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Por Alejandro Jesús Valencia

@Valencia_117s

Cuánto tiempo no dedicamos a tratar de comprender la vida, las pequeñas cosas que nos hacen felices, las grandes cosas que nos dañan o las desconocidas que nos confunden. Luego advertimos que lo que nos hace felices, a algunos no, o en menor intensidad, o lo que alguien realiza con tal destreza a nosotros se nos complica entender. ¡Cuántas veces no hemos pasado el tiempo intentando comprender a la gente!, a nuestros semejantes y a los que piensan diferente, con todas sus ideas y sus posturas, pero sobre todo sus razones y los argumentos que emplean para defenderse con firmeza y energía. Es cosa de percepción, óptica o interpretación. La libertad de pensamiento funciona como una virtud; la autonomía de poder decir y expresar según lo que a cada quien le acomode. ¡Pero qué peligroso es atribuirse a sí mismo la razón sobre temas que son terreno de la moral, cuán atrevidos son aquellos que hablan de libertad para silenciar la de los demás! No todo es un combate de ideas, una guerra de vanidades intelectuales; saber más que otros y poder comprobarlo en la praxis es una responsabilidad social, no es para callar a los demás, es para ofrecerles una postura más objetiva y real. Con todo y sus vaguedades, el razonamiento siempre será la herramienta del ser humano para comprender el mundo, y al mismo tiempo, por más complejo que sea, a él mismo.

Pensar diferente al resto no solo es arbitrario, sino necesario, y aunque mucho puede decirse sobre sus bondades o sus desajustes es necesario para ser entendido que se hable con propiedad, con las palabras correctas, y esto implica conocer el alcance del significado del término que se emplea; ya lo decía Oscar Wilde “definir es limitar”, y aunque en El retrato de Dorian Gray hacia elocuencia para una cosa muy ajena a esta, definir es delimitar un espacio para que no acapare otro que no corresponde a sus propiedades, así que el hecho que para alguien algo sea tal cosa, no significa que realmente lo sea. Un ejemplo inmediato es la libertad, es decir, ¿cuál es el alcance de la libertad o hasta dónde somos libres? Qué implica la libertad (?) O más importante, ¿qué es?

Y porque no somos diccionarios para darle el significado que deseemos a cualquier cosa, existe lo que llamamos ‘interpretación’. La interpretación es el mecanismo por excelencia que nos permite acercarnos a la verdad o a la razón y pasa por diferentes filtros; las más de las veces anclado a estándares morales —en temas como legalidad del aborto o identidad de género—, pero debiendo pasar también por la cultura intelectual y la empatía o valores universales, para que, de este modo, se forme una opinión objetiva que recoja las ópticas necesarias para que un argumento se nutra de validez y así su comprobación arroje los resultados que se están explicando.

Recordemos que una sola idea puede interpretarse de miles de formas —incluso más—, y para casos muy específicos donde se vea envuelto el interés social es necesario implementar criterios de interpretación que ayude a la obtención de un intercambio de ideas acorde a determinado objetivo, quitando las rémoras que dificultan el proceso de razonar; estas rémoras son elementos que intervienen en la creación de nuestra postura, están alojados en nuestra manera de pensar, y son quienes influyen en nuestra personalidad, por ejemplo:

  • Estatus económico
  • Contexto sociocultural
  • Desarrollo de la moral
  • Ética
  • Educación (del seno familiar)
  • Educación (a través de instituciones de educación)
  • Principios y valores
  • Experiencias personales
  • Gustos
  • Habilidades
  • Etcétera

Estos elementos interactúan al mismo tiempo entre sí para formar nuestro propio criterio, de esta forma, incluso este artículo puede ser interpretado de múltiples formas, ampliando el panorama de su significado y hasta puede ser interpretado de formas ajenas a mi concepción inicial —dando lugar a tergiversaciones—.

No obstante, no es menos cierto que somos libres de pensar, pero eso no implica que no deba haber límites a la hora de expresarnos; el alcance de nuestra libertad —a criterio personal— debería estar al manifiesto de nuestra voluntad cuando no se increpa ni vulnera dolosamente la integridad física o emocional de otra persona. Todo este compendio es una serie ideológica estructurada como invitación a la investigación, porque aunque hablar sobre temas que uno desconoce no es malo, sí lo es el asegurar que se está diciendo algo correcto o innegable y no poder demostrarlo ni fundamentarlo, puesto que sería intelectualmente deshonesto, sobre todo cuando la intención es enseñar a otros con el conocimiento que se presume tener; en este sentido, la libertad de opinar es una débil llama que conduce al ser humano por los infinitos ángulos del entendimiento, anhelando ser la luz de la verdad que terminará siendo el conocimiento que explique su realidad. Y todo, a través de su percepción. Por eso hay virtud en saber cuándo hablar y callar, ¡pero sobre todo en pensar! porque de lo contrario, todos estaríamos en el precipicio de un error imperceptible.

Alejandro Jesús Valencia

Estudió la Licenciatura en Derecho en la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx), cuenta con el grado académico de Experto Universitario por la Fundación José Ortega y Gasset - Gregorio Marañón con estudios de Liderazgo y Gestión Pública Responsable. Su experiencia profesional está enfocada en estudios legislativos y redacción de artículos de investigación de filosofía jurídica y ciencia jurídica. Asimismo, se interesa en temas constitucionales, parlamentarios y de derechos humanos