Por Salvador López Santiago
@sls1103
El 12 de noviembre celebramos el Día Nacional del Libro, se eligió esta fecha en honor al natalicio de la escritora mexiquense Sor Juana Inés de la Cruz (1651), mujer universal que es reconocida por su férrea defensa del derecho a la lectura, herramienta fundamental para el desarrollo individual y colectivo. Entre los múltiples beneficios de la lectura están acceder a información, educar, propiciar la reflexión, incentivar el análisis, recrear, entretener y coadyuvar al fortalecimiento de los valores esenciales para desarrollarnos.
Esta fecha invita a la reflexión sobre los hábitos de lectura que tenemos en México: si hemos avanzado o retrocedido; qué se lee en México y por qué no se lee. El INEGI refiere que en los últimos cinco años ha disminuido el hábito de la lectura entre la población mexicana, al pasar de 84.2% en 2015 a 74.8% en 2019. Con la misma inercia, el promedio de libros que se lee al año asciende a 3.3, mientras que en 2015 era de 5.3.
Ante la evidente disminución del porcentaje de lectores en México, llama la atención que las razones más referidas para no leer son falta de tiempo (48%) y falta de interés (21%). En contraste, los principales motivos de la lectura de libros y revistas tienen que ver con el entretenimiento, mientras que la lectura de periódicos se asocia más al interés por cultura general.
En cuanto al tipo de lectura, la temática más leída fueron los libros de literatura (42.5%), relacionados con alguna materia o profesión, libro de texto o de uso universitario (34.1%) y de autoayuda, superación personal o religioso (26.6%). Los temas más buscados por los lectores de revistas fueron los de entretenimiento (31.1%), los de bienestar o salud y cultura general o temas de interés (23.9%) y las revistas especializadas, técnicas o científicas (22.5%). Pero no solo se lee poco en México, otro problema es el bajo grado de comprensión. De los mexicanos que leen algún material, el 21.1% comprende la totalidad del texto y el 57.6% comprende la mayor parte.
El panorama expresado hace imperativo que se implementen estrategias que aumenten el número de lectores en el país, fortalezcan los contenidos y mejoren la comprensión. Esta preocupación ha sido parcialmente atendida por el gobierno federal, porque si bien es cierto que en enero de 2019 se anunció la Estrategia Nacional de Lectura, que deriva de los 100 compromisos de gobierno suscritos por el presidente López Obrador, basada en tres ejes principales, formativo, material y persuasivo.
El 26 de junio se dieron a conocer las Acciones de la Estrategia Nacional de Lectura. En el acto celebrado en Palacio Nacional se plantearon acciones concretas, entre ellas, que la coordinación nacional de Memoria Histórica y Cultural de México convoqué a instancias que ya fomentan el hábito de la lectura, pero también a aquellas que podrían ayudar a impulsarlo; y que las dependencias del gobierno presentarán ante otras qué harán para fomentar la lectura y éstas a su vez podrán opinar sobre lo propuesto y podrán hacer otras recomendaciones encaminadas a fortalecer el hábito de la lectura.
Los esfuerzos del gobierno federal son loables y significativos, el gran detalle está en la forma en la que se van a materializar, ante esta omisión, una herramienta que podría ser formidable es el Programa de Lectoescritura que Tempo ha instrumentado en Tlaxcala. Se trata de una política pública notable cuyo objetivo es “propiciar y favorecer el desarrollo de las competencias comunicativas en estudiantes de educación básica a través de la participación de todo el equipo docente en actividades que favorezcan el gusto y la apropiación de la cultura de la lectura, con la finalidad de que se involucren activa y responsablemente en su entorno”.
Es un ejercicio único en el país que esencialmente busca un cambio de paradigma en el proceso de aprendizaje en México, al pasar de escenarios en los que la lectura no es atractiva para la niñez, a lograr que los mexicanos puedan disfrutar más de la lectura para lograr un impacto favorable en su desempeño escolar y en su vida cotidiana. Sería sano y deseable que, a partir de la experiencia y buenos resultados en esta entidad federativa, fueran replicados modelos de igual naturaleza en el resto del país y así posicionar a México como una nación de lectores.