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Por Rodolfo Torres Velázquez

@rodolfo_torresv

Hace un par de semanas, desde estas páginas, hicimos alusión al paradigma de la Cadena de Bloques (BC) al que calificamos como una revolución en gestación dadas las profundas transformaciones que traerá consigo su implantación, con impacto en la economía, la política y la sociedad.

Hemos sostenido que, aunque el fruto más visible de las BC son las criptomonedas, no son éstas su único producto ni el que se difundirá con mayor amplitud. Un ejemplo de lo anterior es el “Proyecto Génesis” que combina tecnologías provenientes de la BC, de los contratos inteligentes (mejor conocidos por su término en inglés de Smart Contracts), del internet de las cosas (IoT) y de los activos digitales, que apenas el pasado 3 de noviembre fue anunciado por el Banco Internacional de Pagos que, como se sabe, agrupa a los bancos centrales de 63 países -entre ellos el Banco de México. Este proyecto tiene como propósito atender la problemática que se presenta en muchos países, pues el emitir e invertir en bonos puede ser engorroso y complejo, ya que requiere un compromiso financiero considerable por parte del inversor. Para aquellos que invierten en proyectos respetuosos con el medio ambiente, existe incertidumbre sobre si el emisor de bonos está generando el impacto ecológico positivo al que se comprometió en el momento de la emisión. La eventual puesta en práctica de este proyecto ofrece diversos beneficios: durante la vida útil del bono, el inversor no solo puede ver los intereses devengados, sino también realizar un seguimiento en tiempo real de cuánta energía limpia se está generando y la consiguiente reducción de las emisiones de CO2 vinculadas a la inversión, además, el inversor puede vender los bonos en un mercado transparente. Pero el caso particular de esos bonos verdes puede extenderse con facilidad al caso general de emisión de bonos. De ahí el impacto colosal que, para bien o para mal, puede tener la puesta en marcha de ese caso específico.

Otro aspecto de la sociedad digital a la que nos enfilamos tiene que ver con las monedas digitales emitidas por bancos centrales (CBDC por sus siglas en inglés). Uno de los propósitos de esas monedas es el reemplazo paulatino del uso de billetes y monedas para las transacciones monetarias cotidianas. En ocasión previa hemos señalado que las CBDC son diferentes de las criptomonedas pues las primeras no necesariamente usan cadenas de bloques y, cuando las usan, operan sobre una red privada de BC. La implementación de las CBDC parece tomar tracción y extenderse sin pausa. De acuerdo con noticias recientes, 140 millones de personas tienen cuentas en el yuan digital emitido por el Banco Central de China y el volumen de transacciones procesadas alcanzó ya los 62 mil millones de yuanes. Por otra parte, el 21 de octubre Las Bahamas emitió una CBDC, conocida como “Sand Dollar”. Unos días después, el 25 de octubre pasado, Nigeria lanzó oficialmente su moneda digital: eNaira. Hasta ahora 33 bancos, 2 mil clientes y 120 comerciantes se han registrado en la plataforma. La aplicación está disponible tanto en Apple como en Android. Desde entonces, se han emitido más de 200 millones en eNaira (602 mil 959 dólares) a instituciones financieras del país. Aunque hay que advertir que la puesta en marcha de proyectos de esa elevada complejidad no está exenta de riesgos: los pioneros pagarán el precio del aprendizaje, aunque también estarán en aptitud de aprovechar las ventajas de arribar primero.

Por su parte el Banco Central de Francia lleva a cabo pruebas piloto de una moneda digital CBDC, basada en BC, para mercados de deuda. En octubre de este año, más de 500 instituciones en Francia participaron en un experimento de 10 meses que prueba una CBDC emitida por el Banco de Francia para la negociación de bonos del gobierno.

Con base en información del portal especializado CoinTelegraph, la empresa MasterCard prepara su infraestructura para la eventual emisión de CBDC. Su director general Michael Miebach señaló que “… la posibilidad más probable de que este tipo de tecnología funcione para los pagos es si se emite a través de un gobierno en forma de CBDC … prepararemos nuestra red para hacerlo cuando un gobierno esté listo para emitir una CBDC”.

En México, en septiembre de 2019, el Banco de México implementó el CoDi para realizar transferencias electrónicas utilizando la actual infraestructura de pagos. El CoDi no tiene costo, realiza operaciones en tiempo real y es seguro. Hasta ahora el avance del CoDi es modesto: en el reporte del Banco de México correspondiente al periodo del 30 de septiembre de 2019 al 1º de noviembre de 2021, para esta última fecha, se reportó un monto operado de 5 millones 845 mil 798 pesos. Cabe esperar que la acertada decisión del Gobierno de la Ciudad de México de aceptar pagos con CoDi en el Metrobús y en el Sistema de Transporte Colectivo Metro, impulse significativamente la adopción de ese medio de pago.

En cuanto al uso de criptomonedas que, como hemos señalado es un caso distinto al de las CBDC, con base en información de CoinTelegraph, el mes pasado, en una encuesta realizada por Finder y publicada por The Straits Times, el 24,2% de los encuestados en Nigeria dijeron que eran propietarios de criptomonedas, lo que coloca al país en la cima en el uso de ese tipo de moneda digital. Malasia ocupó el segundo lugar (18,0%) y Australia ocupó el tercer lugar (17,7%). Mientras tanto, Estados Unidos ocupó el décimo lugar, con un 10,4% de los adultos que poseen criptomonedas. Es este rubro destaca el caso de El Salvador quien ha autorizado el uso de la criptomoneda insignia Bitcoin con la intención primordial, a mi juicio, de facilitar la recepción de recursos enviados por sus migrantes que laboran en los Estados Unidos.

La pregunta no es si conviene o no embarcarnos a la brevedad en la exploración del uso extendido de esos activos y recursos digitales, sino si podremos mantenernos al margen y aplazar nuestra participación oportuna para que sus beneficios alcancen a la mayoría de la población.

Rodolfo Torres Velázquez

Doctor en Ciencias de la Computación e Ingeniería de Software por la Universidad de Newcastle en Australia; Maestro en Ciencias de la Computación por la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Azcapotzalco; Ingeniero Químico Petrolero por la Escuela Superior de Ingeniería Química e Industrias Extractivas del Instituto Politécnico Nacional. Diplomados: Sistemas y Arquitecturas Avanzadas en Informática por el Laboratorio Nacional de Informática Avanzada; Análisis Político Estratégico, por el CIDE; Geografía Electoral Política y Territorio, por el Instituto de Geografía de la UNAM. Certificado en Machine Learning por la Universidad de Stanford y en Financial Markets por la Universidad de Yale.