buscador en línea?
postración
nombre femenino
1. Acción de postrar o postrarse.
“la postración de los bizantinos y bárbaros ante el emperador”
2. Estado de abatimiento o decaimiento en que se encuentra una persona por causa de una enfermedad o un sentimiento de gran tristeza.
“mostraban un estado de postración acorde con unos cuarenta grados de fiebre”
¿Alguien habrá acudido por curiosidad al María Moliner? ¿Alguien –además de los lingüistas, escritores y estudiantes de letras– se acordará todavía de esa gran mujer aragonesa que, en sus horas libres de bibliotecaria, pergeñó un diccionario de uso del español que aspiraba a registrar el idioma vivo? 15 años le tomó terminarlo, habiéndolo empezado en 1951. Cachaba palabras de la calle y de los periódicos. En sentido contrario al suyo, la Real Academia Española consignaba por entonces palabras en desuso. Su diccionario era el cementerio a donde iban a morir las palabras. Sobra decir que María Moliner, cuyo diccionario está compuesto por dos tomos y casi tres mil páginas, nunca fue admitida por la RAE, que a mi modo de ver ni es real ni es academia. A menudo me imagino a sus miembros, esa abrumadora mayoría de señores, con olor a naftalina y a escocés de una sola malta, en estado de verdadera postración intelectual.
El primer registro de la palabra en comento es del Diccionario muy copioso de la lengua española y francesa de Juan Palet, de 1604. Según el portal iedra.es su uso fue incrementándose mediado el siglo XIX y alcanzó su pico más alto en 1900. La primera década del siglo XXI la vio declinar, en franca caída libre.
A menudo imagino un personaje para algún cuento o novela que no es otra cosa sino un ávido lector de diccionarios, pues confieso que de niño, rara avis, me podía pasar horas escudriñando el único diccionario que había en casa: el Pequeño Larousse Ilustrado. Al lector o lectora interesados en practicar esta útil afición, sugeriría conseguir el Diccionario de ideas afines de Fernando Corripio, valioso a la hora de encontrar eso que tenemos en la punta de la lengua, lo que queremos decir pero que no sabemos bien a bien precisar.
Este gran confinamiento que vivimos nos ha dejado en múltiples estados de postración: económica, moral, física, nerviosa, social, política, material, mental, anímica, histórica, presente, intensa, humana, dolorosa, científica, mortal, cívica, comercial, agrícola, lastimosa, psicológica, causada, interna y externa, vergonzosa, por citar algunos de los tipos de esta larga postración en que se encuentra la humanidad entera. En medio de la oscuridad, es valioso que alguien haya usado la palabra postración en un formulario de gobierno para sacudir las mentes aletargadas de nuestro aquí y ahora. Por eso, si tuviera oportunidad de hacerlo, propondría en adelante que todos los trámites esenciales de la burocracia nacional incluyeran malas palabras, de esas que hay que buscar en los diccionarios, a fin de ilustrar al respetable público. Imaginemos, por ejemplo, el instructivo para un análisis de laboratorio del ISSSTE: Favor de presentarse sin haber manducado ocho horas antes.
Así, al menos estaríamos haciendo patria, educando a las generaciones del porvenir, sacándolas de su postración lingüística y de la miseria cultural en que nos encontramos.