Por Danner González
@dannerglez
Pasada la elección, templada la euforia y los festejos triunfales, más temprano que tarde los nuevos gobiernos deben sentarse a construir sus agendas programáticas para darle rumbo al oficio de gobernar. Más allá de lo que algunos suponen, esperan o inventan, la ley obliga a los gobiernos federal, estatales y municipales a presentar en los primeros meses de su administración, su Plan de Desarrollo Nacional, Estatal o Municipal. Las prácticas al respecto son muchas y muy variadas: hay quienes se piratean el programa del ayuntamiento vecino, quienes convocan a foros en el territorio para placearse aunque carezcan de rigor metodológico y a la postre sirvan para muy poco y quienes al cuarto para las doce están corriendo para presentar un documento medianamente estructurado.
Muchas políticas fracasan porque su formulación es deficiente. En un tiempo en que hay demasiado ruido en la red, los gobiernos deben además comunicar, persuadir y vencer resistencias. Una eficaz gerencia de gobierno aplica racionalidad técnica y comunicación persuasiva.
Los políticos que ganan elecciones no tienen por qué saber hacer sus programas de gobierno. El Presidente no trabaja, el Presidente gobierna, se cuenta que decía Charles de Gaulle, y es verdad, el político debe hacer política, pero mientras tanto debe asignar la tarea de la construcción de su agenda gubernamental a un equipo especializado en hacer prospectiva para dar sentido al programa, con objetivos a corto, mediano y a largo plazo, con una estrategia, metas cuantificables y por supuesto, considerando el impacto presupuestal para materializar el programa en acciones.
La planeación gubernamental no es tarea de improvisados. La función pública es finita, las contingencias no son programables y en la administración pública los problemas son legión. Problema que se soslaya, estalla, decía don Jesús Reyes Heroles. Ganada la elección, comienza la batalla contra el tiempo. El bono democrático se agota pronto, y los ciudadanos esperan soluciones a sus necesidades inmediatas: agua potable, seguridad, salud, servicios públicos de calidad, entre otros. Por eso es fundamental que los próximos alcaldes y gobernadores se ocupen cuanto antes de instalar sus equipos de construcción del programa de gobierno.
A veces no hace falta saber, basta tener el teléfono del que sabe. Y además es sabido que el que pregunta no se equivoca. Por eso es de particular valía encargar esta tarea a especialistas externos que puedan hacer programa y prospectiva sin la pasión y sin los sesgos que normalmente existen en los equipos internos de campaña, a menudo robustecidos con amigos, familiares y compromisos ineludibles. Dejar esta tarea en manos de expertos ahorrará a las administraciones públicas tiempo y esfuerzos que podrán dedicar a la tarea esencial de un buen político: hacer política para mantener de su lado la confianza de las y los ciudadanos.