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Por Danner González

@dannerglez

Mal que les pese a sus malquerientes del continente literario mexicano, Fernanda Melchor continúa dando muestras de su enorme talento como narradora de nuestro particularísimo infierno de palmeras borrachas de sol. Para quienes no conocen aún a la escritora veracruzana, baste decir que es periodista egresada de la Universidad Veracruzana y tras la publicación de Falsa liebre (2013), Aquí no es Miami (2013) y Temporada de huracanes (2017), ha sido traducida a más de 15 idiomas y galardonada en 2019 con el Premio Internacional de Literatura, otorgado por la Casa de las Culturas del Mundo de Berlín y el Premio Anna Seghers.

Uno de los mayores aciertos en la obra de Fernanda Melchor es esa habilidad para fundir el lenguaje de la alta poesía, con un registro lingüístico oral, barriobajero, que registra la violencia tropical no exenta de una particular musicalidad que reconocemos en los sones, en las coplas y en las calles. Nadie como la autora para hacer convivir con naturalidad palabras en apariencia irreconciliables como ocurre en la frase “el escarceo de la peda”. En el Sotavento que Fernanda bien conoce, se “sorraja” y se “alebresta”, quizá más por hacer sonar la música de las palabras, que por la intencionalidad de la camorra misma.

La pista de una malsana obsesión adolescente se nos revela desde el primer epígrafe con que abre la novela, una cita de Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco: “¿Qué va a pasar? No pasará nada. Es imposible que algo suceda. ¿Qué haré? […] Enamorarse sabiendo que todo está perdido y no hay ninguna esperanza.” La novela bosqueja la obsesión y la lujuria desde la mirada del macho adolescente, con las aguas procelosas del río Jamapa como escenario.

La voz narrativa se mueve con naturalidad entre los pantanos y el manglar, entre las “piedras múcaras”, es decir, de aquellas que permanecen bajo el agua, que no asoman a la superficie. Lo que sí aflora es la violencia de pueblos que se volvieron irreconocibles tras la llegada de los de la letra, las diásporas involuntarias, los desplazamientos de personas que tuvieron que largarse o que “anduvieron huidos” por culpa de aquellos; o el destino forzado de quienes siendo levantados no tuvieron de otra más que entrarle a jales delictuosos.

La violencia nace de los prejuicios, de la discriminación continua, de las vejaciones e insultos familiares, la violencia –o al menos la que aquí se narra– nace de la impotencia de saberse marcado, señalado, e incapaz de conseguir un futuro posible, parece decirnos quien nos cuenta esta historia. En la línea de las buenas novelas, Páradais es una exploración del momento del sufrimiento anterior al error, que en este caso, nos muestra su cara más terrible: el horror.

Está presente, como en una suerte de espejo de lo que acontece en Páradais, en la otra orilla, la casona de la Condesa de Malibrán, de cuya leyenda nos llegan ecos de violencia de otros siglos y hasta la posible existencia de un tal Guaruzo que subía a cantar que tilín, que tilán, que tilín-tintán, mientras una campana y una jarana anunciaban la invasión del pirata Lorencillo. Pero esa, como decía la Nana Goya, esa es otra historia.

Por lo pronto, sugiero que lean Páradais, de Fernanda Melchor, quien al lado de escritoras como Selva Almada o Pilar Quintana, confirma que la mejor literatura latinoamericana de hoy está siendo escrita por mujeres sin etiquetas, sin postureo y sin miedo.

 

Danner González

Especialista en comunicación y marketing político. Ha realizado estudios de Derecho en la Universidad Veracruzana; de Literatura en la UNAM; de Historia Económica de México con el Banco de México y el ITAM, y de Estrategia y Comunicación Político-Electoral con la Universidad de Georgetown, The Government Affairs Institute. Máster en Comunicación y Marketing Político con la Universidad de Alcalá y el Centro de Estudios en Comunicación Política de Madrid, España, además del Diplomado en Seguridad y Defensa Nacional con el Colegio de Defensa de la SEDENA y el Senado de la República. Ha sido Diputado Federal a la LXII Legislatura del Congreso de la Unión, Vicecoordinador de su Grupo Parlamentario y Consejero del Poder Legislativo ante el Consejo General del Instituto Nacional Electoral. Entre 2009 y 2010 fue becario de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores en Córdoba, España. Sus ensayos, artículos y relatos, han sido publicados en revistas y periódicos nacionales e internacionales. Es Presidente fundador de Tempo, Política Constante.