Éfren Calleja Macedo
@lem_mexico
Los cronistas, bien lo sabía y lo desglosó Ryszard Kapuściński, son descendientes directos de Heródoto (484 – 425 ade C), aquel griego que en el primer párrafo de su Historia escribió: “Horódoto de Halicarnaso va a presentar aquí los frutos de sus investigaciones llevadas a cabo para impedir que el tiempo borre la memoria de la historia de la humanidad, y menos que lleguen a desvanecerse las grandes y maravillosas hazañas, así de los griegos como de los bárbaros. Con este objeto refiere una infinidad de sucesos varios e interesantes, y expone con esmero las causas y motivos de las guerras que se hicieron mutuamente los unos a los otros”.
A lo largo de los siglos posteriores han cambiado los protagonistas y los sucesos, pero se mantiene la intención de los cronistas: “impedir que el tiempo borre la memoria de la humanidad”. Así lo confirman las quince crónicas que estructuran Los migrantes que no importan, de Óscar Martínez (sur+ ediciones, 2012), el doloroso recuento del padecer migrante en territorio mexicano.
En cada historia, el periodista salvadoreño trata de responder las preguntas que se le ocurren al polizón de La Bestia —nombre genérico de la red de trenes que cruzan México de la frontera sur, donde ingresan los centroamericanos, a la norte, donde los viajeros tratan de cruzar hacia Estados Unidos—: “¿por qué vamos colgados del techo si los vagones viajan vacíos? ¿Por qué no puede ir más despacio? ¿Nadie nos va a proteger de ese asalto? ¿Qué terrible historia obligó a los que me rodean a montar sobre La Bestia? ¿Y por qué este viaje aterrador, nocturno y veloz termina por engancharte?”.
Por ello, como explica en la presentación Carlos Dada, el director del periódico digital El Faro, medio que publicó las crónicas de Martínez a medida que las iba escribiendo: “Este libro trata sobre los nómadas más vulnerables en la historia de la humanidad. Es la narración tramo por tramo de un camino emprendido por centroamericanos en el que son sometidos a todo tipo de abusos y vejaciones por parte de cuatreros, narcotraficantes, secuestradores, maleantes y autoridades; un camino en el que todos ellos se confunden y juegan, al mismo tiempo, varios de esos papeles. Una vía en la que los migrantes se exponen a violaciones, asaltos, secuestros, extorsiones y muertes”.
En las páginas de Los migrantes que no importan está el vasto catálogo de ilusiones, desencantos, aprendizajes, humillaciones, altanerías, amores, pérdidas y hallazgos tejidos día tras día y generacionalmente al aventurarse en el territorio mexicano en pos del sueño americano.
Está la desaparición intempestiva e irremediable de los viajeros, y las preguntas de quienes los monitoreaban —“¿Dónde están? ¿Cómo están?”—: “La comunicación se interrumpe. Mis mensajes se quedan sin respuesta. Hoy, principios de septiembre, hubo un secuestro masivo en Reynosa, frontera norte de México. Al menos 35 migrantes centroamericanos fueron bajados por un comando armado de Los Zetas cuando los indocumentados llegaban a esa ciudad montados como polizontes en el tren de carga”.
Está la naturalización de la burocracia criminal: “Salen de sus casas por las mañanas, como si fueran empresarios rumbo a sus empresas. Salen de la colonia El Relicario, de la Buenos Aires, de El Progreso, Cañaveral, El Espejo, de Ejidos, y ponen su puesto de asalto y violación, y se reparten el botín, y vuelven a sus casas a esperar una nueva jornada de trabajo”.
Está la trata personas, el chantaje, la violencia física y el comercio sexual.
Está la economía criminal: “Los Zetas están cobrando entre 50 mil y 200 mil pesos a cada banda de zetitas en esta zona, y aún así a las bandas les queda dinero para ellas y para sobornar a las autoridades. […] Ellos sacan dinero del tráfico de drogas, balas y granadas. Los migrantes son su tercer negocio”.
Y están, por supuesto, las voces de los viajeros, los estancados, los todavía ilusionados, los ya decepcionados, los fantasiosos, los transformados, los cínicos y los que tratan de paliar los sufrimientos ajenos.
Como sintetiza el propio Martínez: “Éste es el camino por excelencia del centroamericano indocumentado. Éste es su medio de transporte, éstos sus asaltantes y éstas las vías donde las ruedas de acero han troceado piernas, brazos, torsos, cabezas. Migrantes”.
En LEM creemos que, de muchas maneras, nuestras existencias y memorias están ligadas al dolor coral de esos migrantes que sí importan.
- artículo originalmente publicado en el Periódico “El Popular” (que puede consultarse en el siguiente enlace: https://www.elpopular.mx/2018/08/20/opinion/el-dolor-coral-de-los-migrantes-que-no-importan-187829)