Por Salvador López Santiago
@sls1103
Estamos a un mes de la jornada electoral más grande e importante de la historia del México contemporáneo, pero quizá también la más compleja debido a factores como el número de asesinatos de candidatas y candidatos (más de 30 hasta el 1 de mayo) y la indolencia ante el dolor que se observa en algunos actores políticos cuando se hace referencia a sucesos en los que la población es afectada por cuestiones de violencia, inseguridad, desabasto de servicios básicos, etc.
A un mes de la jornada electoral del 2 de junio, las autoridades electorales tienen la enorme responsabilidad de garantizar el libre y ordenado desarrollo de los comicios, dicho sea de paso, en esta labor también están llamados a contribuir a ello los gobiernos de los tres niveles, comenzando por abstenerse de interferir en la elección, ya sea a nivel municipal, estatal o federal. El desafío no es menor, porque como ocurre siempre, la ingrata tarea del árbitro de la contienda hace que prácticamente sea inminente que haya inconformidades y señalamientos, generalmente por parte de quien no es favorecido en las urnas o de quien es sancionado cuando actúa al margen de la ley.
Los actores políticos, tales como dirigencias partidistas y desde luego, quienes aspiran a ocupar un cargo de representación popular tienen la responsabilidad legal y ética de conducirse en el marco de la legalidad, con probidad y con transparencia en el uso de los recursos públicos que serán destinados a las campañas. Asimismo, es deseable que exista congruencia entre la narrativa que están difundiendo en el territorio y su hoja de vida; así como en las propuestas que presentan y la viabilidad que puedan tener.
La ciudadanía también tiene una responsabilidad muy grande. En primer lugar, debemos generar conciencia de que es importante salir a votar porque bien dice el clásico “los malos gobiernos son elegidos por buenos ciudadanos que no votan” y los cargos duran 3 o 6 años, pero si hay incompetencia y corrupción, sus consecuencias pueden ser demoledoras a través de los años. Además, como país tenemos el reto de superar la participación ciudadana de la elección de 2018, la cual fue del 63.4%.
En este sentido, por supuesto que tengo mi simpatía por alguna candidatura en mi municipio y a nivel nacional, pero eso no me nubla para perder la capacidad de análisis y caer en la comodidad de emitir mi sufragio en automático por algún color en específico. El voto, como el mayor igualador social (numéricamente suma lo mismo el voto del estudiante, de la madre de familia, del adulto mayor, del empresario, de la celebridad, etc.), no puede elegirse a la deriva y por eso, en este breve artículo, hago un respetuoso pero muy insistente llamado a emitir un voto informado.
Todos somos libres de tener nuestras simpatías y afectos, así como de promover las causas que consideremos más adecuadas, de hecho, ese es un elemento esencial de la democracia. Bienvenido el disenso, el contraste de ideas y la batalla electoral en los términos que permite la arquitectura de nuestro sistema político-electoral. El 2 de junio, salgamos a votar, por quien queramos y por quien pensemos que es la mejor opción, pero acudamos a expresar la soberanía popular consagrada en el artículo 39 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.