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En defensa de la palabra: Neoliberal

Por Luis David Ramírez

@1LuisDavid

 

Sabemos, de común acuerdo, que las palabras no son las cosas. La palabra cuchara no es una cuchara; aunque sirva de referencia. Bien lo dicen las hermanas Wachowski: la cuchara no es cuchara. También, la palabra Perro no es un perro; aunque su grafía no sea otra cosa sino el dibujo de un perro visto de perfil que alza su cabeza para voltear hacia atrás y verificar que no está siendo perseguido, digamos, por un neoliberal, el enemigo en turno de estos tiempos. Simplificando, las palabras sirven para relacionar un conjunto de ideas abstractas con un conjunto de hechos tangibles; las palabras unen las ideas con las cosas. Tristemente esto no siempre se cumple y un caso de particular interés es lo que sucede con la palabra neoliberal.

La palabra perro une el conjunto de ideas abstractas —como animal mamífero de cuatro patas que ladra, muerde y hace compañía— con un fenómeno comprobable. Si no ladra, no es un perro. Pero qué conjunto de ideas encierra la palabra neoliberal, la cual está tan usada estos días que me parece que, de tanto uso, ha perdido su significado.

La anterior apreciación fue detonada al leer un artículo del 1 de julio de Animal Político, donde se usaba la palabra neoliberal como adjetivo de los sustantivos políticas y dogma: estamos en un relevo de élites necesario “para detener las políticas neoliberales”; “La política popular enfrenta ahora más que nunca el dogma neoliberal que excluía a la mayoría de los mexicanos de las decisiones públicas”; “pensar más allá de los límites impuestos por los paradigmas neoliberales de las relaciones marginales, el costo-beneficio monetario y la ortodoxia,”. Después, vi la palabra neoliberal sustantivada: “los trabajadores pueden elegir democráticamente a sus líderes sindicales, reconquistando así parte del poder que […] el neoliberalismo perpetuó por conveniencia”.

Honestamente no sé si comprendí bien las ideas que trataban de expresar en ese artículo, puesto que en el mismo se pide que se piense más allá del dogma neoliberal de relaciones marginales y de relaciones costo-beneficio; pero terminan exigiendo un gobierno eficiente, es decir uno que minimice los costos o maximice los beneficios. Qué fácil es pedir originalidad en estos tiempos; qué difícil es conseguirla. No obstante, quise saber a qué se refiere ese artículo cuando usa la palabra neoliberal.

Como economista, yo entiendo la palabra neoliberal como un conjunto de ideas y teorías económicas que estaban en contraposición a las ideas de John Maynard Keynes —keynesianismo— y que retomaban algunas ideas de los autores clásicos en economía, tales como Adam Smith, David Ricardo y John Stuart Mill. Estos autores —los llamados liberales— propugnaban grosso modo que la mejor manera de llevar las riendas de la economía era dando mucha libertad y poca regulación a las empresas; también, defendían el comercio internacional.

Durante mucho tiempo, las ideas de estos pensadores fueron la guía, el modelo, que siguieron muchos gobiernos, especialmente la comunidad del Atlántico Norte. Sin embargo, a raíz de la crisis de 1929 de Estados Unidos, los estudiosos de la economía comenzaron a buscar una alternativa al liberalismo y fueron las ideas de Keynes las que se posicionaron en el agrado de la academia y los gobiernos. Las ideas keynesianas —voy a simplificar tremendamente— sostenían que el gobierno tenía que jugar un papel fundamental para superar las crisis y reactivar el círculo de la economía. Vale la pena decir que ese círculo —válido para el liberalismo, keynesianismo y neoliberalismo— consiste en que las empresas producen bienes y las familias los consumen; las empresas crecen, las familias crecen y el consumo crece. Ese papel fundamental del gobierno era gastar lo más posible, para lo cual se necesitaba un aparato burocrático grande que se ocupara de ejercer dicho gasto.

Estas ideas keynesianas de un gobierno grande y que gusta de gastar mucho dinero duraron en el gusto de los políticos hasta la década de los cincuenta. A partir de ese momento, de nuevo los estudiosos de la economía —Hayek, Friedman, Von Mises, entre otros— cambiaron de opinión y regresaron a tomar las ideas liberales de Smith, Ricardo y compañía. Sólo se agregó la partícula neo; pero en esencia son las mismas ideas con la diferencia de que están acompañadas de un aparato matemático más robusto y un método científico. Así que, el neoliberalismo es el conjunto de ideas que postulan que la mejor manera de que se generen ganancias en los mercados es mediante poca intervención gubernamental en las empresas, un gobierno pequeño que gasta menos respecto al modelo keynesiano y un libre comercio internacional.

Hoy en día, de nuevo a raíz de una crisis made in USA, la de 2008, los estudiosos de la economía y los gobiernos comienzan a rechazar el conjunto de ideas neoliberales y buscan otras alternativas. No hay mucho, desde donde yo alcanzo a ver, de dónde escoger. Las opciones —y todas han tenido sus oportunidades y fracasos— son: el liberalismo per se, el keynesianismo, la escuela anarquista y la escuela marxista y todas sus posibles combinaciones: el cómico-anarquista, el cómico-liberal; trágico-histórico-marxista, o trágico-cómico-histórico-neoliberal o lo que gustéis.

Lo llamativo para mí es que alrededor de la palabra neoliberal se entiende todo, menos la brevísima reseña de historia económica que refiero. Se toma a las políticas neoliberales como nocivas en sí mismas. Esto no es así, existen políticas exitosas o fracasadas en toda la historia y en todas las latitudes del planeta. Si se conociera una forma correcta de hacer políticas públicas, ya se habrían hecho y no habría la necesidad de hacer estudios sobre las mismas. Pero no, tristemente las políticas públicas tienen algo de prueba y error, tal como es evidente en los cambios que van del liberalismo al keynesianismo y ulteriormente al neoliberalismo.

Aparte, no toda política hecha por gobiernos anteriores a éste es únicamente neoliberal y no toda política neoliberal es perniciosa. Ejemplo de lo anterior es el Programa de Estancias Infantiles, el cual no me parece neoliberal y sí muy acertado. O bien, la reforma energética, la cual tampoco es del todo neoliberal ya que en ella se busca que privados y el gobierno inviertan en exploración en aguas profundas. Esas inversiones que ahora están detenidas son las responsables de los recortes del memorándum del 3 de mayo que están afectando al IMER y a la CONADE y medio sector público. ¿El tratado del libre comercio? Muy neoliberal, pero todo el mundo quiere que se ratifique.

Llamar neoliberal a todo aquel con quien no congeniamos y con quien no compartimos las mismas ideas es solo encerrarse en la propia cáscara de nuez donde todos nos sentimos los reyes del universo; es ser idiota. Hay que esforzarnos por llamar a las cosas por su nombre completo, de otra forma solo somos unos huevones que en lugar de aclarar las cosas solo las hacemos más confusas. No existe tal cosa llamada régimen neoliberal. Existió un gobierno, digamos el de EPN por mencionar alguno, que implementó políticas públicas, unas de corte neoliberal, como la renovación del TLCAN, ahora T-MEC; otras keynesianas hasta el tuétano, como la construcción del NAIM en Texcoco; otras de corte socialista, como PROSPERA; y si se quiere, se le puede llamar neoliberal aunque no lo sea en estado puro, pero no hay que confundir un conjunto de ideas llamadas neoliberales con todos los fracasos que se le pueden adjudicar a ese gobierno o a cualquier otro.

En aras de una mayor precisión habría que decir si algo excluía a los ciudadanos de la toma de decisiones públicas no era un dogma neoliberal, en todo caso era un gobierno con poca democracia participativa. Además, si este gobierno está para detener políticas neoliberales—aunque no han dicho por qué habría que detenerlas—, ¿por qué detuvo el Programa de Estancias Infantiles?, el cual es un programa social que proporciona servicios a los estratos de menores ingresos. Por último, el neoliberalismo, entendido en el sentido de teoría económica del que hablo, no perpetuó a los líderes sindicales; en todo caso fue el PRI a partir de Miguel Alemán.

De tanto uso las palabras se gastan; al final del día, la palabra neoliberal, por más libros de historia económica que se escriban, ya ha perdido todo significado y es usada para todo, es decir, no sirve para nada.

 

Luis David Ramírez Benítez

Licenciado en economía por la Facultad de Economía de la UNAM, actualmente cursa la Maestría en Administración y Políticas Públicas en el CIDE. Ha trabajado como analista y editorialista en el Observatorio Económico de América Latina y como subdirector de inversiones turísticas en SECTUR. Suele escribir con regularidad en un blog personal llamado "Misantropías"