Editorial
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En política, “tragar sapos” es una expresión que describe el amargo acto de aceptar lo indeseable por conveniencia o presión.
En Veracruz, los políticos de Morena —Rocío Nahle, Manuel Huerta, Claudia Tello, Cuitláhuac García y sus fieles ujieres— han sido testigos de la reciente inclusión de Miguel Ángel Yunes Márquez en el Senado, un movimiento inesperado que les ha dejado con un sabor amargo en la boca.
Yunes Márquez, un nombre vinculado al pasado reciente del PAN y al poder de los Yunes en Veracruz, representa una figura que Morena ha combatido fervientemente en la arena política local. Sin embargo, las dinámicas nacionales han demostrado que, en política, los principios ideológicos suelen subordinarse a las alianzas estratégicas.
La decisión de sumar a Yunes Márquez al Senado no solo incomoda, sino que obliga a muchos a guardar silencio y aceptar lo que jamás habrían imaginado. Recientemente, a Yunes Márquez le fue designada una nueva secretaría en la Comisión de Energía, sumándose a la que ya le había concedido el Grupo Parlamentario de Morena en la Comisión de Justicia del Senado.
Esta decisión generó aún más malestar en figuras de Morena, como la flamante senadora Claudia Tello, quien expresó de esta manera su impotencia: “Hoy entiendo que La Patria es Primero, pero debo seguir aprendiendo del Presidente, porque no puedo aceptar fácilmente que aquellos que escupieron al pueblo de México hoy se digan parte del movimiento, porque se cambiaron de camiseta”.
Así, se revela el malestar y la sumisión rebelde que marca el sendero de la Cuarta Transformación. Por lo pronto, en Morena Veracruz deben aceptar, aunque a regañadientes, que la política nacional demanda pragmatismo por encima del dogma, si es que alguna vez lo hubo. Con esta decisión, han tenido que tragarse un sapo gigantesco, demostrando que en la lucha por el poder, pocas veces se elige con quién compartir la mesa. O como diría el Presidente López Obrador: Tengan para que aprendan.