Efren Calleja Macedo
@lem_mexico
Los orígenes dan certeza, establecen puntos de partida y permiten delimitar identidades. Además, trazan genealogías a las cuales sumarse y establecen momentos fundacionales. Con Los primeros editores (Malpaso, 2016) Alessandro Marzo Magno puntualiza que Venecia, Italia, es el origen de la industria editorial moderna y retrata a los personajes que sentaron las bases de lo fundamental. Entre ellos, por supuesto, Aldo Manuzio, el Miguel Ángel de los editores.
Esta obra es un ágil recorrido por la época en la que “además del libro, nace el negocio del libro. Es aquí donde se empieza a llamar ‘editor’ a quien hace inversiones en la imprenta, y puede tratarse tanto de los productores de papel como de mercaderes, tipógrafos, intelectuales y, en ocasiones, de los mismos autores de las obras. Se forman las primeras grandes sociedades editoriales y comerciales”.
Como bien sintetiza Marzo Magno: “Industrialización, globalización, marketing: todo está presente en la Venecia renacentista. Se trata de sucesos de hace medio milenio, pero las capacidades productivas y comerciales manifestadas en la capital mundial del libro de la primera mitad del siglo XVI encajarían perfectamente entre las historias de éxito de las empresas contemporáneas”.
Por ejemplo, los tiempos de incertidumbre: “En 1473, apenas cuatro después de la introducción de la imprenta en Venecia, ya hay una crisis de sobreproducción: los almacenes están llenos de clásicos sin vender y la producción cae un 65 por ciento […]. Y no será la única crisis que afectará al sector. Filippo y Jacopo Giunta hablarán en 1563 de libros utilizados para envolver y conservar alimentos”.
Están, claro, los periodos de alegre expansión: “Las órdenes religiosas, plenamente involucradas en el negocio de la imprenta, comprenden que ceder espacios a los impresores puede convertirse en una fuente estable de rentas. En 1514 los padres de Santo Estefano alquilan nueve almacenes a los libreros. Se generan así enormes acumulaciones de libros, cuyas dimensiones desconocemos. Si un editor medio de Milán, como Niccolò Gorgonzola posee 80.000 volúmenes, ¿cuántos no tendrán guardado los editores venecianos?”.
A estas etapas le siguen, los momentos de florecimiento comercial y de innovaciones que permanecerán: “El auge ocurre entre 1526 y 1550 cuando Venecia publica casi tres cuarta partes de las ediciones impresas en Italia y la mitad de todas las producciones en el continente. En los siguientes veinticinco años baja a un respetable 61 por ciento. Los libros allí publicados se distinguen también por otras particularidades, es decir, por la atención específicamente veneciana hacia lo que facilite la lectura: tablas de contenido, índices, notas”.
Además, por supuesto, el hito comercial: “Se puede afirmar que el best seller […] nace en el siglo XVI. Entre 1542 y 1560 Gabriel Liolito de Ferrari publica veintiocho ediciones de Orlando furioso de Ludovico Ariosto, en la práctica una por año. En este caso se trata de un autor vivo que ha terminado su obra una década antes, mientras que Petrarca, muerto hace tiempo (en 1374 para ser más precisos), totaliza 148 ediciones en Italia, quizá más de 100 mil ejemplares, casi exclusivamente del Cancionero. Quien decidió la suerte de Petrarca y también de Dante fue el editor más importante de todo el siglo XVI, Aldo Manuzio”.
Además de su extraordinaria producción editorial, Manuzio aporta, entre otras cosas, “la cursiva como prototipo del Renacimiento Italiano, y por tanto de la modernidad”, y el libro de bolsillo: ediciones en “pequeño formato, sin comentarios de texto, y por tanto aptas para todos los bolsillos […] que permiten “leer en los momentos libres de ocupaciones políticas o de estudios”. Así “nace el concepto de lectura como actividad de entretenimiento y no de aprendizaje, un concepto con siglos de vida aún vigente hoy en día”.
Además, Manuzio “revoluciona el uso de la puntuación, convirtiéndose en el padre del punto y coma; es el primero en utilizarlo”.
Por Los primeros editores transitan muchos otros personajes, como Yakob, el editor armenio del Libro de los viernes, cuya lectura permite a los navegantes escapar de los piratas. En paralelo, abundan los sucesos fundacionales: la impresión del primer Corán en árabe, el primer Talmud y los primeros libros en griego o en cirílico.
Una y otra vez, Venecia es el origen de lo que hoy englobamos como industria editorial. En LEM, como lectores y memoriosos, nos declaramos integrantes de esa genealogía.
- artículo originalmente publicado en el Periódico “El Popular” (que puede consultarse en el siguiente enlace: https://www.elpopular.mx/2018/10/22/opinion/el-origen-veneciano-de-los-libros-192063)