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Por Javier Santiago Castillo

@jsc_santiago

Socios incómodos es lo menos que se puede decir de Estados Unidos y de Canadá por las actitudes, de Donald Trump, presidente electo, y de Justin Trudeau, primer ministro, en contra de México. Si las consecuencias de fisuras, que no rupturas, en la relación dentro del T-MEC no pudieran ser graves; se podría bromear y decir que la relación entre los tres países parece una relación de poliamor tóxica. En la cual, la parte dominante, quiere todos los beneficios para sí.

La realidad de la relación económica y geopolítica del T-MEC es mucho más compleja, porque se inserta en el entramado de la globalización. Es necesario tomar en cuenta que el desarrollo económico de cada país está ligado, en buena medida, al comercio internacional y en segundo lugar a su mercado interno.

Según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre comercio y desarrollo (UNCTAD), el comercio mundial alcanzará un récord de 33 billones de dólares en 2024; un billón más que en 2023. Con lo que muestra fortaleza ante la adversidad, aunque para 2025 existen riesgos por la escalada de las guerras comerciales, las tensiones geopolíticas y los cambios de políticas económicas.

Los Estados Unidos tiene un papel relevante en el tablero del comercio mundial, al ser grandes consumidores y productores de bienes y servicios. Su economía tiene cuatro puntos frágiles.

El primero es el déficit comercial creciente con diversos países. Con China asciende a 280,000 millones de dólares; la India, con 45,000 millones; la Unión Europea, con 205,000 millones: Vietnam, con 105,000 millones; México, con 150,000 millones; Canadá, con 70,000 millones; Japón, con 70,000 millones y; Corea, con 50,000 millones.

El segundo punto frágil es que buen parte de ese déficit comercial se deriva de que los Estados Unidos importan mercancías de empresas estadounidenses radicadas en todos esos países, porque las condiciones de producción les son más favorables por contar con menores tasas de impuestos y mano de obra barata.

El tercer punto frágil tiene que ver con el incremento de la deuda pública y el déficit fiscal, que el gobierno de Biden logró disminuir del 12% del PIB en 2020, al 6.4% en 2024 aunque no deja de ser un elemento negativo. El cuarto y último punto son las consecuencias que se derivan de los tres primeros, como son el incremento de la desigualdad social y económica que ha producido una irritación social al precarizar la situación de amplios sectores de la población estadounidense. Alcanzar el sueño americano de una vida cómoda se ha alejado del horizonte de millones de personas.

La relación económica de México con Estados Unidos se da en el marco del T-MEC, que tiene aspectos positivos y, a la vez, debilidades. las inversiones directas de Estados Unidos en México fueron entre enero y junio de este año de 13 mil 700 millones de dólares; las remesas, sólo en el segundo semestre del año, sumaron 16 mil 639 millones de dólares. 83 por ciento de nuestro comercio exterior se dirige a Estados Unidos, a cifras de junio pasado; lo cual significa 40 por ciento de lo que importa la Unión Americana.

En los primeros diez meses del año, México tuvo una participación de 15.9% en el total de importaciones y exportaciones estadounidenses de productos; Canadá 14.4%, China 10.9%, Alemania 4.5% y Japón 4.3%.

El superávit comercial de México con EU como ya mencionamos es alto y ocupa el tercer lugar, sólo detrás de China y la Unión Europea. La mayor fragilidad en esta relación es que la salud o enfermedad de la economía mexicana depende de las exportaciones a Estados Unidos y, por otro lado, compite, dentro del T-MEC con Canadá.

La relación económica con Canadá es menos relevante, pero también se tiene, en 2024, una balanza comercial con superávit favorable a México en 3 mil 660 millones de dólares. La inversión canadiense en México fue de 2 mil 408 millones de dólares y remesas por 300 millones.

China ocupa un lugar importante en el tablero económico de México, porque en las relaciones comerciales tenemos un déficit de 10 mil 793 millones de dólares y la tendencia se sigue acrecentando. Aunque, somos competidores en las exportaciones a los Estados Unidos. Después de que Canadá fue el primer socio comercial de Estados Unidos en 2014, China logró un liderazgo en los siguientes cuatro años, hasta que México lo desplazó en 2019, beneficiado por la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Pero este último país retomó el liderato en 2020, al ser una de las economías menos golpeadas por la pandemia de Covid-19.

Todos estos aspectos son el telón de fondo de la política económica promovida por Donald Trump. En el campo interno el nombramiento de Elon Musk a cargo de una Oficina de Innovación, cuyo objetivo central es recortar los gastos gubernamentales para disminuir el déficit fiscal.

En el terreno internacional los Estados Unidos tienen el mayor déficit comercial con China, México y la Unión Europea. Pero, ha dejado fuera de la contienda comercial, por razones geopolíticas, a la Unión Europea y ha incluido a Canadá.

China es el gran adversario comercial del Estados Unidos por la expansión que ha tenido su economía y las innovaciones tecnológicas por el mundo y, aunque está en el segundo lugar en el ranking del PIB, le compite de manera importante. México y Canadá, a pesar de su importancia en las relaciones comerciales, están subordinados a los vaivenes de la economía estadounidense y geopolíticamente en su área de influencia. Por eso son más susceptibles de ser presionados.

El gran reto para el gobierno de Trump, con el fin de que se cumpla el compromiso de mejorar el nivel de vida de la población, es lograr que las empresas estadounidenses regresen a su territorio. Lo que tendría un efecto doble, por un lado, disminuir el déficit comercial y, por el otro crear empleos.

La amenaza de establecer un incremento generalizado del 25% de impuestos a sus importaciones es inviable, dada la complementariedad de las economías de América del Norte, pues repercutiría en un incremento de los precios de muchos productos de consumo cotidiano de su población, pero si se pueden imponer selectivamente.

Todavía durante el gobierno de López Obrador, en abril, diversos productos como acordeones, sandalias, láminas de acero, varillas de aluminio y más de 500 productos importados, principalmente de Asia, principiaron a pagar aranceles entre 5% y 50%. China e India fueron los países más afectados por esta medida, El gobierno federal argumentó, en el decreto, que esta decisión buscaba proteger varios de sus sectores productivos, así como la atracción de nuevas empresas al territorio mexicano, el llamado nearshoring.

La presidenta Claudia Sheinbaum ha desplegado una estrategia de lograr un frente unido con los empresarios para enfrentar las presiones estadounidenses. A la par ha iniciado un movimiento “Construyamos el Segundo Piso” con el fin de ampliar el apoyo a su gobierno, más allá de Morena con vistas a las elecciones intermedias y al ejercicio de la revocación de mandato, que, más bien, sería de ratificación de mandato.

Es un acierto gubernamental construir un frente interno unido para enfrentar presiones y la revisión del T-MEC en 2026. La deficiencia se encuentra en la ausencia de una estrategia comercial multilateral articulada a un modelo de desarrollo con un mayor grado de autonomía de los vaivenes internacionales. Es insuficiente hacer un llamado a los empresarios mexicanos que produzcan lo que importamos de China. El Estado debe de definir una estrategia para fortalecer la industria nacional que repercutirá en darle vigor al mercado interno.

Un ejemplo claro de esa política multilateral es Brasil, pertenece al grupo de los Brics, su relación comercial con Estados Unidos es importante y acaba de concluir un tratado comercial con la Unión Europea. Es indispensable abrirse al mundo.

Javier Santiago Castillo

Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública, con mención honorífica por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Candidato a Doctor en Ciencia Política en la misma institución. Es profesor titular “C” tiempo completo de la UAM-I, actuó en los 80's como coordinador nacional de capacitación electoral del Partido Mexicano Socialista; y representante de casilla del Partido Mexicano de los Trabajadores, de cuyo Comité Nacional formó parte. En los procesos electorales de 1991 y 1994 fue Consejero en el XXXVI Consejo Distrital Electoral del Instituto Federal Electoral en el D.F; se desempeñó como coordinador de asesores de Consejero Electoral del Consejo General en el Instituto Federal Electoral; representante del IEDF ante el Consejo de Información Pública del Distrito Federal; y Consejero Presidente del Instituto Electoral del Distrito Federal.