Por Salvador López Santiago
@sls1103
“Si no es bueno, no lo hagas; si no es verdad, no lo digas”—Marco Aurelio—.
El próximo 1º de octubre de 2024, la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo tomará protesta como la primera presidenta de México. Este día histórico para la República invita a la reflexión en diferentes cuestiones y una de las variables que produce mayor inquietud entre la ciudadanía es la expectativa sobre el desempeño que se espera de su administración, pero también de los demás gobiernos que iniciarán en los estados, los municipios y la CDMX y sus alcaldías.
Antes de entrar a ese análisis, es oportuno hacer un recuento de cómo llegamos a este momento y para ello, nos remitimos a lo ocurrido en la jornada electoral del 2 de junio de 2024. Como sabemos, la Coalición Sigamos Haciendo Historia recibió un voto masivo en prácticamente todo el territorio nacional. En el Congreso de la Unión, obtuvo la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y se quedó a un voto en el Senado de la República; y alcanzó los curules necesarios para tener la mayoría calificada en 18 Congresos Locales y en 5 más la mayoría simple.
Retomando el planteamiento inicial, la ciudadanía espera gobiernos transparentes, austeros y honestos que se integren con equipos profesionales y que tengan un plan de gobierno con objetivos claros y viables que respondan a las principales problemáticas sociales. Pero más allá de lineamientos contenidos en cuerpos normativos, la población exige autoridades que tengan sensibilidad y empatía. Con el mapa electoral pintado de guinda en todo el territorio nacional, lo que se espera de los gobiernos en los tres ámbitos de gobierno —donde la mayoría son emanados de morena—, es importante que los principios de no mentir, no robar y no traicionar sean un puente virtuoso entre la gestión gubernamental y los principios constitucionales de eficiencia, eficacia, economía, transparencia y honradez, para lo cual es crucial la ética (con mayúsculas y negrillas).
La ética ha transitado con la evolución del conocimiento y mediante un proceso complejo impregnado en el desarrollo de las distintas etapas de la humanidad. En la coyuntura actual, la ética adquiere más relevancia que nunca para hacer frente a las asimetrías, las injusticias y los desafíos de la cosa pública. Es necesario revalorizar el aspecto humano porque después de todo, la política en su concepción más elemental busca el bien común, aspecto medular en la evolución de las democracias del mundo, incluida la mexicana. En conclusión, el óptimo funcionamiento del servicio público necesariamente debe ponderar valores éticos, porque de no hacerlo, el bono de legitimidad conseguido en las urnas, tarde o temprano se agotará.