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Por Salvador López Santiago
@sls1103

Norberto Bobbio expone que: “El sufragio universal constituye el requisito indispensable que un régimen político moderno debe poseer para poder ser reconocido como uno democrático”. En el mismo sentido, José Woldenberg menciona que: “En México existe un consenso muy sólido de que la única vía legítima y legal para arribar a los cargos de gobierno y a los cargos legislativos, son las elecciones”.

La celebración de elecciones libres, periódicas, ordenadas, auténticas y pacíficas forman parte de la normalidad en México, pero no siempre fue así. La construcción del sistema electoral mexicano —todavía en proceso de consolidación— es producto de un conjunto de reformas electorales que comprende la de 1977 que abrió la puerta a nuevos partidos políticos; hasta la más reciente de 2014 que creó el INE e incorporó a la Constitución el principio de paridad y la reelección legislativa.

Las reformas en comento, junto a otras de la misma dimensión, han derivado en el rediseño y fortalecimiento del marco constitucional, legal e institucional que rigen a los procesos electorales en nuestro país. Si bien es cierto que persisten grandes áreas de oportunidad, también lo es que en las últimas décadas se han logrado enormes e incuestionables avances que han permitido a México vivir alternancias, pluralidad, mayorías y minorías.

Los resultados de las elecciones son reflejo del ánimo social. El voto ya no es solamente un mecanismo para poder elegir libremente a nuestros representantes y a nuestros gobernantes, sino que también, se ha convertido en un auténtico mecanismo de rendición de cuentas, como suele ocurrir en las democracias más consolidadas.

Votar es importante porque permite beneficiar o juzgar positiva o negativamente las acciones de los gobiernos. En la misma tesitura, permite premiar una candidatura en el caso de la reelección, o al partido de tu preferencia, si crees que ha hecho bien las cosas. Con tu voto puedes castigar una candidatura, un partido, una decisión, una política o una actitud, y confiar tu voto a otra opción política.

El voto es un poderoso instrumento que nos iguala como personas, de tal suerte que tiene exactamente el mismo valor el voto de un campesino, de una maestra, de un deportista, de un estudiante, de un adulto mayor, de un empresario… del ciudadano que sea. El voto es el medio por excelencia para participar en el ámbito de lo público, que al ser público nos involucra a todos por igual.

También es importante votar porque es un derecho por el que hemos luchado por décadas y nos lo hemos ganado a pulso. El voto es una obligación que nos compromete con la República, la sociedad, nuestras familias y con nosotros mismos; y al mismo tiempo, es un deber que demuestra nuestra fidelidad a la Constitución, la democracia y sus instituciones, que tanto trabajo nos han costado construir.

Se dice fácil tener un voto universal, libre, secreto y directo, pero insisto, no siempre fue así. Para poder acudir a las urnas sin injerencias, condicionamientos o coacciones, ha costado esfuerzo, sacrificio e incluso, la vida de personas.

Votar es un derecho, pero también una obligación que tenemos como parte de una colectividad. Por último, recordar al clásico cuando dice que los malos gobernantes son elegidos por buenas personas que no votan, por eso hay que salir a votar, por quien queramos, pero acudamos a las urnas.

Salvador López Santiago

Es Licenciado en Derecho por la UNAM, Maestro en Ciencia Política por la UPAEP, Maestro en Derecho Electoral por la EJE del TEPJF y cuenta con estudios de posgrado en Derecho Parlamentario en la UAEMéx. Fue Consejero Electoral Distrital en el Instituto Federal Electoral (IFE) y en el Instituto Nacional Electoral (INE) durante los Procesos Electorales Federales 2011-2012 y 2014-2015, respectivamente. Asimismo, se ha desempeñado como asesor legislativo en el Senado de la República en la LXII, LXIII, la LXIV y la LXV Legislatura. Desde enero de 2020 es director editorial en Tempo, Política Constante.