Por Santiago López Acosta
En varias entregas anteriores hemos comentado que el PRI, otrora partido hegemónico durante la mayor parte del siglo pasado y luego predominante en el periodo de transición a la democracia y con altibajos en el siglo XXI, ha tenido una sensible disminución de sus votaciones y de su presencia en los principales espacios públicos del país.
Su recuperación después de haber perdido la presidencia de la república en el 2000, a partir de la fortaleza que adquirieron sus gobernadores, fue tal y suficiente para volver a la misma en el 2012, oportunidad terriblemente desperdiciada con una desbordada y escandalosa corrupción, misma que cimentó la llegada del actual régimen gubernamental.
El tema vuelve a la palestra con la propuesta de dos exgobernadores y una exgobernadora del PRI, del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, para ocupar representaciones diplomáticas en las embajadas de España para Quirino Ordaz de Sinaloa: de Carlos Manuel Aysa de Campeche, para la Republica Dominicana y de Claudia Pavlovich de Sonora, al Consulado de México en Barcelona.
Se ha especulado que es un pago de facturas políticas por no haber intervenido o de plano apoyado para que Morena haya ganado las gubernaturas de sus estados, o que es una maniobra del presidente para fracturar al PRI, como también para alcanzar los votos que necesita para que pueda ser aprobada la reforma constitucional en materia eléctrica que presentó el año pasado, incluso de no abrir investigaciones en su contra.
Independientemente del trasfondo político que, por supuesto lo hay, por el momento velado, la realidad es que impacta directamente en la línea de flotación del PRI, que no es muy sólida que digamos y puede moverse con relativa facilidad. Salieron a relucir los cuestionamientos y amenazas del presidente del partido, Alejandro Moreno y del coordinador del grupo parlamentario en el Senado de la República, Miguel Ángel Osorio Chong, de que si aceptan podrían ser hasta expulsados del partido. Esto es, la posibilidad de la división interna esta abierta, con lo poco o mucho que significan en sus respectivos estados, después haberlos perdido electoral y políticamente.
El cálculo político de los exgobernadores es muy claro, el presidente de la República les abre una puerta para colaborar en el gobierno y en su proyecto, y en el PRI tienen nulas posibilidades de continuar con su carrera política, la respuesta es mas que obvia. Sin embargo, los dirigentes del partido tal parece que no hacen algo similar, preguntándose que les puede representar estos personajes como activos políticos, después de las derrotas que padecieron y tratar de mantenerlos a la fuerza dentro de la organización.
Con todo y su enorme disminución política y electoral, el PRI sigue teniendo una base territorial nacional y con sus 71 diputados y 13 senadores se mantiene como la tercera fuerza política en el Congreso de la Unión, cuyos votos son determinantes para que el partido del gobierno y sus aliados puedan sacar adelante reformas constitucionales.
No es nada desdeñable su porcentaje de votación a nivel nacional en 2021, fluctuando entre el 17 y el 18 por ciento y cerca de 9 millones de votantes, que representa mantener su núcleo duro de seguidores más fieles, que lo siguen viendo como alternativa.
De los 6 estados cuyas gubernaturas estarán en disputa este año, de las dos priistas, Oaxaca está prácticamente entregada, tal vez den alguna competencia en Hidalgo, pero los dos gobernadores de salida han tenido mucha afinidad y cercanía con el gobierno federal, y desde ahora se les ubica como futuros diplomáticos, el tiempo lo dirá.
Algo similar puede ocurrir el próximo año, cuando se pongan en juego los gobiernos del estado de México y Coahuila, y solo el gobernador Riquelme ha mantenido una prudente distancia con el régimen federal, no así Alfredo del Mazo.
La dirigencia del PRI está muy cuestionada por su aparente entrega o contubernio con el gobierno y por ende, con poca legitimidad interna para encabezar una oposición fuerte, además de su inconsistencia para mantenerse en la alianza Va por México con el PAN y el PRD, y aparentemente comprometer los votos de su grupo parlamentario en la Cámara de Diputados. Los únicos que se han mantenido compactos, políticamente hablando como oposición, hasta el momento, han sido lo(a)s senadores priistas.
Pese a que han trascurrido muchos años de que el PRI ha perdido presidencias municipales. gubernaturas y la presidencia de la República en dos ocasiones, no han sabido habituarse, prepararse, capacitarse y actuar como oposición, y hacer trabajo político sin recursos y apelar y convencer para la participación social y ciudadana desinteresada, encabezando autenticas causas de la sociedad. No ofrecen un discurso consistente, como tampoco protagonismo mediático y político como oposición, congruente con sus documentos básicos.
El debate y la intriga por los pocos espacios de poder que conservan sigue en las cúpulas, sin tomar en cuenta a sus bases, que todavía son de consideración, pero que si las continúan descuidando, seguramente perderán, tal vez más pronto de lo esperado.
El influjo y entreguismo con el poder parece parte de su esencia y naturaleza, desde su origen, al menos que nos brinden alguna sorpresa. No esperaremos mucho para saberlo.