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Por Javier Santiago Castillo

@jsc_santiago

El camino rumbo a las elecciones de 2024 está lleno de tensiones y conflictos, no sólo entre los contendientes, sino al interior de los propios partidos por la definición, en este momento, esencialmente, por las candidaturas presidenciales, a causa de que vivimos una contienda anticipada. Los adversarios ya la consideran “la madre de todas las elecciones”.

Ya es un lugar común, en los últimos años, expresar que cada nueva elección es la más compleja, sólo debido al incremento del número de electores y de casillas a instalar. Es una verdad de Perogrullo, pero ese fenómeno es natural dado el crecimiento poblacional. La complejidad de un proceso político, como son los procesos electorales, se deriva de variables no necesariamente predecibles, que son las constitutivas del contexto político, económico y social y, en determinadas circunstancias inciden en la preferencia de los electores.

Probablemente la complejidad de la coyuntura electoral de 2024 tiene su origen en las elecciones federales intermedias de 2009, pues este tipo de elecciones, se convirtieron, por primera ocasión, desde la alternancia en la presidencia de la República, en el preámbulo de las elecciones presidenciales. Ahí midieron fuerzas el PRI, el PAN y, de forma marginal el PRD. Se vislumbraron las estrategias, el PRI consolidando el territorio gobernando dieciocho estados, llegó a 2012 con diecinueve; construyó una candidatura de unidad, promovida por el grupo del priísmo, de más larga vida y con gran poder económico, que se dedicó a apoyar a los candidatos de todos los estados y a la construcción de una candidatura carismática con Enrique Peña Nieto.

El PAN, a pesar de tener la presidencia, sólo gobernaba ocho estados en 2009, siete en 2011 y nuevamente ocho en 2012. La continuidad del programa económico y las prácticas a la hora de gobernar no puso distancia ideológica ni política del PRI, como para diferenciarlo sustancialmente. Por otra parte, careció de una estrategia electoral consistente. El PRD en 2009 gobernaba seis estados, para 2012, sólo cuatro. Su escasa presencia territorial y la disputa por la dirección del partido entre el grupo de “los chuchos” y Alejandro Encinas apoyado por López Obrador mermó, las de por si escasas, capacidades organizativas de este partido.

Las elecciones presidenciales de 2012 las ganó quien desarrolló una estrategia electoral integral, sazonada con iniciativa política, la cual fue acompañada con recursos económicos generosos. Tendremos que esperar los resultados de las investigaciones del INE sobre el posible financiamiento ilegal producto de los sobornos de la transnacional brasileña Odebrecht, la cual antes de su conclusión ha extendido la sombra de la corrupción sobre el triunfo priísta de ese año.

Sin duda alguna un factor que silenciosamente fue minando la credibilidad del gobierno priísta fueron los escándalos de la “Casa Blanca” (2014) y la “estafa maestra” (2017). En el primer caso fue afectada directamente la imagen presidencial, pero la repercusión mediática no afectó de forma relevante la presencia electoral del PRI en 2015.

El resultado de las elecciones intermedias de 2015 no presagiaba ninguna tormenta electoral. Morena apenas logro 50 diputaciones, el PRI 202, PAN 107 y PRD 51. La actuación de Morena en esta legislatura fue testimonial, no gobernaba un solo estado. En el Senado Morena no formó grupo parlamentario, aunque algunos legisladores emigraron a Morena, no abandonaron el grupo parlamentario del PT.

Un factor decisivo en el predominio de Morena en las elecciones de 2018, sin duda alguna, fue la homologación de los calendarios electorales locales, para que coincidieran con las elecciones federales. Esta disposición legal fue impulsada insistentemente por el PRI y el PAN, con el argumento de que bajaría el costo de las elecciones, no fue así. Tras ese argumento se escondía la intención de que, en la elección presidencial de 2018 se vieran beneficiados en los comicios locales, pues aspiraban a que su candidato presidencial arrastrara votos a sus candidatos en los estados. Esta reforma buscó beneficiar a los partidos, hasta ese momento, más importantes electoralmente.

La debacle sufrida por los partidos tradicionales en las elecciones de 2018 se debió en buena medida la homologación de los calendarios electorales, fue el veneno que ellos mismos prepararon, el beneficiado fue otro: Morena. Ese año, de seis gubernaturas en juego, ganó cuatro. En las elecciones de 2021 Morena no pudo refrendar la mayoría calificada en la Cámara de Diputados, pero, de 15 gobernaturas en disputa ganó once y el PVEM una. El PAN dos.

Esas elecciones intermedias consolidaron territorialmente a Morena y lo convirtieron en un partido nacionalmente competitivo. En 2022 ha llegado a gobernar 20 estados; sus aliados 2 (PVEM San Luis Potosí y PES Morelos). El PAN gobierna 5 estados, Movimiento Ciudadano 2 y el PRI sólo tres (Estado de México, Coahuila y Durango en coalición).

El Estado de México y Coahuila son los dos últimos estados gobernados en solitario por el PRI, además son baluartes, pues en ellos no se ha dado la alternancia desde 1929 que se fundó el Partido Nacional Revolucionario, el abuelo del PRI. Ambas entidades tienen relevancia económica y política cargada de simbolismo, al ser los dos últimos bastiones del partido otrora invencible.

En 2021 el Producto Interno Bruto (PIB) del Estado de México ocupaba el segundo lugar nacional (8.92%) y Coahuila el octavo (3.65%). Este par de datos sirve para ubicar la relevancia de las dos entidades en el mosaico económico y político nacional, porque refleja la importancia presupuestal de sus gobiernos.

Desde la perspectiva electoral la lista nominal de electores del EdoMex es la más grande del país, para 2023 rondará los 12 millones 300 mil ciudadanos, más del 10 % de la lista nacional. Coahuila estará alrededor de los 2 millones y medio.

Previo a las elecciones de esos estados, otro asunto escabroso será la elección, en el INE, de cuatro consejeros, incluyendo al presidente, en abril de 2023. Esos nombramientos no serán un paseo por las nubes. Morena ya no tiene la mayoría calificada en la Cámara de Diputados para, en caso extremo, hacer los nombramientos junto con sus aliados. Dichos nombramientos se verán más enrarecidos porque, se augura, la reforma electoral enviada por el presidente no será aprobada.

Otro factor que incrementará la tensión hacia el proceso electoral federal de 2024 será la definición de los candidatos. Ya desde este momento se vislumbra que serán tres. Uno por la coalición de Juntos Haremos Historia, otro por la Coalición Vamos por México y el último por Movimiento Ciudadano.

Morena y sus aliados cuentan, en este momento, con la preferencia electoral mayoritaria, pero el riesgo de la designación del candidato es que desemboque en la división. Si Ricardo Monreal abandonara Morena el impacto en las preferencias electorales sería resistido, pero si saliera junto con Marcelo Ebrard, quien se convirtiera en candidato presidencial, no sería una escisión cualquiera, sería una verdadera fractura, que pondría en riesgo la continuidad de Morena en el poder.

Existen dos escenarios posibles. El primero sería, que, por primera vez en la historia del país, desde la alternancia, existe la posibilidad de que la elección del presidente se defina en la selección de candidatos y la jornada electoral sea una ratificación. El escenario extremo sería la candidatura de Marcelo Ebrard por la alianza Vamos por México o Movimiento Ciudadano con crisis económica, en la cual la nota sobresaliente fuera una inflación descontrolada. En este escenario la confrontación política sería intensa y Morena podría ganar por un apretado margen o perder por un estrecho margen.

Cualquier escenario político será rijoso, para que las pasiones no se desborden, como siempre, se contará con la mesura ciudadana, pero, la duda es si los actores políticos tendrán la madurez para aceptar la derrota con espíritu republicano.

Javier Santiago Castillo

Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública, con mención honorífica por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Candidato a Doctor en Ciencia Política en la misma institución. Es profesor titular “C” tiempo completo de la UAM-I, actuó en los 80's como coordinador nacional de capacitación electoral del Partido Mexicano Socialista; y representante de casilla del Partido Mexicano de los Trabajadores, de cuyo Comité Nacional formó parte. En los procesos electorales de 1991 y 1994 fue Consejero en el XXXVI Consejo Distrital Electoral del Instituto Federal Electoral en el D.F; se desempeñó como coordinador de asesores de Consejero Electoral del Consejo General en el Instituto Federal Electoral; representante del IEDF ante el Consejo de Información Pública del Distrito Federal; y Consejero Presidente del Instituto Electoral del Distrito Federal.