Editorial
@tempomxcom
Arrancó la LXIV Legislatura del Congreso de la Unión con una mayoría morenista que a ratos nos hizo recordar las viejas glorias del carro completo priísta. El bono democrático otorgado al Presidente electo y su partido en las urnas debe ser utilizado correctamente para borrar los resabios del pricámbrico tardío.
Toca hoy a Morena entender que ahora son partido en el poder y que la sociedad espera de ellos la eliminación de los vicios de quienes antes fueron gobierno. Muchos legisladores parecieron no entenderlo en la instalación del Congreso el pasado día primero. Pretendieron acallar con gritos a los oradores en tribuna. Una y otra vez debió llamarlos al orden el experimentado Presidente de la Cámara, Porfirio Muñoz Ledo.
Dicen que no es lo mismo ser borracho que cantinero. Y no es lo mismo ser oposición que ser gobierno. En ambos casos, se espera altura de miras, prudencia y disposición al diálogo. Ni la oposición irracional ni el voto aplanador son el estado ideal de los parlamentos. Los parlamentos deben servir a las mejores causas de la humanidad, pero además deben ser entendidos por los legisladores como el espacio natural para el contraste de ideas, para el debate y la discusión, para el análisis, no solo para aventar flores debajo del balcón del Presidente, como escribió el poeta León Felipe.
Cuánta falta haría hoy un artículo que les recuerde a los legisladores lo que consignaba la Constitución de Weimar en su artículo 21: “Los diputados son los representantes de todo el pueblo. Sólo están sometidos a su conciencia y no se hallan sujetos a ningún mandato”.
Muñoz Ledo definió con exactitud el momento, el sábado pasado. “Esta es la hora cero de la nueva República”, dijo. “Hemos trascendido la época electoral, estamos en el tiempo de la reconciliación, no de una democracia colérica”, volvió a reconvenir a la mayoría de su lado.
La reconfiguración del Congreso implica el destierro de los excesos, la corrupción y el despilfarro, pero no solo eso. Implica también llevar a un nuevo estadio el ejercicio parlamentario, uno de respeto a las minorías, de mujeres en espacios de decisión –la paridad numérica no basta–, de los contrapesos entre poderes, con diputados y senadores que no sean sumisos a la voluntad del Presidente, que no ejerzan la dictadura de las mayorías.
Frente al absolutismo político, debe primar el relativismo democrático. Revitalizar el Congreso implica volver al debate parlamentario, a acentuar la función parlamentaria de control, a que los ciudadanos empiecen a pensar que el Congreso sirve para algo.
Colofón
Conviene hacer un llamado de atención a todas las fuerzas políticas representadas en el Congreso, especialmente a los aliados de Morena en la lucha electoral. La aritmética del poder hizo perder más de treinta diputados al Partido del Trabajo, que pasaron a engrosar las filas de Morena. Otro tanto sucedió en Encuentro Social.
El tema no es menor, pues debido a ello, el PT perdió su posición como tercera fuerza electoral en la Cámara, ganada en los comicios pero perdida en la mesa frente a sus aliados, y con ello, perdió la posibilidad de una vicepresidencia y comisiones en San Lázaro. Es claro que Morena busca la mayoría absoluta en las Cámaras, aunque ello signifique menguar a sus aliados.
Kelsen escribió hace casi un siglo: “En el oscuro horizonte de nuestro tiempo, asoma el rojo resplandor de un astro nuevo: la dictadura de partido, dictadura socialista del proletariado, o dictadura nacionalista de la burguesía; tales son las dos nuevas formas de la autocracia”. ¿Verdad que suena a premonición aún vigente?