Por Salvador López Santiago
@sls1103
El pasado 3 de julio se cumplieron 69 años del voto femenino en México. Es oportuno precisar que, si bien es cierto que fue en 1947, en la administración del presidente Miguel Alemán Valdés que se permitió votar a las mujeres en procesos municipales, fue hasta el 3 de julio de 1955, cuando sufragaron por primera vez en una elección federal para elegir a quienes integraron la XLIII Legislatura de la Cámara de Diputados.
La conmemoración obliga a la reflexión. En principio, nadie puede negar lo avanzado en el fortalecimiento de los derechos políticos-electorales de las mujeres y para muestra, basta recordar que el pasado 2 de junio el pueblo de México decidió en las urnas tener a la primera presidenta de nuestro país. Pero fenómenos como la violencia política en razón de género son señal incuestionable de la persistencia de desafíos pendientes.
Las mujeres han enfrentado todo tipo de adversidades y siempre han demostrado que tienen talento de sobra para contribuir a la construcción de la vida democrática de nuestro país y, desde luego, al desarrollo nacional. Ni regalos ni concesiones graciosas, cada una de las conquistas alcanzadas son producto del esfuerzo de generaciones de mujeres valientes y decididas que inspiraron a otras mujeres y también a hombres para formar un solo frente que camina y debe seguir caminando hacia la construcción de una sociedad con igualdades y derechos plenos para todas y para todos.
Algunos antecedentes se remontan a 1910 en Puebla, con Carmen Serdán y su campaña antirreeleccionista encabezada por Francisco I. Madero; 1916 cuando Hermila Galindo solicitó al Congreso Constituyente de 1917 el reconocimiento a los derechos políticos de las mujeres; y entre 1922 y 1924, cuando Felipe Carrillo Puerto como gobernador de Yucatán reconoció el derecho de las mujeres a participar en elecciones municipales y estatales, para que posteriormente, Elvia Carrillo Puerto fuera la primera candidata electa al Congreso de Yucatán.
El 17 de octubre de 1953, las mujeres mexicanas alcanzaron los mismos derechos políticos que a los hombres, luego de que se publicó en el Diario Oficial de la Federación el nuevo texto del Artículo 34 Constitucional, quedando de la siguiente manera: “Son ciudadanos de la República los varones y las mujeres que, teniendo la calidad de mexicanos, reúnan, además, los siguientes requisitos: haber cumplido 18 años, siendo casados, o 21 si no lo son, y tener un modo honesto de vivir”, y como se ha señalado, dos años después acudieron a las urnas.
Entre las acciones más relevantes del Estado mexicano en favor de los derechos político-electorales de las mujeres están la Reforma Política-Electoral del 10 de febrero de 2014, que estableció a nivel constitucional el principio de paridad entre los géneros en candidaturas a legisladores federales y locales; la reforma para la paridad sustantiva de junio de 2019 para establecer paridad en todos los espacios de decisión; y las reformas aprobadas en marzo de 2020, para ampliar la definición de violencia política contra las mujeres en razón de género y evitar que se anulen o menoscaben los derechos electorales de una o varias mujeres en su libre ejercicio de derechos en la función pública, tanto para una precandidatura, candidatura o cargo público.
Cuando se dice que es tiempo de mujeres, es porque la geografía electoral así lo advierte. Antes de la elección de 2021, el total de mujeres gobernadoras en toda la historia era de nueve, después de la elección del 2 de junio del presente año, México tendrá 13 mujeres gobernadoras activas, el Congreso seguirá siendo paritario y por supuesto, la presidencia de la República será ocupada por la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo que, dicho sea de paso, llegó con la votación más alta de la historia al conseguir casi 36 millones de votos. Lo anterior, representa un paso importantísimo para romper el llamado techo de cristal en el desarrollo de la vida pública.
El camino recorrido en las últimas décadas es importante, pero siguen siendo muchas las áreas de oportunidad. En consecuencia, es fundamental que, sin medias tintas, sin titubeos, sin favoritismos y mucho menos, sin imposiciones de grupos dentro de los partidos políticos, sea prioritario para todos los actores involucrados el fortalecimiento y ampliación de los derechos político-electorales de las mujeres.