Por Javier Santiago Castillo
@jsc_santiago
Realizar un balance a la mitad del ejercicio gubernamental es conveniente, es saludable para la vida pública. Intentar hacerlo con objetividad no es un ejercicio sencillo. El ambiente político esta crispado entre partidarios y detractores del actual gobierno. Las trincheras ideológicas están sólidamente construidas. El bombardeo discursivo es de alto calibre. En un artículo reciente Jorge Zepeda Paterson convoca a criticar desde la izquierda a la 4T, sin exceptuar al presidente. Antes de él Rosa Albina Garabito, a quien le sobra autoridad moral desde la izquierda, en entrevista da su perspectiva de aciertos y errores de la actual administración y en particular del presidente de la República. En la tradición política que me formé (Partido Mexicano de los Trabajadores) siempre sostuvimos que la crítica al Poder y a quienes lo ejercen debe ser permanente. No crecimos políticamente nutriéndonos del halago fácil o en la sumisión. Hoy se dirá que la crítica es engrane esencial de la transparencia y la rendición de cuentas a que están obligados jurídica y éticamente quienes desempeñan cargos públicos. Lo cual es indispensable como construir una sociedad mejor.
A lo largo de tres años de gobierno el norte del presidente se sintetiza en el apotegma “por el bien de todos, primero los pobres”. Por primera vez en el discurso del 1 de diciembre se autodefine: “el noble oficio de la política exige autenticidad y definiciones. Ser de izquierda es anclarnos en nuestros ideales y principios, no desdibujarnos, no zigzaguear”. Obviamente son un reto intelectual y político intentar una clasificación, que no está exenta del riesgo de ser inmolado en las hogueras de los partidarios y de los adversarios del presidente. El punto de partida necesariamente nace de la aproximación a una definición de lo que significa ser de izquierda hoy. La geometría política clásica de Derecha, Izquierda y Centro admite la multiplicidad de posturas al interior de cada una de estas posturas ideológicas.
En esa lógica, siguiendo a Norberto Bobbio “…Ningún izquierdista de hoy puede negarse a admitir que la izquierda de hoy ya no es la de ayer. Pero mientras existan hombres cuyo empeño político es movido por un profundo sentido de insatisfacción y sufrimiento frente a las iniquidades de las sociedades contemporáneas, hoy quizás de una manera no tan combativa respecto a las épocas pasadas, sino mucho más visible, se mantendrán vivos los ideales que han marcado desde hace más de un siglo todas las izquierdas de la historia.”
Es así como la “estrella polar” para la izquierda es el combate a la desigualdad, pero, en los tiempos actuales a todo tipo de desigualdad: económica, social, étnica, género, edad, condición física o de cualquier naturaleza. Otro aspecto que sobresale de la reflexión de Bobbio es la del relativismo, temporal y espacial, para concluir que es la izquierda en determinada circunstancia histórica.
Por otro lado, Eric Hobsbawn (“Cómo cambiar el mundo”) categórico afirma que el socialismo soviético fracasó, pero eso no significa la idea de un socialismo que ponga el acento en atemperar las desigualdades no pueda fructificar y sugiere volver la mirada a las sociedades nórdicas en donde se ha logrado disminuir significativamente las diferencias sociales.
En el caso de nuestro país el único presidente de la República del antiguo régimen catalogado de izquierda es el General Lázaro Cárdenas, por su política nacionalista, cuya máxima expresión fue la expropiación petrolera, el reparto agrario y el respeto a los derechos de los obreros. Esas políticas gubernamentales tenían el objetivo de construir un modelo de desarrollo económico propio, que es uno de los legados de la Revolución de 1910 y concretado en la Constitución de 1917 como un modelo de economía mixta, que sin dejar de ser capitalista le otorgaba al Estado un papel rector y promovía la economía social.
Un asunto poco conocido es que impulsó, en 1937, una reforma constitucional para otorgarle el derecho el voto a las mujeres, pero fue congelada en el Congreso, no se envió al titular del Ejecutivo para su promulgación y publicación; con seguridad cedió ante las presiones de la clase política conservadora. Muchos de sus apologistas no miran el otro lado de la moneda que fue el iniciar el control corporativo de los trabajadores del campo y la ciudad pilar indiscutible del partido hegemónico y del presidencialismo autoritario.
Para aventurarnos a una definición de lo que significa en el presente ser de izquierda en el México de hoy debemos de considerar el contexto, no sólo nacional sino incluir el internacional. El modelo globalizador predominante en el mundo, que privilegia al mercado, entiéndase las ganancias de las grandes corporaciones sobre la satisfacción de las necesidades sociales, ha demostrado su incapacidad para atemperar las desigualdades. Al contrario, ha propiciado una polarización social amplia y concentración de la riqueza en un reducido número de personas.
La guía de este modelo bien se puede sintetizar en dos citas latinas que expresan con toda claridad el hedonismo de buena parte de los detentadores de la riqueza: “Non vult sure satur quid ieiunus patiatur” (el harto no quiere saber lo que padece el hambriento) y “lucri bonus est odor ex re qualibet” (el olor del dinero es bueno de donde venga). México no es la excepción. Desde la “venta de garaje” de las empresas públicas en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, pasando por la docena de años de gobiernos panistas, hasta el “Pacto por México“ de Enrique Peña Nieto no se lograron avances significativos en la mitigación de las desigualdades, al contrario se exacerbaron. La actuación de estos gobiernos fueron el caldo de cultivo, que generó el triunfo de López Obrador en 2018. El discurso antineoliberal y de la necesidad de realizar cambios en beneficio de los pobres encontró terreno fértil en la voluntad del electorado.
Es indiscutible que el país está siendo sacudido política, económica y socialmente por los cambios impulsados desde la presidencia de la República. Lo polémico son las formas y los resultados. Y desde una perspectiva de izquierda los objetivos de largo alcance son cuestionables o al menos limitados, pero el desmenuzamiento de las acciones gubernamentales lo realizaremos en nuestro siguiente artículo.