Por Danner González
@dannerglez
Escrita en 1965 e ignorada por décadas, esta novela, reeditada por una pequeña editorial de Tenerife, Baile del Sol, con la traducción de Antonio Díez Fernández, sale cada cierto tiempo del anonimato para ser recomendada de un lector a otro como la gran novela que es.
John Williams (1922-1994) es un escritor norteamericano que ha permanecido distante de nuestra tradición literaria, pero su escritura es impecable. En las páginas de esta novela se cuenta linealmente la vida de William Stoner a través de la historia del siglo XX estadounidense: la primera guerra mundial, la prohibición del alcohol, el crack del 29, la desolación de los años treinta, “cuando los rostros de muchos hombres se tornaron permanentemente duros y fríos, como si miraran hacia un abismo”; la segunda guerra mundial. Ese es, digámoslo así, el decorado de la novela.
En medio de un siglo turbulento, la vida de William Stoner es tan gris como los cielos de la ciudad en la que vive. Estudiante de agricultura cuando joven, es subyugado un día por un soneto de Shakespeare que le hará presa de la literatura. Será profesor por el resto de su vida.
Al inicio de la novela, el autor nos dice que “su madre contemplaba su vida con paciencia, como si fuera un momento largo que tuviera que aguantar”. Bill hará lo mismo. Es infeliz con su mujer, pero no intenta irse de casa. En otra historia que también habría que leer, Wakefield, de Nathaniel Hawthorne, el autor no nos dice mucho de las razones por las que un buen día su personaje decide irse de casa. John Williams tampoco nos explica por qué se queda Stoner. Sencillamente soporta. La relación con su mujer y su hija se transforma a través de los años y de sus silencios. No pasa nada y no importa en absoluto. Los mayores golpes de su vida se los asesta un villano menor, el jefe de departamento de la facultad en la que imparte clases. Stoner no busca venganza, ni justicia.
Stoner no se permite ser feliz, sino fugazmente. Se refugiará para siempre en la medianía académica, siguiendo el vaticinio de un amigo que en la juventud pronosticó: “tú eres el soñador, el loco en el mundo de los locos (…) Eres lo bastante listo. Pero tienes el mal, la vieja enfermedad”.
Antes he dicho que Stoner no trata de nada. Y quizá con ello he querido decir que trata de todo. Porque a través de una historia anodina, muy bien contada, Williams nos habla del amor y la amistad, la vida y la muerte, la tristeza salpimentada con pequeñas alegrías, aquello que se calla para no alterar los equilibrios del mundo. Un narrador mayor que dibuja con maestría los contornos de la luz y de las sombras, las agonías de la culpa y el deseo. Una novela sublime que por supuesto, hay que leer.