Por Salvador López Santiago
@sls1103
El pasado 28 de febrero a las 6:00 horas el subsecretario de salud, Hugo López-Gatell confirmó el primer caso de coronavirus en el país, tratándose de un hombre de 35 años que había viajado al norte de Italia. Desde ese día, la información relacionada con esta pandemia ha saturado las redes sociales y todos los medios de comunicación. Desafortunadamente no todas las estadísticas, estudios y noticias son verídicas, ni mucho menos buscan aportar a la construcción de una conciencia social sobre la magnitud del contexto que vivimos.
En este panorama caracterizado por la incertidumbre, la desorganización, la tensión y hasta el pánico, hay algo que no deja de asombrarme (para mal) y es ver que en medio de la crisis que atravesamos como nación persisten dos cuestiones: la nula o mínima apertura para siquiera escuchar argumentos o voces distintas a la propia; y, por otro lado, cierta mezquindad para buscar denostar en automático o empoderar a sobre manera a las autoridades en turno.
Sobre la primera situación basta observar los contenidos que se comparten en las redes sociales. Es normal querer tener la razón todo el tiempo, ¿a quién le gusta equivocarse?, pero también es sano y deseable contrastar nuestras opiniones y puntos de vista, ya sea para reafirmar, precisar y, cuando sea el caso, corregir. Contrario a ello, en estos días es muy común ver juicios de valor para señalar a quienes reaccionan de forma distinta a la nuestra, un ejemplo claro son las críticas hacia las personas que no dejan de salir a trabajar, a quienes llegan a juzgar con una ligereza brutal.
Por lo que hace a la segunda situación, por supuesto que las medidas emprendidas por el gobierno son susceptibles de observaciones, críticas y mejoras. No existe proceso humano que no sea perfectible y lo hecho por nuestras autoridades no es la excepción, ello no significa que todo esté mal ni tampoco que todo sea correcto. Insisto, es muy positivo el debate plural y abierto, pero éste pierde sentido cuando tiene como premisa a la descalificación.
Como dicen, hablando en plata, en el menor de los casos es desafortunado ver que el presidente de México salga con escapularios a decir que es inmune al virus o la forma en la que desacata las recomendaciones emitidas por las autoridades sanitarias nacionales e internacionales al acudir a eventos políticos con cientos de personas.
Pero no es menos desafortunada la conducción mezquina que algunas fuerzas políticas demuestran en el Congreso, caso concreto lo vimos con la bancada del PAN en el Senado. Es de no creerse la politización que hizo del tema ya que, mientras hace dos semanas abandonaron el Pleno de la Cámara Alta bajo el argumento de temas salud, esta semana se aferraban a sesionar cuando ya se había entrado a la fase dos de la pandemia. La lectura es clara, se buscaba sacar raja política del pánico social.
Esto último invita a una reflexión franca dirigida a la unidad. Hoy no hay espacio para protagonismos o para pretender imponer nuestras opiniones a toda costa, por el contrario, es tiempo de solidaridad, de empatía y como dicen los que saben, de prudencia, eso que tanto le hace falta a nuestro tiempo. Estamos ante una crisis que irremediablemente debe ser resuelta por la ciencia, pero de forma paralela o complementaria, en verdad espero esto pase pronto y que México salga adelante como lo que somos, una nación fuerte que se crece en la adversidad.