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Por Pamela Robles

@_PamRo_

Comencemos con las buenas noticias: la ira, considerado como el quinto pecado capital por la iglesia católica, resulta que no es pecado. En la Carta a los Efesios, se afirma: “Si se aíran, no pequen; no se ponga el sol mientras están airados… Toda acritud, gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre ustedes” (Ef. 4,26.31).

Como ya les había comentado, la ira, como cualquier sentimiento no es mala, el problema es qué hacemos con este sentimiento, si nos lleva a la ingobernabilidad o si lo sabemos aceptar y tomar algún aprendizaje de él.

Son muchas las situaciones que nos pueden prender el foco rojo de la ira. Desde una persona que se mete de manera imprudente en el tránsito, o una injusticia social, etc.

Según la psicología, la ira tiene tres tipos de respuesta:

La corporal, aumenta el ritmo cardiaco y la respiración, y los músculos se tensan. Lo que nos puede llevar a una actitud agresiva y poco sensata.

La segunda es la cognitiva, es decir, cuando nuestra mente se vuelve nuestro peor enemigo ya que los pensamientos que pasan por ella son algo así: “cómo se atreven a tratarme así”, “pero quién se cree que es”, “todo me pasa a mí”, “que mala suerte tengo”.

Y, por último, la respuesta a la ira de gestión conductual en estas situaciones. No todos reaccionamos igual ante un impulso de ira, hay desde quienes sólo se quedan callados y evitan la situación o hay quienes reaccionan de una manera agresiva, con insultos, golpes, etc.

La reacción a un sentimiento de ira puede ser catastrófico si no sabemos controlarlo, o si no sabemos ni siquiera identificarlo. La gente puede atentar contra su salud, contra su bienestar, contra la vida de alguien o meterse en problemas legales, sólo por un arranque de ira. Aquí radica la importancia de reconocer este sentimiento y ser dueños del mismo.

Algunas de las consecuencias que tiene la ira son:

  • Desorganizar nuestra manera de pensar.
  • Estar a la defensiva.
  • Desarrollar algunas enfermedades, desde dolores de cabeza hasta otras más graves como cáncer.
  • Problemas sociales, las personas comienzan a huir de nosotros.

Un ejemplo muy claro de la ira irracional y, que seguramente, muchos de nosotros hemos experimentado, es mientras vamos manejando en el tráfico de la ciudad. El carro de adelante de repente se frena sin razón, después nos toca un camión de transporte público que se nos mete enfrente sin avisarnos, después nos toca una manifestación que no nos deja llegar a tiempo a nuestro destino. Todo esto nos lleva poco a poco a sentir enojo que se va acumulando hasta sentirnos iracundos.

Ante esta situación es muy probable que reaccionemos con groserías a todo el que se cruce, acelerando, manejando de manera incorrecta y podemos hasta cometer una imprudencia, tan catastrófica como chocar y dañarnos, o atropellar a alguien.

En verdad, una actitud de alguien más y que no está en nuestras manos, ¿vale tanto la pena como para provocarnos todo lo anterior? A mí me parece que es darle mucha importancia y que nosotros tenemos mucho más valor que esa situación. Y la buena noticia es que la ira también tiene algunos beneficios si la sabemos controlar y actuar de manera correcta: la ira nos energiza, nos ayuda a resolver urgencias o conflictos, y nos proporciona información de situaciones injustas, amenazantes o frustrantes.

Existen muchas formas de contrarrestar la ira como hacer ejercicio, meditar, orar, dormir adecuadamente, etc. La que en mi caso ha funcionado mejor es algo muy sencillo: pensar. Pensar que no hay nada más importante que mi bienestar, pensar que la vida es así de imperfecta, pensar que la gente a mi alrededor está luchando sus propias batallas, pensar que puedo decidir actuar bien o actuar mal, pero cualquiera de las dos tendrá consecuencias. Yo decido.

Pamela Robles

Es diseñadora gráfica y mercadóloga. Trabajó en reconocidas agencias de publicidad como directora de arte, fue gerente del periódico Imagen en el estado de Veracruz y profesora de Marketing a nivel licenciatura. Consciente de sus emociones y en continua búsqueda de la felicidad.