Por Salvador López Santiago
@sls1103
Durante los últimos años, a nivel nacional e internacional el cuidado de los animales —principalmente de compañía—, se ha posicionado como uno de los temas de mayor interés entre la población, por lo que dejarlos fuera de las agendas públicas sería erróneo por parte de cualquier actor político de los tres órdenes de gobierno. En mi opinión, la fuerza del tema deriva de diversas vertientes, pero una muy poderosa tiene que ver con los lazos emocionales que se pueden construir con las mascotas, por cierto, en siete de cada 10 hogares mexicanos hay alguna.
La población mexicana se identifica y quiere a los animales, es un hecho. Paradójicamente la realidad es alarmante y para muestra, según cifras del INEGI, se estima que siete de cada 10 animales domésticos en México son víctimas de alguna forma de maltrato y que el 70% de los perros se encuentra en una situación de calle y para el caso de los gatos la cifra es superior al 60%. Esto sin contar políticas fallidas como la prohibición de los animales en los circos impulsada por el PVEM en 2015 (entonces aliado del PRI y antes del PAN) que, al carecer de diagnósticos precisos y tener al reflector como mayor impulso, condenó a la muerte a la mayoría de los animales que estaban en ese supuesto.
No podemos y no debemos ser indiferentes ante una problemática mayúscula como es el maltrato animal, tema en el que México ocupa el deshonroso primer lugar en Latinoamérica y el tercero a nivel mundial. Ante este terrible panorama, hay que decirlo fuerte y claro, en el famoso paquete de iniciativas presentadas el 5 de febrero de 2024 por el titular del Ejecutivo Federal, todavía Andrés Manel López Obrador, una que parecía estar condenada a dormir el sueño de los justos, precisamente era la relativa al bienestar animal.
Dentro de lo inverosímil y surrealista que se ha vuelto el parlamento que no parla, celebro que el 12 de noviembre de 2024, la Cámara de Diputados aprobó por unanimidad y con la mayoría calificada de 450 votos a favor, el dictamen que reforma y adiciona los artículos 3º, 4º y 73 de la Constitución Política, en materia de protección y cuidado animal, el cual fue remitido al Senado de la República.
El trámite legislativo ha tomado impulso y como minuta, en la Cámara Alta se publicó en la Gaceta del 13 de noviembre y fue turnado a las comisiones unidas: Estudios Legislativos, Primera, donde seguramente también será aprobada, porque las matemáticas dicen con contundencia que existen condiciones para que muy pronto sea publicada en el Diario Oficial de la Federación para convertirse en ley vigente, es cuestión de voluntad política para hacer valer esa mayoría calificada que les dio el soberano y en este caso existe consenso a priori. Sin embargo, ni siquiera será discutida esta semana y tampoco imagino que, llegado el momento, en los Congresos Locales estén esperando el asunto para aprobarlo con la misma ansiedad y celeridad que se han dado últimamente las reformas constitucionales.
Con la precisión de que una vez más llegamos tarde como nación a los temas de vanguardia y visión holística de derechos, es positivo que en México se eleve a rango constitucional la protección de los animales. Sobre el contenido de la iniciativa, cabe destacar la prohibición expresa del maltrato a los animales, para lo cual se establece determinar que los planes y programas de estudio promoverán la protección de los animales; disponer que el Estado mexicano debe garantizar la protección, el trato adecuado, la conservación y el cuidado de los animales, en los términos que señalen las leyes respectivas; y que se faculta al Congreso de la Unión para expedir leyes que establezcan la concurrencia del gobierno Federal, de los gobiernos de las entidades federativas, de los municipios.
Sobre el último punto, el régimen transitorio señala que el Congreso de la Unión cuenta con un plazo de ciento ochenta días naturales a partir de la entrada en vigor del decreto, para expedir la ley general en materia de protección y cuidado de los animales, contemplando su naturaleza, características y vínculos con las personas, así como para la prevención y prohibición del maltrato en la crianza y en el aprovechamiento de animales de consumo humano, y de medidas necesarias para atender el control de plagas y riesgos sanitarios.
Enhorabuena por estas iniciativas perronas y aunque después de que concluya su proceso legislativo y sea ley vigente —esperemos que sea pronto—, viene el mayor reto, que es llevar a la realidad lo plasmado en la norma, no podemos dejar de reconocer la discusión de temas tan nobles e importantes para la población. Sobre su implementación, diría el clásico, es problema del futuro.