Por Danner González
@dannerglez
Nunca leí a Stephen King, pero no es personal, es el género el que no me atrae. O a lo mejor es solo que, como el clásico, me da mello. En fechas recientes leí entrevistas de Mariana Enríquez, quien declara haber aprendido mucho de los procedimientos del escritor estadounidense a la hora de contar historias y héme aquí, leyéndolo.
Para escribir, cada maestrito tiene su librito. Recuerdo textos de grandes autores sobre los mecanismos de la ficción: La tentación de lo imposible y El viaje a la ficción de Mario Vargas Llosa; El punto ciego de Javier Cercas, Viajes con un mapa en blanco de Juan Gabriel Vásquez. Del Curso de Literatura Europea de Nabokov a las legendarias Entrevistas del Paris Review publicadas por Acantilado, hay incontables puntos de mira que cada escritor aporta al desentrañar su universo. De cuantos he leído, quien más me significa es Ricardo Piglia, a cuyos libros vuelvo una y otra vez. Ahí están para la posteridad La forma inicial, Crítica y ficción, El último lector, Teoría de la prosa. Cuando una duda me asalta al escribir me pregunto, a veces en voz alta: ¿Qué diría el doctorcito Piglia?
Otro de mis dioses tutelares es Kurt Vonnegut, que aseguró que las mejores historias se cuentan con la mirada de un niño. De esa perspectiva salieron obras como Matadero Cinco o Las sirenas de Titán y esta cátedra sobre la forma de las historias, que vale oro:
https://www.youtube.com/watch?v=GOGru_4z1Vc
Siempre estoy en busca de libros, conferencias y ahora podcasts sobre el oficio. Así fue como llegué en días pasados a Mientras escribo, el libro de Stephen King que se mueve entre la autobiografía y el manual de escritura. Anoto algunas de sus enseñanzas:
- Omite palabras innecesarias.
- El corrector siempre tiene razón.
- Ejercita los músculos agarrotados de la escritura. El maestro del terror propone comenzar por escribir mil palabras diarias para desentumecerlos.
- Afina el talento. La explicación sobra. Afina el talento.
- Hurgar en nuestras biografías permite encontrar cosas sorprendentes. Recordar cómo se siente el dolor, el que hemos experimentado, visto, o el que nos ha sido narrado. Y escribirlo.
- El trabajo del narrador es reconocer cuando se juntan dos ideas que no han tenido ningún contacto previo, para crear algo nuevo.
- Hay que escribir pese a los rechazos de publicación; hay que escribir, escribir y seguir escribiendo.
- Escribir una historia es contársela uno mismo. Reescribir es quitar todo lo que no sea la historia.
- La buena literatura puede ser embriagadora sin renunciar al hilo conductor de las ideas.
- Desconfía del adverbio. Esos que terminan en –mente. Si no se podan, crecen, proliferan en el texto.
- ¿Qué es escribir? Telepatía, por supuesto.
- No hay que abordar la página en blanco a la ligera.
- Ten tu caja de herramientas siempre a mano, limpia las que se han oxidado.
- Mantén la frase simple. Párrafos cortos. Los párrafos son mapas de intenciones. El párrafo es ritmo, hay que aprender a oír el ritmo.
- A menudo escribir bien significa prescindir del miedo y la afectación.
- Escribir bien también es acertar en la selección previa de herramientas.
- Por fácil que parezca un idioma, siempre está sembrado de trampas.
- La escritura es pensamiento depurado.
El autor de obras memorable como El resplandor o It, insiste en que es imprescindible leer The Elements of Style, de William Strunk, un manual atemporal para quien quiera escribir. O al menos, para quien quiera escribir como Stephen King y ya de paso, vender como él unos cuántos millones de ejemplares, incluso del más deslustrado de sus libros.
En una charla reciente, Vila-Matas dijo que a los escritores siempre nos pasan cosas interesantes porque salimos a la calle buscando que nos pasen cosas interesantes. Hay que aguzar la mirada para reconocer las buenas historias. Y hasta aquí este texto, porque como escribe King, “las horas empleadas en hablar de escribir, son horas de no hacerlo”. Nos leemos la próxima semana.